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Carta de Carmen Torres Ripa, viuda del periodista José María Portell, asesinado por la ETA en 1978, a José Luis Álvarez Santacristina publicada en el diario Deia el 3 de julio de 2012

Carta de Txelis de 24 de junio de 2012 leída en San Sebastián el 29 en los cursos de verano de la UPV

PEDIR PERDÓN DESDE EL SUFRIMIENTO DE LAS VÍCTIMAS

Ante todo quiero agradecer la oportunidad que se me brinda, en este foro académico tan singular y de gran proyección social, para poder ofrecer una reflexión a la vez rigurosa y personal acerca de la experiencia del perdón solicitado y recibido. Dadas las circunstancias, he preferido realizar un resumen de la exposición que tenía preparada.

No es exagerado afirmar que vivimos un periodo de gran trascendencia social y política en la que todos los que habitamos este país, tejido de tantos encuentros y desencuentros a lo largo de su historia, nos debemos de aportar lo mejor de nosotros mismos a fin de labrar entre todos un presente más ilusionado y un futuro no lejano donde la convivencia entre ciudadanos de diferentes y aun contrapuestas visiones ideológicas y sociales sea realmente posible.

El tema del perdón es sin duda una cuestión de candente actualidad y de enorme valor simbólico y reparador, tanto a nivel individual como a escala grupal y social. Solo una mirada serena y rigurosa podrá ayudarnos a profundizar y avanzar en este terreno. Para ello es imprescindible ir más allá de los discursos políticos de distinto signo, sin por ello ignorarlos, y tratar de situar esta reflexión en un ámbito ante todo ético y, si se quiere, metapolítico, de manera que pueda servir para racionalizar el debate, dotarlo de un rigor ético y articular un camino de reconciliación y memoria que transite por la senda de la justicia ecuánime y del perdón pedido y otorgado.

Mi exposición, dada mi biografía pública, se va a centrar en analizar el perdón desde la perspectiva del perdón pedido , es decir, del perdón solicitado por quien ha sido responsable, en una u otra medida, del sufrimiento injusto de otra persona, y en particular por quien ha atentado gravemente contra la vida o la integridad de otro u otros seres humanos. Trataré de mostrar que la petición de perdón, para ser auténtica y reparadora, debe hacerse ante todo y sobre todo desde el sufrimiento de las víctimas, a saber, desde la conciencia siempre creciente del dolor irreparable generado en la(s) víctima(s) y en sus familiares y allegados.

Dada la complejidad e intensidad de emociones, pensamientos y juicios espontáneos -en ocasiones contradictorios- que genera la temática del perdón en el conjunto de nuestra sociedad y la particular sensibilidad que dicha cuestión requiere para con todas las víctimas y sus familiares, conviene ir paso por paso y aclarar bien los conceptos y su alcance. Y a todas ellas van dedicadas en especial mis reflexiones de hoy, que quieren ser una aportación reflexiva humanizadora, desde mi conversión religiosa y severa autocrítica personal, al reconocimiento de la realidad masiva del sufrimiento de todas y cada una de las víctimas y de sus familiares y allegados -víctimas también-, con el contexto del llamado "conflicto vasco" como telón de fondo y trasfondo, independientemente de la lectura política y social que se haga del mismo.

Solo un acercamiento sereno y riguroso al tema del perdón nos permitir a todos tener elementos de juicio para construir entre todos una sociedad que camine hacia la reconciliación. Un hombre lleno de sabiduría y bondad, y auténticamente libre, Jesús de Nazaret, enseñó: "La verdad os hará libres". Con los años he podido comprender y experimentar la verdad profunda que encierra esa enseñanza. Solo la verdad puede hacernos realmente libres. Ahora bien, ¿qué es la verdad?, y en nuestro caso concreto: ¿cuál es la verdad del perdón?, del perdón pedido y del perdón dado?

En filosofía hay un cierto consenso en entender que la verdad de las cosas no es algo que esté ahí frente o exterior a nosotros, sino más bien una realidad que nos impregna y que tenemos que descubrir y construir entre todos, sobre todo cuando de cuestiones y actitudes sociopersonales se refiere. La verdad es, en este sentido, reconocimiento, construcción, experiencia (vivencia pasada por el tamiz de la reflexión y del sentido) y proyecto, proyecto de búqueda y de vida.

La idea matriz y motriz que propongo a reflexión es en este caso la petición libre y sincera de perdón, como elemento fundamental para desarrollar una dinámica de perdón y reconciliación que erradique definitivamente todo tipo de violencia, especialmente la violencia "de intencionalidad política" (Setién) -sea cual fuere su signo y origen- y afiance la paz y la convivencia.

¿Qué significado tiene o debería tener dicha petición? ¿Qué significado le da o debería dar el infractor o victimario? ¿Qué sentido le dan o podrían dar la víctima o sus familiares? Dicho de manera más llana y clara, si se prefiere: ¿Qué se pide exactamente cuando uno pide perdón, valga la redundancia? ¿Cómo puede una víctima o familiar de esta recibir una petición de perdón por parte de su victimario? Esas son las cuestiones concretas a las que voy a tratar de responder de modo esquemático pero preciso.

A fin de expresar de modo sintético mi posición al respecto, propongo siete criterios básicos.

 

1. Pedir perdón es un acto de humildad y no pocas veces de valentía. Acto de humildad, en la medida que uno se reconoce radicalmente falible y responsable del mal causado a alguien; no echa balones fuera, valga la expresión, no busca excusas, sino que reconoce simple y llanamente el daño objetivo causado. Acto asimismo de valentía, y voy a precisar qu\'E9 entiendo por tal para evitar malentendidos. En una cultura como la nuestra, donde con demasiada frecuencia la valent\'EDa ha sido y sigue a\'FAn asociada por muchos a gestos de supuesta bravura, no pocas veces violenta y sangrante, conviene subrayar la aut\'E9ntica valent\'EDa que entra\'F1a la actitud de quien, lejos de toda arrogancia o sumisi\'F3n deshumanizante, se atreve a mirar de cara el mal que ha causado. En este sentido, quien pide perd\'F3n se honra a s\'ED mismo y honra a\'FAn m\'E1s la memoria de la v\'EDctima y su familia.

2. Pedir perd\'F3n es asimismo un ejercicio de libertad. Quien pide perd\'F3n con sinceridad no lo hace forzado por presiones externas, sino fruto de una libre reflexi\'F3n autocr\'EDtica y emp\'E1tica que le lleva no solo a reconocer el mal causado sino tambi\'E9n a conmoverse profundamente ante el sufrimiento inconmensurable que ha provocado. Por ello, a mi entender, la petición de perdón podr\'EDa quedar desnaturalizada y perder su potente fuerza reparadora y regeneradora si se planteara solo como un requisito de cumplimiento formal, sin negar por ello que determinadas circunstancias sociales y personales puedan y deban favorecer un proceso de reflexi\'F3n autocr\'EDtica y emp\'E1tica que desemboque en su momento en una libre petición de perdón. Conviene tener presente que, al igual que otorgar el perd\'F3n es un acto libre, generoso donde los haya, la petición de perdón solo incoa y despliega toda su fuerza reconciliadora cuando se manifiesta como un gesto libre y sincero, fruto de un proceso de maduraci\'F3n absolutamente personal e intransferible, cuyos ritmos y fases no se pueden forzar so pena de poner en riesgo su autenticidad.

3. La petición de perdón no es en modo alguno un acto de exigencia para con la víctima o sus familiares. Cuando se efectúa de manera voluntaria y sincera, dicha petición no tiene en absoluto el \'E1nimo de \i\fs23\f2 exigir \i0\fs23\f0 a la v\'EDctima y/o a sus familiares la obtenci\'F3n del perd\'F3n. No se trata de exigencia alguna, antes al contrario. Cuando alguien pide sinceramente perdón a su víctima y comienza a hacerlo con la expresión "Le(s) pido sinceramente perdón", trata ante todo de expresar en primera persona y con sus propias palabras (sencillas, pero muy significativas) el reconocimiento explícito del dolor irreparable causado y el sentimiento sincero de pena y amargura por el daño infligido a la víctima y a sus familiares.

4. Quien expresa la petición de perdón no espera necesariamente, y menos aún en primer término, que se le otorgue el perdón por parte de la víctima o sus familiares. Cuando el victimario da el paso de pedir perdón por el dolor causado, y cuando \'E9ste es irreparable, es muy consciente de la gravedad del da\'F1o infligido y de la enorme dificultad por parte de la v\'EDctima o sus familiares para poder perdonar, e incluso para poder simplemente escuchar o recibir la petici\'F3n de perd\'F3n. Desde esta perspectiva, la petici\'F3n de perd\'F3n expresa un acercamiento emocional y vital por parte del victimario hacia la v\'EDctima y sus familiares, es decir, un gesto de empatía real para con ellos.

5. En definitiva, la petición sincera de perdón por parte del infractor o victimario no obliga en modo alguno a la víctima o a sus familiares a tener que conceder su perdón, ni a escucharla en persona. Por lo tanto, éstos no deben sentirse obligados a otorgar el perdón ni, si así es su deseo, a recibir en persona dicha petición de perdón.

6. Por otra parte, petición de perdón podría ser entendida como una oportunidad para la víctima o sus familiares para que la memoria del daño irreparable sufrido se asiente definitivamente y se fortalezca en todas sus dimensiones, siendo una de éstas el reconocimiento por parte del victimario del dolor causado, dimensión que restaba por restaurar

7. La petici\'F3n sincera de perd\'F3n podr\'EDa asimismo ser comprendida como una oportunidad para avanzar en la labor de duelo inherente a la p\'E9rdida de un ser querido o a las graves heridas f\'EDsicas y morales sufridas. Los profesionales que ayudan a personas que han sufrido p\'E9rdidas irreparables a elaborar sus duelos conocen muy bien la importancia decisiva que reviste para dichas personas el poder escuchar, en el momento y circunstancias oportunos, de boca de su victimario una sinceras palabras de petición de perdón, respetando siempre, obviamente, su derecho a no querer aceptarlas o siquiera escucharlas personalmente.

 

Siendo la \'E9tica aquella dimensi\'F3n humana que, constituy\'E9ndonos en lo m\'E1s profundo de nuestra humanidad, nos permite tomar conciencia del bien y del mal, la capacidad de pedir perd\'F3n aparece como el punto \'E1lgido del proceso de toma de conciencia del mal infligido. A mi juicio, la petici\'F3n de perd\'F3n es un acto genuinamente humano que muestra la capacidad del ser humano de tomar conciencia de sus errores m\'E1s graves y regenerarse a s\'ED mismo reconociendo el da\'F1o causado y expresando con sinceridad dicho reconocimiento ante quien o quienes ha da\'F1ado gravemente. Pedir perd\'F3n es un gesto que dignifica al infractor o victimario, es decir, un gesto que le reconcilia consigo mismo, con lo m\'E1s genuino y profundo de su dignidad humana, a la vez que inicia un proceso de reparaci\'F3n del da\'F1o causado. Como tal, no es un acto espec\'EDficamente ni necesariamente religioso, sino un acto genuinamente humano. Quien tenga un credo religioso lo revestir\'E1, sin duda, de un contenido y unas caracter\'EDsticas propias de la fe que le habita, y quien no lo tenga lo investir\'E1 con connotaciones distintas; pero en uno y otro caso la petici\'F3n de perd\'F3n del victimario se manifiesta como un gesto humano de honestidad ante s\'ED mismo, ante la v\'EDctima y sus familiares y, por ende, ante el conjunto de la sociedad, se exprese p\'FAblicamente o no. \ulnone\strike0\par\pard\fs23 \'BFQu\'E9 pide quien pide perd\'F3n? O dicho en primera persona: \'BFQu\'E9 pido cuando pido perd\'F3n? \ulnone\strike0\par\pard\fs23 A mi juicio, ante todo y sobre todo, cuando se pide perd\'F3n se pide \b\fs23\f1 escucha\b0\fs23\f0 , es decir, se intenta transmitir este mensaje: \fs23 \ldblquote \i\fs23\f3 Esc\'FAcheme\i0\fs23\f0 , tengo algo importante que decirle: s\'E9 que he hecho mal y lo siento de veras; cada d\'EDa soy m\'E1s consciente de ello y le pido sinceramente perd\'F3n \fs23 \rdblquote . Ese es el \fs23 significado latente, antes que cualquier otro. El acto delictivo o criminal hab\'EDa supuesto la quiebra de todo di\'E1logo, por tenue, difuminado o embroncado que fuera. Ahora, cuando el victimario pide perd\'F3n, toca a la puerta de la v\'EDctima o sus familiares y pide ser escuchado de alg\'FAn modo. No fuerza puerta alguna, ni tan siquiera toca \'E9l directamente la puerta, tan s\'F3lo hace llegar su mensaje, de modo escueto pero di\'E1fano; pide simple y llanamente que se le escuche, que su mensaje sea recibido o cuando menos reciba acuse de envío.

 

Hablando en primera persona

No quisiera terminar esta exposici\'F3n sin antes tratar de ser coherente con las reflexiones que he expuesto y aplic\'E1rmelas, ante ustedes, ante vosotros, en primera persona. Por ello, expreso hoy y aqu\'ED el profundo pesar y dolor que me embarga al ser cada d\'EDa m\'E1s consciente de la tragedia que todas, absolutamente todas y cada una de las v\'EDctimas de la violencia est\'E1n, est\'E1is, viviendo. \ulnone\strike0\par\pard\fs23 Habiendo sido durante a\'F1os militante de ETA soy plenamente consciente de la responsabilidad moral que ello conlleva para con las numerosas v\'EDctimas que ha generado ETA a lo largo de su historia y en particular durante los a\'F1os en que fui militante. Dios es testigo que estoy profunda y sinceramente arrepentido de ello. Trato en la medida de lo humanamente posible compartir de alg\'FAn modo el dolor generado por las graves secuelas f\'EDsicas y psicol\'F3gicas que han de soportar muchas v\'EDctimas y sus familiares, as\'ED como el sufrimiento perenne que arrastran cientos de familias por la tr\'E1gica p\'E9rdida de su esposo/a, hijo/a, padre, madre, hermano/a, familiar, allegado o amigo/a y tengo siempre presente que es un mal irreparable. En la medida en que siendo en su d\'EDa miembro de ETA contribu\'ED de un modo u otro a la perpetuaci\'F3n de dicha violencia, pido p\'FAblicamente perd\'F3n de todo coraz\'F3n y con toda la hondura de reflexi\'F3n autocr\'EDtica que he tratado de reflejar en estas líneas.

En Donostia, a 24 de junio de 2012