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El retrato de Oscar Wilde por Gulisano explica un largo y difícil itinerario de conversión al catolicismo
Zenit/ReL 2 de julio de 2012El catolicismo es la religión en la cual
moriré. Así lo había adelantado por escrito Oscar Wilde
años antes de morir en París el 30 de noviembre de 1900. Según
afirma el escritor y ensayista Paolo Gulisano, el genial
dramaturgo irlandés e icono del mundo gay murió siendo
católico.
A pesar de su fama, son muchos los aspectos de la personalidad de
Oscar Wilde (1854-1900) poco conocidos por sus seguidores. El
autor de célebres obras como El retrato de Dorian
Gray y de cuentos como El
ruiseñor y la rosa o El gigante
egoísta, fue al mismo tiempo un buscador
inagotable de lo Bello, de lo Bueno, pero también de aquel Dios
al que nunca se opuso y de quien se hizo abrazar plenamente tras
la dramática experiencia de la cárcel.
Gulisano, experto en el mundo británico y autor de diversos
volúmenes sobre Tolkien, Lewis, Chesterton y Belloc, publicó
hace unos años el libro en italiano El retrato de Oscar
Wilde [Il Ritratto di Oscar Wilde],
en la editorial Ancora, tal como informó en su día la
agencia Zenit.
Un misterio por descubrir
Se trata de una radiografía del escritor que representa toda su
compleja personalidad, describe algunos los escenarios en los que
recitó en el gran teatro de la vida, de sus pasiones, de sus
intereses, de su imaginario, de su atención a los problemas
sociales y de su sentimiento religioso. Gulisano aseguró a Zenit
que Wilde representa un misterio que no se ha descubierto
todavía; un hombre y un artista de la personalidad poliédrica,
compleja, rica.
No sólo era un inconformista que quería sorprender a la
sociedad conservadora de la Inglaterra victoriana, sino también
un lúcido analista de la Modernidad con sus aspectos positivos y
sobre todo inquietantes, decía el escritor.
Por ejemplo, su novela El retrato de Dorian Gray narra
cómo el hombre moderno busca desesperadamente una eterna
juventud, con un profundo miedo a la muerte, a la cual se propone
vencer o al menos engañar.
El autor deja ver en Wilde un alma que va más allá de los
salones londinenses, un hombre que, tras la máscara de la
anormalidad se preguntaba e invitaba a hacerse la pregunta sobre
lo que era correcto o equivocado, verdadero o falso, incluso en
su mayoría de comedias de enredos.
Gulisano destaca también otros valores de Wilde: Amó
profundamente a su esposa, con quien tuvo dos hijos, a quienes
amó siempre tiernamente y a quienes siendo niños les
dedicó algunas de las más bellas fábulas nunca escritas, como El
gigante egoísta o El
príncipe feliz".
Gulisano se refiere también al proceso judicial en el que estuvo
acusado debido a sus actos homosexuales. Wilde fue condenado a
realizar trabajos forzados durante dos años. El proceso
fue un lío al que llegó por haber demandado por
difamación el Marqués de Queensberry, padre de su
amigo Bosie -con quien tuvo una íntima amistad-, que lo había
acusado de actuar como sodomita.
Frente al proceso de Wilde estuvo el abogado
Carson, que odiaba a los irlandeses y a los católicos y
su condena no fue sólo el resultado de la homofobia victoriana,
añade Gulisano.
Su conversión
El autor de El retrato de Oscar Wilde indica que la
búsqueda espiritual del escritor puede también ser vista
como un largo y difícil itinerario de conversión al
catolicismo.
Gulisano asegura que el escritor pensó e incluso aplazó por
mucho tiempo su adhesión a la fe católica. También hizo
alusión a una de sus paradojas. Wilde afirmó un día a
quien le preguntaba si no se estaría acercando demasiado
peligrosamente a la Iglesia Católica: Yo no soy
católico, yo soy simplemente un encendido papista.
Detrás de la batuta, está la complejidad de la vida que
puede ser vista como una larga y difícil marcha de acercamiento
al Misterio, a Dios, indica el escritor.
Incluso amigos cercanos de Wilde también terminaron
convirtiéndose. Amigos como Robbie Ross, Aubrey
Beardsley, e incluso John Gray, quien lo inspiró para la figura
de Dorian Gray, explica. Gray entró al Seminario en Roma,
fue ordenado sacerdote y ejerció su ministerio en Escocia con el
aprecio de gran parte de sus feligreses. También el
hijo menor de Wilde se hizo católico, recuerda el
escritor.
Guilisano concluye su diálogo diciendo que, pese a la cultura
secularista y anticatólica de Inglaterra, en autores como
Newman, Chesterton, Tolkien y el mismo Wilde, se puede encontrar
una vacuna útil contra los males espirituales de nuestro
tiempo.