Historia de España
Crónica del siglo XXI
La crisis económica iniciada
en 2007
El suicidio demográfico de España II
Alejandro Macarrón Larumbe
LD 2010-05-04
Nota: Artículo publicado originalmente en
Expansión el 26/04/2010 bajo el título Una
economía con plomo demográfico en las alas.
La falta de natalidad en la España de los últimos treinta años
está empezando a pasar factura a la economía española. Es una
factura que llega en un momento especialmente inoportuno, por la
debilidad actual de nuestra economía y nuestro elevado
endeudamiento, y que será más y más dolorosa en próximos
años y décadas.
Un país en el que tiende a haber más personas mayores y menos
jóvenes, y con una población en vías de menguar, soporta un
pesado lastre estructural que daña sus perspectivas de
crecimiento, la sostenibilidad de su economía y la riqueza de
sus ciudadanos como pocas cosas, por razones de mucho peso. Y
abordar el problema fomentando un nuevo aluvión de inmigrantes
no es una buena opción, como indica el sentido común y
analizaremos en el siguiente artículo.
Menos crecimiento económico
Un país en declive demográfico carece de uno
de los motores clásicos del crecimiento económico, muy presente
en nuestro último ciclo expansivo gracias a la inmigración: el
incremento de la población. Más gente significa más personas
que pueden trabajar y crear riqueza, y una mayor demanda de
bienes de consumo y duraderos.
Sensu contrario, ¿para qué construir (muchas) más casas si
tenderá a haber menos gente para habitarlas? Por eso, en países
como Alemania o Italia, más envejecidos que España y con una
evolución demográfica reciente aún peor que la nuestra (en
ambos muere más gente de la que nace desde hace más de diez
años), apenas hubo boom inmobiliario en la última década.
Menos consumo / productividad / competitividad
Cuando la población envejece, el consumo y la inversión son
asimismo menores -como en Alemania o Japón- que en países más
jóvenes, exceptuando la demanda de productos y servicios
sanitarios, superior por parte de las personas mayores. El
envejecimiento de la población y la falta de jóvenes lastran de
forma estructural el crecimiento económico.
Pues bien, como consecuencia del desplome demográfico que
empezó hace un tercio de siglo, hay actualmente un 30%
menos de españoles nativos con edades entre 18 y 25 años que
hace sólo una década (!!!). Y en el segmento de edad de
25 a 35 años, de vital importancia para la
productividad de las empresas, el consumo o la compra de
viviendas, hay un 15% menos de españoles
nativos que en el año 2000, y cada año, hasta el 2020, habrá
en media un 3% menos que el año anterior. No
serán ellos quienes impulsen de nuevo el crecimiento económico,
o la recuperación del mercado de la vivienda en España.
También sufren con la anemia demográfica las empresas en su
estructura interna. Porque al ir desapareciendo la tradicional
pirámide de edades, cada vez les cuesta más compensar el mayor
coste salarial de sus empleados de mayor edad -salvo que
desempeñen puestos de especial responsabilidad- con el menor
coste de los que tienen menos años, como sucedía antaño,
cuando había muchos empleados jóvenes y pocos de edades
avanzadas.
Por esta razón, y por el mayor vigor físico y la motivación
adicional de los trabajadores más jóvenes con mucha carrera
profesional por delante, las empresas tienden a perder
competitividad en un país en declive demográfico, y por eso
tratan con preferencia de prescindir de los más mayores en los
procesos de reconversión, pese a la superior experiencia de
éstos.
Por ello, en una sociedad en proceso de envejecimiento,
paradójicamente, las personas más maduras pierden posibilidades
de empleo. De hecho, en España, según el Instituto de Estudios
Económicos, el 55% de los trabajadores con edades entre
55 y 65 está en paro. ¿Han sido expulsados del mercado
laboral, entre otras razones, por la escasez de jóvenes en el
país?
Un fardo de peso creciente: pensiones,
sanidad pública y dependencia
Tal vez el mayor problema económico derivado del envejecimiento
colectivo es la creciente carga que deben soportar los
trabajadores en activo y los empresarios para producir la riqueza
que consumen los mayores en forma de pensiones, sanidad pública
y atención / dependencia, salvo que se reduzcan las pensiones
y/o dejen de ser plenamente gratuitas las demás prestaciones
sociales.
Pues bien, si en 2008 ya tenía más de 64 años un 16,5%
de la población española y un 18% de los españoles nativos, el
INE prevé que en 2019 sean el 19% de la población.
Eso implicaría en sólo once años un incremento de casi el 19%
en la carga per cápita de los españoles no jubilados para
sostener a los mayores de 64 años (a los que hay que sumar ese
50% largo de compatriotas con edades entre 55 y 65 años que no
trabajan). Es un fardo cuyo peso crecerá año a año, de no
mejorar nuestras tendencias demográficas, hasta niveles que es
mejor no imaginar.
En Asturias, donde un 22% de la población tiene más de 64
años, y donde mueren 1,6 personas por cada niño que nace, la
Seguridad Social tuvo un déficit de casi 9.000 euros por
habitante en 2008. Si no pagásemos ese agujero los
contribuyentes y cotizantes del resto de España, mis paisanines
lo estarían pasando muy mal.
Desvalorización de activos y/o
inversiones con más riesgo
El valor de mercado de activos como las acciones o los inmuebles
tiene mucho que ver con las expectativas de su precio futuro. Del
valor de mercado de las casas en España, actualmente, el suelo
puede suponer entre el 60% y el 80%. Y en el caso de las
acciones, las expectativas de beneficios futuros aportan la
mayoría de su valor de mercado.
Pues bien, si la población envejece y decrece, y cada vez hay
más casas desocupadas, éstas tenderán a depreciarse, sobre
todo, porque su suelo se desvalorizaría. Y lo mismo sucedería
con las acciones y el valor de mercado de los negocios en una
España con la economía estancada.
Por ello, para escapar a ese destino, y porque en España crecen
poco desde hace años, importantísimas empresas del Ibex 35 y
otras de menor tamaño han trasladado su foco de negocio a
mercados con más potencial de crecimiento, pero que
históricamente han tenido mucho más riesgo-país que el nuestro
(Venezuela, Argentina, México, Brasil, Ecuador
)
¿Y por qué los alemanes prestaron tanto dinero a países con un
riesgo superior al suyo, como Grecia o España, en tiempos del
boom inmobiliario? Porque en su envejecido y estancado país era
mucho más difícil colocarlo con una mínima rentabilidad.
Así pues, tener muy pocos niños por
ahorrarnos el sacrificio personal y el coste económico que
comporta su crianza, y para disfrutar más de la vida de
jóvenes, es un pésimo negocio colectivo, además de privarnos,
en el plano humano, de las alegrías y el cariño que dan los
hijos y los nietos. Y si tratamos de remediarlo sólo a base de
más y más inmigrantes, la convivencia en España -y en Europa
en general- podría tornarse complicadilla.
Por si acaso, y recordando que quien avisa no es traidor, más
vale tomar nota de lo que dijo en la ONU el presidente argelino
Huari Bumedian en 1974: Un día, millones de hombres
abandonarán el hemisferio sur para irrumpir en el hemisferio
norte. Y no lo harán precisamente como amigos. Porque
irrumpirán para conquistarlo. Y lo conquistarán poblándolo con
sus hijos. Será el vientre de nuestras mujeres el que nos dé la
victoria.
Pues bien, como señalamos en el artículo anterior de esta
serie, en 2008, alrededor de un 6% de los que nacieron en España
tenían madre musulmana, sobre todo marroquí, porcentaje que
alcanzó entre el 9% y el 11% en cinco comunidades autónomas:
Cataluña, La Rioja, Murcia, Baleares y Aragón. Doce años
antes, los bebés de madre musulmana sólo fueron alrededor del
1% de todos los nacidos en España.
Artículo elaborado por Alejandro Macarrón Larumbe,
consultor de estrategia empresarial y finanzas corporativas.
Nota: El siguiente y último artículo de esta serie,
titulado Cómo escapar o adaptarnos al tsunami de canas,
versará sobre lo que podríamos hacer ante el gravísimo
problema demográfico de España.