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El Papa explica en 2017 que el demonio está detrás de las persecuciones
ReL 23.04.2017 http://www.religionenlibertad.com/persiguen-matan-los-cristianos-por-demonio-nos-odia-56358.htm¿Por qué hay tantas persecuciones contra los
cristianos en el mundo? El papa Francisco lo explicó así
este sábado, 22.04.2017, por la tarde: "El origen del odio
es este: porque nosotros hemos sido salvados por
Jesús, y el príncipe de este mundo esto no lo quiere, él
nos odia y suscita la persecución".
En la tarde del sábado, 22 de abril, el Papa Francisco acudió a
celebrar un servicio memorial en recuerdo de los
cristianos asesinados como mártires en el siglo XX y XXI, siglos
de electricidad, viajes al espacio, alfabetización y ciencia y
tecnología avanzada y energía atómica... y siglos
enrojecidos por la sangre de cristianos asesinados por su fe, una
fe que enseña a amar y perdonar a los enemigos.
El escenario era la Iglesia de San Bartolomé, en un lugar muy
especial, la isla en el río Tiber, en pleno
corazón de Roma, donde en la antigüedad ya hubo un templo dedicado
a Asclepio, dios de la medicina, en el que se cuidaban enfermos.
Hoy gestiona allí la Comunidad de San Egidio el Memorial de los
mártires del siglo XX y XXI.
La lista de los grupos de mártires recordados (muchos de ellos
cuentan con una capilla propia y específica, con su altar e
iconos) es larga:
- los cristianos armenios víctimas del genocidio
turco a principios del siglo XX
- los cristianos mexicanos asesinados en
las persecuciones laicistas de los años 20
- los mártires católicos de los años 30 en
España, asesinados por anarquistas y comunistas
- los mártires de Albania, único
país que se declaraba constitucionalmente ateo
- los asesinados por el nacionalsocialismo alemán
- los monjes de Argelia asesinados por facciones islamistas
- los que fueron asesinados por la mafia por
no colaborar con su red de corrupción
- el arzobispo salvadoreño, Óscar Arnulfo Romero, asesinado en
1980
- los que han muerto como "mártires de la
caridad" sirviendo enfermos del ébola...
La ceremonia, presidida por el Papa Francisco, recordó a los clérigos
cristianos que hoy mismo están secuestrados en Siria, Yemen,
Congo, Mali. También recordó a los cristianos
coptos degollados en Libia por yihadistas, y a los cristianos que
son asesinados porque luchan contra la corrupción. Se mencionó
a los catequistas, a las mujeres asesinadas en el silencio
por defender la justicia y la paz cuyos nombre son conocidos solo
por Dios.
Hubo mención a los católicos, ortodoxos,
evangélicos y anglicanos que dieron testimonio de unidad con el
martirio. Y a los cristianos muertos en la
soledad y de los campos de concentración. Se rezó
también para que sea desarmada la violencia blasfema de
quien asesina en nombre de Dios. Al resonar cada mención,
una persona relacionada con el lugar mencionado encendía una
vela.
Una llegada festiva... una ceremonia solemne
La llegada del Papa a la Isla Tiberina fue festiva. Le recibieron
con entusiasmo muchas personas, jóvenes y niños de las Escuelas
de la Paz. Los niños le entregaban cartas y dibujos. Pero una
vez entró en la basílica de los nuevos mártires se impuso la
solemnidad. Ante el icono del altar principal, que
recuerda a los nuevos mártires, el Santo Padre
rezó algunos instantes en silencio. El incienso y cantos
polifónicos fueron parte de la liturgia, en la que el papa
vestido de blanco usó la estola roja de un obispo
que murió mártir.
El fundador de la Comunidad de San Egidio, el historiador Andrea
Riccardi, buen conocedor de los horrores del siglo XX y de las
historias de los mártires, dirigió unas sentidas palabras,
agradeciéndole el haber venido como peregrino al santuario
de los nuevos mártires recordando que esta coincidía con
el aniversario del secuestro a manos de yihadistas
en 2013 de dos obispos de Aleppo, Siria: el greco-ortodoxo
Boulos al-Yazigi y el siriaco-ortodoxo Gregorios Yohanna Ibrahim. Han
pasado cuatro años y no se sabe nada de ellos.
Riccardi señaló también que fue voluntad de San Juan Pablo II
que el santuario en Isla Tiberia custodiase "la memoria de
los mártires católicos, ortodoxos, anglicanos y evangélicos
unidos en la sangre derramada por Jesús.
Testimonios: el nazismo, la yihad, las bandas...
Le siguieron lecturas intercaladas por tres testimonios. El
primero fue Karl, hijo de Paul Schneider, pastor de
la Iglesia Reformada alemana, asesinado en 1939 en
el campo de Buchenwald porque había denunciado que el
nazismo tenía objetivos irreconciliable con el mensaje de
la Biblia.
Después de otra lectura, Roselyne, hermana del
sacerdote francés Jacques Hamel, asesinado el 26
de julio de 2016 por milicianos del Isis recordó la paradoja de
quien nunca quiso ser protagonista y que en cambio dio un
testimonio a todo el mundo. Señaló que los musulmanes se
reunieron para rendirle homenaje y del sentimiento que despertó
en Francia.
El tercer testimonio fue de Francisco Hernández Guevara, amigo
de William Quijano, un joven de San Egidio en El
Salvador, asesinado en septiembre de 2009,
empeñado con las Escuelas de la Paz que ofrecía a
los jóvenes una alternativa a las pandillas violentas o maras.
Su culpa fue soñar un mundo sin violencia, y hablar
a todos de su sueño. Nunca hablaba de venganza contra las
pandillas sino de un cambio de mentalidad a partir de los niños.
El demonio está detrás de las persecuciones
El Papa Francisco, en su homilía, relacionó las persecuciones
contra los cristianos de todas las épocas con la
acción del demonio: "La causa de toda persecución es el
odio del príncipe de este mundo hacia cuantos han
sido salvados y redimidos por Jesús con su muerte y con su
resurrección".
Y añadió: "Con su muerte y resurrección nos
ha rescatado del poder del mundo, del poder del diablo,
del poder del príncipe de este mundo. Y el origen del odio
es este: porque nosotros hemos sido salvados por
Jesús, y el príncipe de este mundo esto no lo quiere, él
nos odia y suscita la persecución".
La Iglesia necesita santos para avanzar
Hemos venido como peregrinos dijo el Sucesor de Pedro
en esta basílica de San Bartolomé en la Isla Tiberina, donde la
historia antigua del martirio se une a la memoria de los nuevos
mártires, de tantos cristianos asesinados por las absurdas
ideologías del siglo pasado, y asesinados porque eran
discípulos de Jesús.
Cuantas veces se oyó decir que la
patria necesita héroes, dijo el Papa,
y precisó entretanto que sobre todo que la iglesia
necesita son mártires, testimonios, santos de todos los
días que llevan la vida ordinaria adelante con
coherencia, pero también de quienes tienen el coraje de aceptar la
gracia de ser testimonios hasta el final, hasta la muerte. Ellos
son agraciados por Dios, y sin ellos la Iglesia no
puede ir hacia adelante.
El Papa quiso recordar a una mujer, no sé el nombre pero
nos mira desde el cielo. Supo de ella en su viaje a Lesbos
cuando el marido con tres niños le dijo: Soy
musulmán, mi esposa era cristiana, vinieron los terroristas, nos
pidieron la religión y a ella con su crucifijo, le
pidieron de tirarlo. Ella no lo hizo y la degollaron delante de
mi. Nos queríamos tanto. Y Francisco concluyó este relato
indicando: Esto es un ícono que traigo como regalo aquí.
El Papa pasó con diversas capillas del santuario, empezando por
la de las víctimas del nazismo, después la de América Latina,
finalizando por las víctimas del comunismo. En cada una encedió
una vela.
Al final de la celebración, Francisco tuvo un
encuentro en una sala contigua a la basílica con un grupo de
refugiados que llegó a Italia gracias a los
corredores humanitarios, y con mujeres víctimas del
tráfico humano, y con menores no acompañados. Después,
al saludar a los fieles que le esperaban fuera de la basílica,
el papa Francisco les agradeció la presencia y la
oración en esta iglesia de los mártires.
El Papa saludó a numerosos inmigrantes y refugiados
de los que atiende la Comunidad de Sant'Egidio, invitados a la
ocasión
También habló a los fieles del desafío migratorio actual:
Pensemos a la crueldad que golpea a tantas
personas, que llegan en barcos y son hospedados por
países generosos, como Italia y Grecia. Pero después los
tratados no dejan
Si en Italia cada municipio
recibiera a dos inmigrantes, habría lugar para todos.
Que la generosidad de Lampedusa, Sicilia y Lesbos, puedan
contagiar a todos. Somos una civilización que no genera hijos y
a pesar de ello cerramos las puertas a los migrantes: eso se
llama suicidio, dijo.
La ceremonia completa, 1h 44min, con comentarios en
español
Texto íntegro de la homilía del Papa Francisco en el santuario
de los mártires del siglo XX y XXI
Hemos venido como peregrinos a esta basílica de San Bartolomé
en la Isla Tiberina, donde la historia antigua del
martirio se une a la memoria de los nuevos mártires, de
tantos cristianos asesinados por las absurdas ideologías del
siglo pasado y asesinados también hoy porque eran discípulos de
Jesús.
El recuerdo de estos heroicos testimonios antiguos y recientes
nos confirma en la conciencia de que la Iglesia es Iglesia si es
Iglesia de mártires. Y los mártires son aquellos que como nos
recordó el Libro del Apocalipsis, vienen de
la gran tribulación y han lavado sus vestidos, volviéndolos
blancos en la sangre del cordero.
Ellos tuvieron la gracia de confesar a Jesús hasta el final,
hasta la muerte. Ellos sufren, ellos dan la vida, y nosotros
recibimos la bendición de Dios por su testimonio. Y existen
también tantos mártires escondidos, esos hombres
y esas mujeres fieles a la fuerza humilde del amor, a la voz del
Espíritu Santo, que en la vida de cada día buscan ayudar a los
hermanos y de amar a Dios sin reservas.
Si miramos bien, la causa de toda persecución es el
odio del príncipe de este mundo hacia cuantos han
sido salvados y redimidos por Jesús con su muerte y con su
resurrección.
En el pasaje del Evangelio que hemos escuchado (Cfr. Jn 15,12-19)
Jesús usa una palabra fuerte y escandalosa: la palabra odio.
Él, que es el maestro del amor, a quien gustaba mucho hablar de
amor, habla de odio. Pero Él quería siempre llamar las cosas
por su nombre. Y nos dice: No se asusten. El
mundo los odiará; pero sepan que antes de ustedes, me ha odiado
a mí.
Jesús nos ha elegido y nos ha rescatado, por un don gratuito de
su amor. Con su muerte y resurrección nos ha
rescatado del poder del mundo, del poder del diablo, del
poder del príncipe de este mundo.
Y el origen del odio es este: porque nosotros hemos
sido salvados por Jesús, y el príncipe de este
mundo esto no lo quiere, él nos odia y suscita la
persecución, que desde los tiempos de Jesús y de
la Iglesia naciente continúa hasta nuestros días.
Cuántas comunidades cristianas hoy son objeto de persecución.
¿Por qué? A causa del odio del espíritu del mundo.
Cuántas veces en momentos difíciles de la historia se ha
escuchado decir: Hoy la patria necesita héroes. El
mártir puede ser pensado como un héroe, pero la cosa
fundamental del mártir es que fue un agraciado: es
la gracia de Dios, no el coraje, lo que nos hace mártires.
Hoy del mismo modo se puede interrogar: ¿Qué cosa
necesita hoy la Iglesia?. Mártires, testimonios, es decir,
Santos, aquellos de la vida ordinaria, porque son
los Santos los que llevan adelante a la Iglesia. ¡Los Santos!, sin
ellos la Iglesia no puede ir adelante. La Iglesia necesita de los
Santos de todos los días llevada adelante con coherencia; pero
también de aquellos que tienen la valentía de aceptar la gracia
de ser testigos hasta el final, hasta la muerte.
Todos ellos son la sangre viva de la Iglesia. Son los testimonios
que llevan adelante la Iglesia; aquellos que atestiguan que
Jesús ha resucitado, que Jesús está vivo, y lo testifican con
la coherencia de vida y con la fuerza del Espíritu Santo que han
recibido como don.
Yo quisiera, hoy, añadir un ícono más, en esta iglesia. Una
mujer, no se su nombre pero ella nos mira desde el cielo. Estaba
en Lesbos, saludaba a los refugiados y encontré un hombre de 30
años con tres niños que me ha dicho: Padre, yo soy
musulmán, pero mi esposa era cristiana. A nuestro país han
venido los terroristas, nos han visto y nos han preguntado cuál
era la religión que practicábamos. Han visto el crucifijo, y
nos han pedido tirarlo al piso. Mi mujer no lo hizo y la han
degollado delante de mí. Nos amábamos mucho.
Este es el ícono que hoy les traigo como regalo aquí. No sé si
este hombre está todavía en Lesbos o ha logrado ir a otra parte.
No sé si ha sido capaz de huir de ese campo de concentración
porque los campos de refugiados, muchos de ellos son campos de
concentración, debido a la cantidad de gente que es abandonada
allí.
Y los pueblos generosos que los acogen, que tienen que llevar
adelante este peso, porque los acuerdos internacionales parecen
ser más importantes que los derechos humanos. Y este hombre no
tenía rencor. Él era musulmán y tenía esta cruz de dolor
llevada sin rencor. Se refugiaba en el amor hacia su mujer,
agraciada con el martirio.
Recordar estos testimonios de la fe y orar en este lugar es un
gran don. Es un don para la Comunidad de San Egidio, para la
Iglesia de Roma, para todas las comunidades cristianas de esta
ciudad, y para tantos peregrinos. La herencia viva de los
mártires nos dona hoy a nosotros paz y unidad.
Ellos nos enseñan que, con la fuerza del amor, con la
mansedumbre, se puede luchar contra la prepotencia, la violencia,
la guerra y se puede realizar con paciencia la paz. Y entonces
podemos orar así: "Oh Señor, haznos dignos testimonios del
Evangelio y de tu amor; infunde tu misericordia sobre la
humanidad; renueva tu Iglesia, protege a los cristianos
perseguidos, concede pronto la paz al mundo entero. A ti ,Señor,
la Gloria y a nosotros la vergüenza".