.....HISTORIA DE NAVARRA......
La producción de miel en Navarra es de 300 toneladas al año
DN PAULA ZUBIAUR.PAMPLONA 3/07/2011
La desaparición de las abejas debería traer
consigo una revalorización de la miel, un
producto que no caduca. "Se han encontrado mieles en tumbas
egipcias que puede comerse, aunque solo endulzarían. La miel
debe consumirse en los dos años después de la extracción
porque en ese tiempo conserva intactas su propiedades",
detalla Eduardo Pérez de Obanos, veterinario de APIDENA. Una
subida del precio de la miel, en cambio, frenaría el consumo de
productos locales favoreciendo la importación.
En Navarra se producen anualmente 300 toneladas
de miel, aunque el consumo no llega al medio kilo por persona.
"La Administración debería hacer una campaña para
favorecer su consumo, como hace con la fruta o la verdura",
sugiere Eduardo. "Hay muy poca conciencia de la miel como un
buen alimento", dice a la vez que explica la rápida
asimilación que tiene nuestro cuerpo respecto de los azúcares
que la abeja transforma con su saliva a partir del néctar.
Aunque en la Comunidad foral se elabora miel a partir de
castaño, acacia, romero
la más característica es la que
se obtiene en la mitad Sur a partir del romero y en el Norte a
raíz del brezo. En la zona de la Montaña se
empleaba tradicionalmente una vasija compuesta a partir de un
cono de mimbre y caña recubierto de boñiga o barro que
resguardara a las abejas del mal tiempo. En el resto de
Navarra, como documenta la Enciclopedia Navarra, se
empleaban abejeras de piedra. La técnica que predomina en la actualidad
es la "colmena movilista", en concreto el
estadounidense conocido como Langstroth.
En esa extracción, los apicultores deben quitar solamente la
miel que le sobra a las abejas, ya que el resto la emplean ellas
para alimentarse el resto del año hasta que vuelve a llegar la
primavera, su época de reproducción.
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El Síndrome de Despoblamiento de Colmenas (CDD) está causado por el parásito varroa destructor
DN PAULA ZUBIAUR.PAMPLONA 3/07/2011
Antes, en la zona de la Montaña, se
sacrificaban colonias enteras de abejas. Con el fin de extraer la
miel, se practicaba en invierno el apicidio
conservando tan sólo ciertos grupos de abejas. Hoy día estos
insectos están protegidos. "Se están muriendo muchas
colmenas en todo el mundo. Dicen que en Estados Unidos se les
mueren medio millón de colmenas al año. En Europa descienden
cerca de un 30% de año en año", explica el veterinario que
trabaja en la Asociación de Apicultores de Navarra (APIDENA), el
pamplonés Eduardo Pérez de Obanos.
Parece que esos datos no cuadran con Navarra. En la Gran
Enciclopedia de Navarra (GEN), remitiéndose a datos de la Guía
de Navarra, se informa de que en 1948 había en esta comunidad
8.500 colmenas. En la actualidad, según datos facilitados por el
Gobierno de Navarra, se cuentan 12.325 distribuidas en más de
400 explotaciones. Además, el número de apicultores que había
en aquéllos lejanos años, 125, está muy por debajo de los 600
que estiman desde la asociación de apicultores.
Esos datos esperanzadores se explican por el resurgimiento de la
apicultura en los años 20 gracias a creación de la Escuela
Apícola por la Diputación Foral y, más adelante, por la
constitución de APIDENA en 1985. Pero los datos siguen sin ser
buenos. "Antes, hace 30 años, la gente mayor llegaba a
producir 40 kilos de miel sin casi trabajar. Ahora apenas recoges
10 ó 12 kilos", confiesa Pérez de Obanos a quien varios
puntos rojos en la mano y en el brazo le delatan como amante de
la apicultura.
Además de miel, las abejas producen cera, de gran importancia en
el pasado debido a la necesidad de iluminar casas e iglesias. Y
sustancias como el polen, obtenido solo por algunos de los
apicultores especializados que hay en Navarra, propóleos, jalea
real y veneno. De todos esos productos, lo más valioso de las
abejas no es la miel sino la polinización".
"Tendríamos muchas más lagunas desérticas", confiesa
el veterano apicultor desde su pequeño despacho en un polígono
industrial. "Hacen un papel insustituible", remarca con
gravedad.
Pero la realidad es que están desapareciendo, aunque todavía
pueden localizarse algunos enjambres en medio de la ciudad.
"Ahora no existen ya enjambres naturales. Si encuentras uno
en una moto es porque se le ha debido de escapar a un
apicultor", afirma sin asombro. El culpable de su muerte es
"un parásito, el varroa destructor, que debilita
tanto a las abejas que acaban muriendo por causas como la
contaminación o herbicidas".
El paso del destructor, que se observa en Europa desde
hace diez años, ha traído consigo un fenómeno conocido como el
Síndrome de Despoblamiento de Colmenas (CDD en inglés),
acuñado de ese modo desde el 2004-2005.
OCUPANDO EL LUGAR DE LAS ABEJAS
Eduardo califica la de este año como una buena primavera,
"con mucha floración" que se ha adelantado 20 días.
Con ella, los enjambres aparecieron también antes de tiempo y,
según los cálculos del veterinario, también alguno más de la
cuenta.
A veces aparecen enjambres en medio de la ciudad. "El
problema es que los humanos estamos ocupando los lugares que
antes ocupaban las abejas", explica Eduardo. "Las
abejas tienen querencia por los sitios. Se guían por la
posición del sol y parece que son capaces de reconocer aguas
subterráneas o el magnetismo de la tierra", añade a su
explicación de por qué se asientan a veces en la ciudad.
De todas formas, los asentamientos apícolas donde se ubican las
colmenas deben mantener unas distancias mínimas de centros
urbanos y núcleos de población (400 metros), de carreteras
nacionales (200), de caminos vecinales (25) y de pistas
forestales, donde no deben obstruir el paso.
Las normas que regulan los asentamientos, el clima y la geología
determinan el lugar y modo en el que se ubica la casa de
las abejas. En el norte, por ejemplo, se ubican la mayoría
de asentamientos, pero siempre de pequeño tamaño, debido al
relieve montañoso, la escasez de terreno llano y la ausencia de
grandes floraciones. En la zona media, en cambio, hay pocas
explotaciones pero de gran tamaño.