.. ..... .......... .La medicina de santa Hildegarda........Santa Hildegarda de Bingen amonesta al Papa.....Santa Hildegarda.....Explicaciones y desarrollos. ....Enseñanzas pontificias.. ........CRISTIANDAD FUTURA...

Los conocimientos transmitidos por la Luz viva mediante Santa Hildegarda

Santa Hildegarda, una llamarada de fuego

ReL 26.04.2012
José María Sánchez de Toca
Rafael Renedo Hijarrubia

En 1141, Hildegarda llevaba cinco años de abadesa cuando experimentó una iluminación que la dejó amedrentada y que ha dejado escrita: "A los cuarenta y tres años de mi vida en esta tierra, mientras estaba contemplando una visión celestial, vi un gran esplendor del que surgió una voz diciéndome: Oh frágil ser humano, ceniza de cenizas y podredumbre de podredumbre: Habla y escribe lo que ves y escuchas. Como eres tímida para hablar, ingenua para exponer e ignorante para escribir, anuncia y escribe estas visiones, no según las palabras de los hombres, sino tal como las ves y oyes ... Dirás [...] lo que ves y escuchas y escríbelo, no a tu gusto o al de algún otro ser humano, sino según la voluntad de Aquel que todo lo sabe, todo lo ve y todo lo dispone...".

"Sucedió que, en el año 1141 de la Encarnación de Jesucristo Hijo de Dios, cuando cumplía yo cuarenta y dos años y siete meses de edad, del cielo abierto vino a mí una luz de fuego deslumbrante que infundió todo mi cerebro y que inflamó todo mi corazón y mi pecho como llama viva que no abrasa, como el sol calienta las cosas al extender sus rayos... Y de pronto gocé del entendimiento de cuanto dicen las Escrituras: los Salmos, los Evangelios y todos los demás libros católicos del Antiguo y Nuevo Testamento, aun sin poseer la interpretación de las palabras de sus textos, ni sus divisiones silábicas, casos o tiempos...".

Hildegarda empezó a recibir en su alma la obra para la que había estado siendo preparada durante la primera mitad de su vida: "Yo, Luz viva que ilumina la oscuridad, forjé a Mi placer y milagrosamente esta criatura humana elegida para introducirla en las grandes maravillas, más allá de lo alcanzado por los antiguos pueblos [...] pero la tiré al suelo para que no se ensalzara su mente en la arrogancia [...] humilde y temerosa en todas sus obras, ha sufrido el dolor en sus entrañas y en las venas de su carne; atormentados el alma y los sentidos, su cuerpo soportó infinitos quebrantos: no conoce seguridad ninguna y en todos sus rumbos se juzgó culpable... he sellado todos los resquicios de su corazón para que su mente no se enaltezca por orgullo ni se gloríe, sino que sienta temor y pesar más que alegría y jactancia".

La Luz Viva no quería que Hildegarda utilizara sus propias palabras a su estilo, sino que se limitara estrictamente a repetir lo que oía en su alma: "Escribe según Yo y no según tí ".

Y de la misma forma que había forjado su instrumento, la puso en contacto con un monje (Fólmar, Volmar) del monasterio contiguo, "un hombre fiel y semejante a ella.Trabajaron unidos, luchando con afán celestial para que fueran revelados Mis hondos misterios".

La misión de Fólmar era pulir el latín puramente fonético de Hildegarda, que repetía lo que oía sin saber una palabra de gramática latina: "Como tú no recibes la sabiduría del Cielo en la forma normal [en que escriben latín] los humanos, pues no estás acostumbrada, él [Fólmar], sin añadir nada, debe ponerlo en el latín de los humanos".

Al principio Hildegarda se resistía a acometer una obra de la que se sentía incapaz: "Pero yo me resistí a escribir, no por pertinacia sino por humildad, hasta que el látigo de Dios me golpeó derribándome en el lecho de la enfermedad. Y así fue como, forzada por tantas dolencias, con el testimonio de una joven noble y de buenas costumbres, [Ricarda de Strade] y también de aquel religioso [Fólmar] a quien, según digo más arriba, secretamente había buscado y encontrado, empecé por fin a escribir".

Escrito por José María Sánchez de Toca y Rafael Renedo.

-----------------------------------

La doble visión de Santa HildegardaReL 18.04.2012
José María Sánchez de Toca
Rafael Renedo Hijarrubia

La vida de Hildegarda está claramente dividida en dos etapas: La segunda mitad de su vida, desde que en 1136 sus compañeras la eligieron abadesa a la muerte de su maestra Judit (Yuta, Jutta es la versión germánica de Judit) fue muy activa, pero en la primera fue una sencilla monja de clausura enfermiza. Hasta ese año no existe una línea ni una carta de Santa Hildegarda. Estaba aquejada por una dolencia contraída con la leche materna. Tanto su biógrafo como ella misma afirman expresamente que no tuvo estudios. A veces tan débil que no podía hablar, no estaba para estudios ni para investigaciones científicas como a veces se ha escrito. 

Hildegarda tuvo visiones desde antes de nacer:
"Cuando Dios me despertó a la vida en el seno de mi madre, puso en mi alma este don de la visión desde el primer momento en que me formaba", pero solo lo fue descubriendo progresivamente. En su autobiografía (conservada en parte por el monje Güiberto) escribió:
"Soy un ser humano encerrado en un claustro desde mi niñez, [...] sigo mirando en mi alma la visión ininterrumpidamente hasta ahora que tengo más de 70 años".

Explicaba así la forma en que recibía las visiones: "Desde mi infancia, desde los cinco años hasta el presente, he sentido prodigiosamente en mí la fuerza y el misterio de las visiones secretas y admirables, y la siento todavía. Y estas cosas no las he confesado a nadie, salvo a unas pocas personas que, como yo, también han emprendido la vida religiosa. He guardado silencio [...] hasta el día en que el Señor [...] quiso que las anunciara [...] las visiones nunca las percibí ni durante el sueño, ni en el reposo, ni en el delirio. Ni con los ojos de mi cuerpo, ni con los oídos del hombre exterior, ni en lugares apartados [...] las he recibido despierta, absorta con la mente pura, con los ojos y oídos del hombre interior, en espacios abiertos, según quiso la voluntad de Dios". 

La Luz Viva la exigía que repitiese las visiones con absoluta fidelidad, sin una brizna de cosecha propia:
"La luz de la caridad que me enseñó la sabiduría me ordena contar cómo me han venido estas visiones. Lo que sigue no lo digo con mis propias palabras, sino con las que me pone en la boca la sabiduría verdadera para que me exprese sobre mí; y me dice así: 
Escucha estas palabras, ser humano, e informa de ellas, no desde tu punto de vista, sino desde el Mío. Habla sobre tí misma como Yo te enseño". 

En otra ocasión explicó así las visiones de toda su vida: 
"Desde que tenía tres años ví una llamarada de luz tan grande que temblé hasta dentro de mi alma, pero yo era demasiado pequeña para poderme expresar. A los ocho años fui entregada a Dios en una comunidad conventual". 

"Hasta los 15 miré mucho, y en mi sencillez, de ello fue mucho también lo que conté, de modo que los que me oían se preguntaban maravillados de dónde venía y por quién lo tenía. Entonces caí en la cuenta [...] que los demás seres humanos no tenían este don y en adelante escondí lo mejor que pude estas miradas a mi alma. 
De las cosas de la vida exterior no sabía mucho porque frecuentemente padecía una enfermedad que me llegó con la leche materna, que me adelgazaba la carne y disminuía mis fuerzas. Lo llevaba mal y pregunté a mi educadora [Judit] si ella también veía algo además de las cosas exteriores, pero no me pudo contestar porque no veía nada. Entonces me acometió una gran angustia y ya no me atreví a manifestarme a nadie".

"A pesar de todo, seguí con la costumbre de contar algunas veces cosas del futuro, y otras veces dictarlas. Y si alguna vez estaba completamente invadida por la visión, decía muchas cosas que mis oyentes encontraban muy raras. [...] me avergonzaba mucho y lloraba mucho, y si hubiera podido me hubiera callado muy a gusto. [...] no me atrevía a contar a nadie cómo miraba. Solo lo supo aquella noble mujer a quien estaba confiada para educarme, quien informó a un monje de los que estaban contiguos". 

Hildegarda describe un estado de visión continua e independiente de la realidad física, una visión doble y simultánea, una física y otra espiritual, que en alemán se llama Doppelschauung, y para la que en español no se que haya palabra, seguramente porque entre nosotros no haya hecho falta. Era un don involuntario que día y noche ponía "visiones" ante su "mirada interior" a lo que por cierto no llama "ver" (sehen) sino "mirar" (schauen). A Hildegarda no se la conocieron fenómenos místicos como estigmas o levitación. Procuraba esconder sus visiones, no entraba en éxtasis y no tenía ni arrobos ni sueños. 

Escrito por José María Sánchez de Toca y Rafael Renedo


Más en 
www.hildegardiana.es

------------------------------------------

Santa Hildegarda, una doctora sin instrucciónReL 16.04.2012
José María Sánchez de Toca
Rafael Renedo Hijarrubia

Santa Hildegarda de Bingen (que al oído suena Binguen) fue una mujer extraordinaria y sigue siendo una santa muy peculiar. Todavía no está canonizada oficialmente (lo que desde luego no significa que no sea santa); no era de Binguen, que se la ha apropiado como Padua se apropió del lisboeta San Antonio, y además la van a nombrar doctora cuando consta que jamás recibió instrucción.

Hildegarda nació probablemente en 1098, cuando "languidecía la doctrina de los apóstoles y se empantanaba la justicia"¹: La Iglesia de Oriente había roto la unidad de la Cristiandad, y en Occidente ardía la contienda sobre quien debía nombrar a los obispos que, además que, además de poder espiritual, eran riquísimos y tenían soldados, vasallos y jurisdicción territorial.

Hildegarda de Binguen seguramente no nació en Bingen, la pequeña ciudad que guarda sus restos, sino probablemente en la casa fuerte de su padre, como San Ignacio. El padre, del que se conserva la firma Hildevertus von Ververheim, era Freiherr, es decir, barón de Bermersheim un lugar a este lado del Rin. Hildegarda pasó toda su vida en el ángulo que forma el Rin entre bosques y viñedos, cuando topa en Maguncia con el Taunus y tuerce al Sureste para abrirse paso en Binguen. Hildegarda no vio más mundo que éste, ni siquiera las cuatro veces que la reclamaron que saliera a predicar.

Según Güiberto de Gembloux que asistió a Hildegarda los dos últimos años de su vida (1177-1179), la familia era muy importante: "tenía gran nombre, sobresalía en orgullo de aristocracia secular, desbordaba de influencia a causa de la riqueza del país, y era extremadamente importante por su fama reconocida". Cien años después, Teodorico de Echternach escribió: "Cuando Enrique IV era rey del Sacro Imperio Romano, vivía en aquel tiempo en Galia [es decir, del lado de acá del Rin] una doncella bien conocida tanto por su ascendencia aristocrática como por su santidad. Se llamaba Hildegarda. Su padre era Hildeberto y su madre Matilde". Era una familia de la "nobleza libre" (es decir, no eran vasallos de nadie). Hildegarda, que era muy humilde, siempre tuvo clara conciencia de su linaje, pues la humildad, dice Santa Teresa, consiste en andar en la verdad.

De la familia sabemos algo por el mismo Güiberto: el hermano mayor Drutvin, que seguramente heredó el señorío; Rorico (Rodrigo) que fue sacerdote y Hugo, maestro del coro de la catedral de Maguncia y rector del monasterio de su hermana sus cuatro últimos años de vida. Cuatro parientes: Irmgard, Yuta, Odilia y Clemencia, que fue también monja en su monasterio. Arnoldo, Arzobispo de Tréveris entre 1169 y 1184, y su hermano Vétselin que fue rector de San Andrés de Cololacionada sino que tenía una sólida posición social que pudo respaldarla en sus difíciles empresas.

Era la décima y última hija de sus padres, un matrimonio piadoso que gemía por la situación del mundo y de la Iglesia, y que la dedicó a Dios antes de nacer² . La niña era muy especial, y a los ocho años, sus padres la encomendaron a la tutela de la viuda Uda de Gollheim, y de Yuta (Jutta) de Sponheim, ocho años mayor que ella y que se había entregado a Dios dos años antes. En 1108 las monjas, que ya eran cuatro, pues se había incorporado otra niña para que Hildegarda tuviera compañera, se instalaron en una clausura aneja al monasterio benedictino de Monte Disibodo. Allí vivió Hildegarda en oración y trabajo bajo la Regla de San Benito, hasta que en 1136, a la muerte de Yuta, la comunidad de monjas la eligió abadesa. Tenía 38 años y era una mujer delicada y enfermiza. Sabía leer y escribir el alemán sencillo que todavía no había complicado Lutero, pero ignoraba la gramática latina, aunque estaba acostumbrada a rezar el Salterio en latín, la lengua de la Iglesia de Occidente.

Ante la ingente masa de datos y conocimientos de todo orden que encierran las obras de Hildegarda, Wasmann, su primer biógrafo del siglo XX, hizo la conjetura de que pudo instruirla un obispo sueco. Más recientemente, una biógrafa nos la pinta como precursora de la investigación científica, ¡como si hubiera podido comprobar personalmente lo que dijo de las ballenas! La evidencia documental es abrumadora; ella misma escribía a San Bernardo: "Desde mi niñez no he estado segura ni un instante... soy una niña humana sin formación, que no ha sido instruída de ningún modo en las cosas de fuera, sino sólo se me ha enseñado en mi interior a través de mi alma, así que solamente puedo hablar como en dudas"³ . En otro lugar, hablando de Yuta dice: "Me educó cuidosamente en el ropaje de la humildad y la inocencia, y solamente me enseñó los cantos de David y a cantar los salmos. Fuera de este conocimiento sencillo de los salmos no recibí ninguna instrucción, ni en lecturas ni en música"* .

La futura doctora de la Iglesia no había recibido la menor instrucción humana.

(Continuará. Más en
www.hildegardiana.es ).

El artículo ha sido escrito por José María Sánchez de Toca y Rafael Renedo

--------------------------------------------------------------
1 Patrología Latina (PL) Tomo 197, 102D/103A.
2 PITRA: Analecta Sacra, p. 408
3 PL 189C ss, TE p. 105
4 TE p. 47; PL 93 A/B

--------------------------------------

El Scivias de santa Hildegarda

ReL 29.04.2012
José María Sánchez de Toca
Rafael Renedo Hijarrubia

Entre 1141 y 1151 Hildegarda estuvo ocupada en transmitir el libro que ahora llamamos Scivias, (de Sci Vias, "Conoce los caminos"). Durante diez años, lo que oía en su interior lo copió en tablillas enceradas (que en las miniaturas parece más bien un pizarrín) o lo fue dictando, a veces a la monja Ricarda de Stade o a su fiel secretario el monje Fólmar, "que corregía los casos, los tiempos y los géneros de las palabras latinas sin tachar ni añadir nada" . 

El dictado avanzaba despacio, menos de 20.000 palabras al año. porque recibir, dictar y revisar el Scivias no eximía a Hildegarda de sus deberes de abadesa, especialmente desde que en 1145 la Luz Viva la ordenó que ella y sus monjas, que ahora eran casi una veintena, salieran del doble Monasterio de San Disibodo donde habían vivido hasta ahora, para ir a fundar otro en el Monte de San Roberto (Rupertsberg), una colina agreste donde ahora está la ciudad de Binguen. 

Las propias monjas -todas ellas doncellas nobles- tuvieron que rozar el monte, lo que hicieron con evidente disgusto y conatos de motín. Para la frágil abadesa fue durísimo salir de los amados muros de la clausura donde había entrado de niña, y además tuvo que enfrentarse a los monjes de San Disibodo que no estaban dispuestos a perder aquella joya que daba lustre y prestigio al monasterio. Hildegarda apeló al obispo de Maguncia y hubiera apelado al Papa, que por esos años se había convertido en fan suyo. 

La comunidad masculina sólo accedió a la separación a la muerte de su abad Cuno, pero no dejó de incordiarlas con pequeñeces durante años.

El papa Eugenio III, que asistía a un Concilio (1147/1148) en la cercana Tréveris, leyó la primera parte del Scivias y, entusiasmado, la sometió al parecer de los teólogos quienes informaron que Hildegarda era una monja irreprensible, digna de fe y sumamente espiritual. En consecuencia, el Papa escribió a Hildegarda una alentadora carta de reconocimiento.

El Scivias, la primera obra recibida y transmitida por Santa Hildegarda, consta de 26 visiones que describe minuciosamente antes que la Luz Viva (Luz de Amor, Luz Indeficiente) se las vaya explicando una a una. Las 26 visiones se agrupan en tres partes de 6, 7 y 13 visiones.

La Luz dijo a Hildegarda que esta primera obra sería fácil y dulce como la leche a fin de prepararla progresivamente para tareas de mayor dificultad. La Primera Parte trata del Creador, la Creación y las relaciones entre Dios, el hombre y el cosmos. Las visiones comienzan con el conocimiento de Dios, la visión del Señor sobre el Monte Santo y la creación de los ángeles. Lucifer se ensoberbeció, fue arrojado de la gloria celestial, y para él y sus seguidores se crearon la Gehenna y otros tormentos. A esto sigue el origen de la humanidad, la caída, sus consecuencias y el destierro del Paraíso. 

Al perder su perfección con el pecado, el hombre dejó de ser señor del Universo y quedó ligado y subyugado por él. El Scivias trata el Universo y el significado del sol y de las estrellas; en general, cada visión pone en relación una realidad física con otra espiritual, y así por ejemplo, el fuego y el trueno dan pie para hablar del homicidio. Esta parte contiene una interesante clasificación de seres humanos en tres grupos. También dice que la Sinagoga fue madre de la Encarnación, pero se ha quedado ciega, Concluye con la descripción de los coros angélicos.

La Segunda Parte se ocupa de la Trinidad y expone con alegorías (el fuego, la piedra, la voz humana) la mutua relación entre las Personas divinas. Trata de la Palabra hecha carne, su esposa la Iglesia, y los sacramentos, y al hilo de ello, la pareja humana, la procreación, la sexualidad natural y antinatural, la masturbación y la fornicación. La Luz se manifiesta opuesta a que los padres ofrezcan a sus niños sin consultar su voluntad. Esta Parte finaliza con la descripción de las mlas artes de la Serpiente antigua. 

La Tercera Parte es más profética y muy compleja. Comienza con una gran alegoría de cómo el Espíritu Santo edifica con virtudes el Reino de Dios, al que describe en forma de edificio con torres o columnas. Las visiones 11ª y 12ª son profecías de gran aliento sobre los destinos de la Humanidad y de la Iglesia, y la visión 13ª termina con la bellísima Sinfonía de Santa María, seguida por las de los coros de los ángeles y los santos, y una especie de Auto Sacramental.

El Scivias fue la primera obra de Santa Hildegarda que se tradujo a una lengua moderna (1513), y también la primera traducida al español (1999). 

Escrito por José María Sánchez de Toca y Rafael Renedo. 

Agradeceremos ideas y sugerencias para un encuentro informal sobre Santa Hildegarda, donde devotos y curiosos podamos conocernos e intercambiar experiencias. 
Los interesados pueden dejar comentarios y mantendremos un diálogo para organizar dicho encuentro...

Más información en 
www.hildegardiana.es

--------------------------------------------------

La medicina de santa Hildegarda

2.05.2012
José María Sánchez de Toca
Rafael Renedo Hijarrubia

Acabado el Scivias, Hildegarda dictó entre 1151 y 1158, en los intervalos de sus ocupaciones ordinarias varias obras muy diversas, llamadas "menores", dos de las cuales son de asunto médico y dietético y al parecer las dictó como un todo único llamado "Libro de la sutileza de la diversa naturaleza de las cosas creadas" (Liber subtilitatum diversarum naturarum creaturarum). 

Cuarenta años después de su muerte, esta obra ya estaba separada en dos: “Libro de Medicina Sencilla”, (Liber simplicis medicinae) también conocido como "Física" (Physica) y “Libro de Medicina Compleja” (Liber compositae medicinae) más conocido como Causae et Curae, (Causas y Remedios). 

El libro de medicina simple, la Física, describe en nueve secciones o libros la utilidad para el hombre de las cosas creadas más comunes: las plantas, los elementos, los árboles, las piedras, los peces, los pájaros, los animales terrestres, los reptiles y los metales. No es un libro médico, pues no relaciona enfermedades ni sistematiza remedios, sino más bien una exposición de las propiedades y la utilidad directa de las criaturas más corrientes. 

La otra mitad, el libro de medicina compuesta, Causae et Curae, más breve, es un tratado originalísimo de medicina y fisiología que comienza con la Creación, el hombre y su dependencia del cosmos, y que contiene tres secciones puramente médicas que describen el funcionamiento del cuerpo, regulado por secrecciones internas cuyo desequilibrio provoca las diferentes enfermedades y sus remedios. 

Cada obra tiene distinto destinatario: una es de divulgación y otra para profesionales, pero entre las dos no agotan lo que ha dado en llamarse "Medicina de Santa Hildegarda", pues las obras mayores de Santa Hildegarda (Scivias, Divinorum Operum y Vitae Meritorum) contienen menciones a veces relativamente extensas, de procesos fisiológicos que completan la doctrina de sus libros de medicina. 

En sus obras teológicas, Hildegarda compara muchas veces los proceso del alma a los del cuerpo, o los procesos del cuerpo a los fenómenos cósmicos, geológicos, astronómicos y meteorológicos, desde puntos de vista muy originales y con frecuencia sugestivos.

Durante mucho tiempo la "Medicina de Santa Hildegarda" se citó como una curiosidad de la Historia de la Medicina, pero en realidad no la conocía nadie y así, por ejemplo, un prestigioso historiador de la Medicina habla de ¡San Gil de Garde! Con semejante ignorancia no es extraño que el innegable saber médico y fisiólogico de Hildegarda, se haya atribuído -aunque sin prueba alguna- a la "sabiduría popular germánica", a "un compendio del conocimiento médico medieval", y que se haya dicho de Hildegarda que era una "investigadora científica". Cuando los hechos contradicen los prejuicios, se inventa algo y no pasa nada. 

Pero no es verdad. El saber médico de la Edad Media era de origen judío y musulmán, ámbitos que habían recogido y transmitían los conocimientos médicos de la Antigüedad grecolatina. Nada de ello hay en Hildegarda. Y en cuanto a la sabiduría popular germánica, es mucho suponer, incluso para el Herrenvolk, que los antiguos germanos supieran que las ballenas rascan el fondo del mar con la boca abierta. Si no se acepta el origen divino del saber de Hildegarda, lo honrado es calificarlo de inexplicable, pero es anticientífico atribuirla características que no tiene, basándose en conjeturas o prejuicios. 

Distinto es si lo que nos ha llegado contiene lo que dictó Santa Hildegarda, pues a la vista del desorden de los índices de la edición de 1533 y de la repetición de algunos capítulos, cabe pensar que se haya modificado en copias sucesivas. Sin embargo, el manuscrito que sirvió para la edición de París es sensiblemente igual al más antiguo, de modo que salvo los errores de copista, la obra es la que dictó Santa Hildegarda.

Para Santa Hildegarda la curación depende de recuperar la amistad con Dios, pues solo Él puede dar la vida plena, la salvación y la salud. Al exponer remedios, la Física dice "sanará", "mejorará" o "se curará si Dios quiere" porque a veces la curación de un enfermo podría perjudicar la salvación de su alma. 

El creyente no está libre de enfermedades, pero la evidencia muestra que tiene menos tendencia a contraer algunas y que su recuperación puede ser más rápida. El dolor es menos traumático para quien goza de buena salud espiritual que para el que sufre sin ella. Al preguntarse ¿qué quiere decirme Dios con esta enfermedad? el creyente reflexiona sobre su vida y afronta con menos angustia la enfermedad, porque sabe que Dios la quiere o la permite y que todo sucede para nuestro bien. 

Toda esta sabiduría había quedado ignorada hasta que empezó a aplicarla en Austria, Suiza y Alemania el Dr. Hertzka. 

La Física de Santa Hildegarda fue traducida al español del tomo 197 de la Patrología Latina de Migne en latín por Rafael Renedo Hijarrubia
. Fue publicada en 2009 por la Editorial Akrón (se puede pedir a
info@csed.es ). Puede verse una amplia muestra de la obra en www.hildegardiana.es

Éste artículo ha sido escrito por Rafael Renedo y José María Sánchez de Toca