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Lo malo del legalismo y lo peor
Para saltarse las normas, se suele hablar culpabilizadoramente de legalismo y culpabilizar al cumplidor de legalista, aniquilando primero moralmente a la ley: lo malo no es el comportamiento transgresor, lo malo es pretender que haya normas, eso es legalismo. Pero decir que la ley es mala, no es cristiano, no es evangélico.
Lo que enseña Jesús en el evangelio es que no hay que dejar de cumplir ningún precepto, ni siquiera el más pequeño:
«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello».
(Mt 23,23).
«No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos. Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos».
(Mt 5,17-20).
Es en el maniqueísmo donde se dice que la ley es mala, y los tribunales, los jueces, las multas y los castigos. No en la Iglesia Católica (Véase el libro de José Miguel Arráiz ¿Dios castiga?).
Lo malo del legalismo es creer que cumplir las normas es la causa de la santidad y de la gracia de Dios, en vez de creer, que por el contrario, cumplir las normas dadas por Dios es consecuencia de la gracia de Dios, que, valga la redundancia, Dios nos da gratuitamente.
Lo malo es el fariseísmo que convierte la ley de Dios en legalismo. Que sustituye las normas de Dios en normas de ellos
Y aún es peor el legalismo de izquierda, que proclama que la ley de Dios es ilegal, y que es legalismo. El maniqueísmo completo proclama como las brujas de Macbeth:
El mal es bien y el bien es mal.
Es el imperio del misterio de iniquidad. Bajo el que estamos hace tiempo y cada vez con mayor y más total opresión. El misterio de la anomía, dice en griego la epístola de san Pablo. Literalmente, el misterio de la ilegalidad. Y ahora ya se proclama que son malas las normas de Dios, que da la Iglesia. Y que son buenas y obligatorias las transgresoras normas de ellos. Se proclama incluso por eclesiásticos del alto clero.
«El misterio de la iniquidad está ya en acción; apenas se quite de en medio el que por el momento lo retiene, entonces se manifestará el impío, a quien el Señor Jesús destruirá con el soplo de su boca y aniquilará con su venida majestuosa». (2Tes 2,7).