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Tres extractos de la tercera parte de la trilogía del Papa sobre Jesús de Nazareth, La infancia de Jesús
José Enrique Mújica ReL 10.10.2012
Editores de 32 países ya están en diálogo
con la Librería Editorial Vaticana para publicar el nuevo
libro de Benedicto XVI, La infancia de
Jesús, en más de 20 idiomas. El
nuevo libro del Papa, tercera y última parte de la trilogía
sobre Jesús de Nazareth, ha sido presentado en su
versión original en lengua alemana en la Feria internacional del
libro en Frankfurt (10 a 14 de octubre de 2012) y antes de
Navidad estará disponible en su versión italiana.
L´Osservatore Romano adelantó tres extractos
del libro en la página 5 de la edición en lengua
italiana del 10 de octubre de 2012: se trata de la premisa que el
mismo Joseph Ratzinger pone como introducción al libro (al que
él llama pequeña antesala de los dos volúmenes
precedentes), algunos párrafos del capítulo Cuándo
nació Jesús y otros más del capítulo Aquel niño
envuelto en pañales.
Por su interés ofrecemos en lengua española esos extractos a
los lectores de ReL. Seguramente el libro
saldrá en castellano también antes de Navidad por
lo que ya desde ahora hay que tomarlo en consideración como
oportuno regalo para esas fechas.
La premisa de Benedicto XVI
Espero que pueda ayudar a muchas personas. Por fin puedo entregar
en manos del lector el pequeño libro por largo tiempo prometido
sobre los relatos de la infancia de Jesús.
No se trata de un tercer volumen, sino de una especie de pequeña
antesala de los dos volúmenes precedentes sobre la
figura y el mensaje de Jesús de Nazaret. Aquí he buscado
interpretar ahora, en diálogo con los exégetas del pasado y del
presente, lo que Mateo y Lucas narran al inicio de sus Evangelios
sobre la infancia de Jesús.
Una interpretación justa, según mi convicción, requiere dos
pasos. Por un lado hay que preguntarse qué querían decir con su
texto los respectivos autores, en el momento histórico: es el
componente histórico de la exégesis. Pero no basta con dejar el
texto en el pasado, archivándolo así entre las cosas
acontecidas hace tiempo. La segunda pregunta del exégeta justo
debe ser: ¿es verdad lo que se ha dicho? ¿Me afecta? Y si me
afecta, ¿cómo lo hace? Ante un texto como el bíblico, cuyo
último y más profundo autor, según nuestra fe, es Dios mismo,
el interrogante sobre la relación del pasado con el presente
forma indefectiblemente parte de nuestra interpretación. Con
ello la seriedad de la investigación histórica no disminuye,
sino que aumenta. Me he apresurado a entrar, en este sentido, en
diálogo con los textos.
Con ello soy bien consciente de que este coloquio en el
entrelazado entre pasado, presente y futuro jamás podrá
acabarse y que toda interpretación se queda atrás respecto a la
grandeza del texto bíblico. Espero que el pequeño libro, a
pesar de sus limitaciones, pueda ayudar a muchas personas en su
camino hacia y con Jesús.
Castelgandolfo, en la solemnidad de la Asunción de María al
Cielo. 15 de agosto de 2012
Benedicto XVI
Cuándo nació Jesús
Jesús nació en una época determinable con precisión. Al
comienzo de la actividad pública de Jesús, Lucas ofrece de
nuevo una datación detallada y cuidadosa de aquel momento
histórico: es el décimo quinto año del imperio de Tiberio
César; se menciona además al gobernador romano de ese año y a
los tetrarcas de Galilea, Iturea y Traconítide, así como de
Abilene, y después a los jefes de los sacerdotes. Jesús no
nació y apareció en público en el impreciso una
vez del mito. Él pertenece a un tiempo exactamente datable
y a un ambiente geográfico exactamente indicado: lo universal y
lo concreto se tocan recíprocamente.
En Él, el Logos, la Razón creadora de todas las cosas, ha
entrado en el mundo. El Logos eterno se ha hecho hombre, y de
esto forma parte el contexto de lugar y tiempo. La fe está unida
a esta realidad concreta, si bien, en virtud de la Resurrección,
el espacio temporal y geográfico es superado y el ir por
delante a Galilea (Mateo 28, 7) por parte del Señor
introduce en la vastedad abierta de la humanidad entera (cfr.
Mateo 28, 16 ss).
[De la página 36 del manuscrito]
Aquel niño envuelto en pañales
María envolvió al niño en pañales. Sin
sentimentalismo alguno, podemos imaginar con qué amor habrá ido
María al encuentro de su hora, habrá preparado el nacimiento de
su Hijo. La tradición de los iconos, con base en la teología de
los Padres, ha interpretado pesebre y pañales también
teológicamente. El niño bien envuelto en pañales se ve como un
reenvío anticipado de la hora de su muerte: Él es desde el
principio el Inmolado, como veremos aún con más detalle
reflexionando sobre la palabra acerca del primogénito. Así el
pesebre se representaba como una especie de altar.
Agustín interpretó el significado del pesebre con un
pensamiento que, en un primer momento, se presenta casi
inconveniente; pero, examinado con mayor atención, contiene en
cambio una profunda verdad. El pesebre es el lugar donde los
animales encuentran su alimento. Pero ahora está acostado en el
pesebre Aquel que se indicó Él mismo como el verdadero pan
bajado del cielo como el verdadero alimento del que el
hombre tiene necesidad para su ser persona humana. Es el alimento
que da al hombre la vida verdadera, la eterna. De este modo, el
pesebre se convierte en una remisión a la mesa de Dios a la que
el hombre está invitado, para recibir el pan de Dios. En la
pobreza del nacimiento de Jesús se delinea la gran realidad, en
la que se realiza de forma misteriosa la redención de los
hombres.
[De la página 38 del manuscrito]