LA ILUSTRACIÓN
La Ilustración es la creencia racionalista de que la
ciencia y la educación al margen de la Iglesia llevará al
hombre a su perfección moral.
La creencia supersticiosa
de que el saber racionalista separado de lo sobrenatural,
llevaría a la virtud y a la perfección al pueblo (aun en contra
de su voluntad).
El despotismo ilustrado es la culminación de la monarquía
absoluta cuando los ilustrados son dueños del Antiguo Régimen
en la segunda mitad del XVIII. Su objetivo dicen que es "hacer
a los individuos virtuosos y a los pueblos felices",
arrancándoles de sus tradiciones populares a las que los
ilustrados llaman supersticiones, especialmente a la religión
católica. Todo para el pueblo, pero sin el pueblo.
Como racionalista que es, la Ilustración, es un intento de
revolución con orden, mediante la educación y multitud de
proyectos económicos, manteniendo las riendas del poder. Pero
les estalla la revolución liberal, que procede de la
Ilustración por vía de ruptura. Las ideas de los ilustrados,
los autodenominados filósofos, causaron la crisis de la
monarquía en cuyo nombre actuaban. La crítica de Cevallos
a la Ilustración la mostraba como crimen de Estado, además de falsa filosofía.
Pretenden que el pueblo crea que será llevado a su perfección y
a la felicidad al margen de la religión y gracias a la
educación y a los proyectos económicos de los
ilustrados bajo el poder absoluto de la corona que ellos ejercen.
Los proyectos de los ilustrados los realizarán los
liberales, la nueva generación formada en las ideas
inculcadas por los ilustrados, pero que descubren que pueden
ejercer un poder aún más absoluto en nombre del Pueblo,
que en nombre del rey. Se beneficia la alta
sociedad oligárquica en ambas
situaciones.
LA ILUSTRACIÓN (ampliación)
La Ilustración es la creencia
de que la ciencia y la educación al margen de la Iglesia
llevará al hombre a su perfección moral.
Es el intento, imperante en las clases altas y en los gobiernos
de la segunda mitad del XVIII, de cimentar todos
los aspectos de la vida social en un naturalismo racionalista.
Naturalismo es descartar, en la práctica, a Dios y a su Iglesia,
descartar lo sobrenatural.
Racionalismo es, en la práctica, la creencia de que la razón
humana es lo máximo existente; no es racional, es una creencia
irracional, porque no se puede demostrar racionalmente, por
consiguiente es una creencia supersticiosa, porque superstición
es atribuir poderes a lo que no los tiene. Descartar la
sobrenaturalidad de la Iglesia es, en la práctica, convertir al
hombre en el ser supremo pretendidamente, porque en realidad es
dejarle huérfano o declararle hijo de padre desconocido.
La Ilustración, llamada Iluminismo en otros
países, hace que se llame al siglo XVIII el Siglo de las
Luces, que son las luces de la razón huérfana. Y
también se denomina Enciclopedismo, por el
proyecto desarrollado por los ilustrados franceses, que se
hacían llamar "los Filósofos", de
recopilar en La Enciclopedia todo el saber existente teñido de
racionalismo, según la creencia supersticiosa de que el saber
racionalista separado de lo sobrenatural, llevaría a la virtud y
a la perfección al pueblo (aun en contra de su voluntad). Esa
creencia supersticiosa en la razón desemboca durante la
Revolución Francesa en la entronización en la catedral de
París del culto a la diosa Razón personificada en una mujer
descarriada.
La Ilustración es en religión
el deísmo, que admite que Dios existe y que ha
creado el universo y al hombre, puesto que está demostrado
filosóficamente, es decir, con la sola luz de la razón, lo que
expresaba Voltaire, el ilustrado más radical, diciendo que
"no hay reloj sin relojero"; pero el deísmo tiene la
creencia de que Dios ya no se relaciona más con el hombre y que
la sociedad humana no debe estructurarse en coherencia con ese
hecho de la existencia de Dios.
En las artes, la Ilustración es el neoclasicismo tras el rococó;
su filosofía es el viejo racionalismo del XVII devaluado, aunque
vulgarizado para ponerlo al alcance de las tertulias de los
salones de la alta sociedad.
La educación es
para los ilustrados la clave para llevar al pueblo a ser feliz
bajo su poder absoluto.
Además de controlar la enseñanza universitaria y sacerdotal,
crearon entidades culturales y científicas, con una mentalidad
redentora, en la creencia de que la cultura y sus aplicaciones
económicas llevan a la "virtud", que es como
denominaban los ilustrados a lo que sus continuadores de hoy
denominan ética laicista separada de la Iglesia y contraria a
ella.
Sociológicamente la Ilustración es sostenida por la mayor parte de la alta sociedad (gran parte de la aristocracia con la realeza al frente, la mayor parte de los intelectuales y de la burguesía, donde la hay, e incluso parte del alto clero). El pueblo, por su parte, no sólo sigue apegado a la vida tradicional, sino que la sigue haciendo avanzar, como se ve desde los niveles más superficiales del desarrollo del folclore, hasta los más profundos del desarrollo de la moderna devoción al Sagrado Corazón de Jesús, que expresa y cimenta aquella síntesis de la religión y de la vida que es el núcleo de la tradición.
La Ilustración es un intento de hacer una revolución con orden, una revolución desde arriba.
El sistema político de la
Ilustración es el
despotismo ilustrado,
que es la culminación de la monarquía absoluta cuando los
ilustrados son dueños del Antiguo Régimen en la segunda mitad
del XVIII.
Su objetivo dicen que es "hacer a los individuos virtuosos y
a los pueblos felices", arrancándoles de sus tradiciones
populares a las que los ilustrados llaman supersticiones,
especialmente a la religión católica.
Todo para el pueblo, pero sin el pueblo.
Como racionalista que es, la Ilustración, es un intento de
revolución con orden, mediante la educación y una multitud de
proyectos económicos, manteniendo las riendas del poder. Pero
les estalla la revolución liberal, que procede de la
Ilustración por vía de ruptura.
Las ideas de los ilustrados, los autodenominados filósofos,
causaron la crisis de la monarquía en cuyo nombre actuaban.
Pretenden que el pueblo crea que será llevado a su perfección y
a la felicidad al margen de la religión y gracias a la
educación y a los proyectos de los ilustrados bajo el poder
absoluto de la corona que ellos ejercen.
Los proyectos de los ilustrados los realizarán los liberales, la
nueva generación formada en las ideas inculcadas por los
ilustrados, pero que descubren que pueden ejercer un poder aún
más absoluto en nombre del Pueblo, que en nombre del rey.
Se beneficia la alta sociedad en ambas situaciones.
El regalismo, incluido en el absolutismo de los ilustrados, es la política de control del gobierno del rey sobre la Iglesia, imponiéndole las regalías o supuestos derechos absolutos del rey a mandar en la Iglesia como en todos los demás asuntos y personas de sus dominios. Nace de las ideas cesaristas de la Baja Edad Media que cristalizan en las monarquías autoritarias del Renacimiento y desembocan en las monarquías absolutas, y, sobre todo, en el despotismo ilustrado del XVIII y, después de la revolución liberal, en la prepotencia del Estado contemporáneo, que se basa en la doctrina del Pueblo Soberano, aún más absoluto supuestamente también.
La fisiocracia (sistema económico de la Ilustración) propugna
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EL MERCANTILISMO
Sistema económico intervencionista
(porque el Estado interviene en la economía) y proteccionista
(porque interviene, en particular, poniendo barreras aduaneras a
las importaciones para proteger la producción nacional de la
competencia de los productos extranjeros) con el objetivo de
aumentar el poder del Estado, y en particular las reservas de oro
y plata, desarrollado como un instrumento de la monarquía
absoluta desde el XVII sobre todo por el Intendente Colbert en la
Francia de Luis XIV (colbertismo) y continuado
durante el XVIII.
La fisiocracia se contrapone al mercantilismo, pero los
ilustrados e incluso los liberales, paractican el mercantilismo
cuando les conviene.
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Se podría considerar como premercantilismo,
entre otras medidas de los Reyes Católicos, la reserva del
mercado de las Indias para Castilla centralizado en la Casa
de Contratación desde 1503. Pero no habrá una
política económica mercantilista de España en las Indias,
porque se permite e incluso se fomenta la producción de
manufacturas en aquellos países hispanos, aunque hacen la
competencia a las de la propia España, lo cual es considerado
con sorpresa y crítica por historiadores y economistas
extranjeros. En las Indias se fomentó, al mismo nivel que en
España, no sólo el desarrollo económico, sino el cultural con
la creación de Universidades.
Una de las prácticas del mercantilismo, inexistente en España,
es el llamado eufemísticamente "pacto colonial",
como el llevado a cabo por Inglaterra, consistente en que las
colonias son reducidas a producir exclusivamente materias primas
y a venderlas a la metrópoli, y ésta las elabora y las
transforma en productos manufacturados, y las exporta a sus
colonias sin competencia, porque el "pacto colonial"
empieza por prohibir la manufacturación en las colonias y, caso
de que exista, como pasaba en la India, suprimirla previamente.
Las colonias son mantenidas en el atraso económico, social y
cultural mediante el mercantilismo. Las Leyes (Acts) de
Navegación adoptadas por Inglaterra entre 1651 y 1660
monopolizan el comercio de su imperio en favor de la flota de su
metrópoli y serán un poderosísimo medio de conseguir la
hegemonía naval y el dominio del mundo. Son medidas típicamente
mercantilistas. Después Inglaterra, dueña del comercio y único
país industrializado hasta mediados del XIX propugnará el librecambismo
para que los demás países bajen las barreras aduaneras con las
que protegen su producción de la competencia de los productos
industriales británicos con los que no pueden competir, y
buscará penetrar en el mercado hispanoamericano y adueñarse de
él. La liberalización del comercio con América implantada por
los ilustrados españoles en 1778 y la supresión de la Casa de
Contratación en 1790 servirá muy bien a sus propósitos. Pero
Inglaterra sigue manteniendo el proteccionismo
de los productos que son más caros de producir en ella, como el
trigo, reservándose el mercado interno de su propio país,
mediante las Leyes del Trigo, y su hegemonía naval mediante las
Leyes de Navegación, hasta mediados del XIX. Hasta 1846
concretamente no se derogan las Leyes del Trigo y hasta 1849, las
Leyes de Navegación.