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La gran restauración y el cardenal George

5 de octubre de 2014

El cardenal Francis E. George, arzobispo de Chicago hasta 2014, escribió hace poco en el semanario de su diócesis, según informa Sandro Magister:

"Yo moriré en mi lecho, mi sucesor en prisión, y su sucesor martirizado en la plaza pública. Pero luego de él otro obispo recogerá los restos de una sociedad en ruinas y lentamente ayudará a reconstruir la civilización, como la Iglesia ha hecho tantas veces a lo largo de la historia".

Ya ha sido nombrado su sucesor, monseñor Cupich, que, al contrario que el cardenal, se ha construido una gran fama de liberal. Este es el que tiene profetizado morir en la cárcel. Sería un gran mérito, paliativo de su fama. En la época de alguno de sus sucesores, culminará la gran destrucción.

Pero la reconstrucción, que no parece que vaya a ser una de tantas, porque no lo es la destrucción en marcha, deberá ser precedida por la intervención de Nuestro Señor Jesucristo, según enseña la Iglesia en el Catecismo (675, 676, 677):

La última prueba de la Iglesia

675 Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf. Lc 18, 8; Mt 24, 12). La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra (cf. Lc 21, 12; Jn 15, 19-20) desvelará el "misterio de iniquidad" bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudomesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne (cf. 2 Ts 2, 4-12; 1Ts 5, 2-3;2 Jn 7; 1 Jn 2, 18.22).

676 Esta impostura del Anticristo aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se pretende llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, lo cual no puede alcanzarse sino más allá del tiempo histórico a través del juicio escatológico: incluso en su forma mitigada, la Iglesia ha rechazado esta falsificación del Reino futuro con el nombre de milenarismo (cf. DS 3839), sobre todo bajo la forma política de un mesianismo secularizado, "intrínsecamente perverso" (cf. Pío XI, carta enc. Divini Redemptoris, condenando "los errores presentados bajo un falso sentido místico" "de esta especie de falseada redención de los más humildes"; GS 20-21).

677 La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección (cf. Ap 19, 1-9). El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia (cf. Ap 13, 8) en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal (cf. Ap 20, 7-10) que hará descender desde el cielo a su Esposa (cf. Ap 21, 2-4). El triunfo de Dios sobre la rebelión del mal tomará la forma de Juicio final (cf. Ap 20, 12) después de la última sacudida cósmica de este mundo que pasa (cf. 2 P 3, 12-13).