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Los secretos del chivatazo policial a la ETA en el caso Faisán
El presunto autor material del chivatazo llamó nueve minutos después al entonces director general de la Policía
DIARIO DE NAVARRA. MELCHOR SÁIZ-PARDO. COLPISA. MADRID Domingo, 24 de enero de 2010
Contra viento y marea, en secreto y de espaldas al Ministerio del Interior. Casi marginados y con el punto de mira puesto en sus más altos superiores, a los que llegaron a pinchar los teléfonos móviles.
Los informes secretos del chivatazo a ETA remitidos al juez Baltasar Garzón permiten reconstruir dos años de una exhaustiva investigación policial que, a priori, no presenta fisuras y que, a pesar de las zancadillas, apunta sin género de dudas al alto mando de la Dirección General de la Policía y, en concreto, a su ex director Víctor García Hidalgo.
Los atestados del inspector jefe Carlos G. y sus cuatro subordinados -otro inspector jefe y tres inspectores-, basados en centenares de intervenciones telefónicas y análisis de llamadas, desvelan además la existencia en el cuerpo de una red de mando paralela tranzada por amistades personales y fidelidades para ocultar la delación.
Una "chicharra"
Los cinco informes sacan a la luz cómo se investigó el chivatazo con todo tipo de detalles. Cómo desde una llamada lograron llegar al mismísimo director de la Policía, y todo ello sin conocer lo que se habló en todo ese ingente tráfico de comunicaciones.
Los agentes supieron de la filtración a ETA el mismo día que se produjo, el 4 de mayo de 2006. Una chicharra (baliza) en el coche del jefe de la trama de extorsión, Joseba Elosúa, desveló el soplo. Si ese sistema de escuchas no hubiese funcionado, los agentes jamás hubieran sabido que un chivatazo había frustrado la operación prevista para horas antes.
Hasta ese momento, sólo habían visto que Elosúa, extrañamente, había salido de su restaurante a llamar por una cabina telefónica. Los investigadores desconocían que un supuesto policía, que había entrado por la puerta de atrás al local, había pasado al cobrador de ETA un teléfono desde el cual, -aseguran los atestados- el jefe superior de Policía del País Vasco, Enrique Pamiés, había alertado a Elosúa de que la Policía esperaba en la frontera al etarra José Antonio Cau, que iba a entrar en España para recoger "nueve millones de pesetas" recaudados con la extorsión.
Ese dinero -sostienen los informes- había sido entregado el día antes por el ex dirigente del PNV ya fallecido Gorka Aguirre, quien había hecho de intermediario con el empresario extorsionado. Según el sumario, el propio Aguirre iba a ser detenido ese día junto a otras nueve personas. Ya estaban decididos hasta los nombres de los 34 funcionarios que iban a practicar los arrestos, los registros e iban a redactar las diligencias.
Sin embargo, Cau no llegó nunca a Irún. La llamada desde la cabina abortó su viaje y fueron Elosúa y su yerno, Carmelo Luquin, los que se fueron a Francia. En la conversación entre ambos en el coche, el dueño del bar Faisán desveló a Luquin que la "txakurrada" (policías) le había avisado de los seguimientos para "no fastidiar todo el proceso", se supone que de paz. La conversación íntegra entre ambos (más de 1.500 palabra) figura en el sumario.
La pista de Elosúa
La investigación sobre el chivatazo sólo pudo arrancar tras la detención de Elosúa el 20 de junio de 2006. El supuesto recaudador de ETA reconoció desde el principio el soplo, pero sólo dio una pista: la delación se produjo entre las 11.20 y las 11.25 horas de ese día. A partir de ahí, los agentes empezaron a trabajar, en secreto y bajo tutela del juez Fernando Grande-Marlaska.
Los agentes, para evitar errores, se fijaron un arco de tiempo más amplio para rastrear llamadas. Fijaron su investigación entre las 11.10 y las 11.40 horas. Y se pusieron manos a la obra, había que analizar 1.932 llamadas recogidas en ese lapso por el repetidor de telefonía instalado en la plataforma transfronteriza de Zaisa, que cubre la zona del bar Faisán. Redujeron el círculo a 63, las que en esa media hora tenía una duración superior a cuatro minutos. Elosúa había dicho que la llamada del policía había durado cinco.
Y empezó la macro investigación. Uno por uno, los cinco policías se dedicaron a localizar e interrogar a todos los usuarios de esos móviles en busca del supuesto policía. Uno de los informes entregado a Garzón en abril de 2007 revela la magnitud de las pesquisas, sobre todo si se tiene en cuenta que por la frontera pasan personas procedentes de toda España.
Varios camioneros, comerciales, un responsable de Fiat, comerciales de Behobia, vendedores de coches, un pintor, llamadas entre matrimonios -incluso entre novios o amantes de viaje- un jardinero, un fontanero con una chapuza en la zona, un estanquero, un gasolinero, el trabajador de una inmobiliaria que enseñaba un piso, un señor que iba a la ITV, la queja de un usuario a una plataforma de televisión, un operador de Renfe, un padre primerizo que telefoneó para consultar cómo inscribir a su hijo en la Seguridad Social...
Todo fue comprobado. Los agentes revisaron una por una las 63 llamadas para confirmar las coartadas. Se desplazaron a Fraga (Huesca), a Calamocha (Teruel), a Coslada y Pozuelo (Madrid) para hablar en persona con algunos de los usuarios. Hasta viajaron a Valladolid para interrogar a un niño que había tenido la idea de telefonear a un amigo para despedirse cuando iba en el autobús con destino a Francia para una estancia de intercambio escolar.
Interrogatorios exhaustivos
El interrogatorio fue exhaustivo, según han relatado varias de las personas que cometieron el pecado de usar su móvil ese día, a esa hora y en esa zona de Irún.
De las 63 llamadas, sólo una era sospechosa: la realizada a las 11.23 horas por el inspector de policía de terrorismo islámico destinado en Vitoria, J.M.B, durante ocho minutos y once segundos. Y lo más sorprendente: el destinatario era el jefe superior de Policía de Euskadi.
Había surgido la pista que señalaba a la cúpula del Cuerpo Nacional de Policía y nacía la tesis que luego, siempre según los investigadores, se comprobó cierta: el funcionario había pasado su teléfono a Elosúa para que su jefe le diera el chivatazo. Los agentes del caso pidieron autorización judicial para rastrear las llamadas del inspector y del jefe, y lo que descubrieron les dejó de piedra. El policía también había llamado a su superior a las 11.04 horas desde las inmediaciones de la casa de Elosúa (una antena diferente), lo que concordaba a la perfección con la declaración policial del recaudador de ETA, que aseguró que había visto minutos antes de la misteriosa llamada a esa misma persona en las inmediaciones de su casa en Irún.
Los investigadores siguieron tirando de la madeja: el jefe del País Vasco, supuestamente nervioso, había llamado al agente a las 11.08 y a las 11.13 horas, y esas llamadas ya estaban bajo la cobertura de la antena del bar Faisán.
Dos llamadas perdidas
Pero lo más fuerte estaba por llegar con el análisis de las llamadas de Pamiés. El máximo responsable de la Policía en Euskadi, nada más producirse el soplo, llamó en dos ocasiones (11,34 y 11,42 horas) a García Hidalgo, quien no cogió el teléfono -en ese momento asistía a la toma de posesión de Joan Mesquida como director de la Guardia Civil-. García Hidalgo devolvió la llamada a las 11,53 horas y hablaron durante cinco minutos.
El repaso de las conversaciones del día anterior confirmó un "gran volumen de contactos" entre Pamiés y García Hidalgo justo después de que la tarde del 3 de mayo Grande-Marlaska hubiera dado luz verde a que la operación Urogallo contra el aparato de extorsión de ETA se desarrollara el día siguiente. Entre las 22 horas del 3 de mayo y las 14.35 horas del 4 de mayo el director y el jefe hablaron en diez ocasiones, cuatro llamadas las hizo García Hidalgo y seis Pamiés.
Los informes son tajantes: "Estas comunicaciones entran en contradicción con el procedimiento normalizado para la transmisión de novedades por el jefe superior", quien siempre solía despachar los asuntos de la lucha antiterrorista con el subdirector de la Policía, el delegado del Gobierno, con su asesor, y, a veces, con el comisario general de Información. Pero en las horas de la delación no hay una sola llamada de Pamiés al delegado ni a su cadena de mando. En las horas clave sólo telefoneó a García Hidalgo.
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COMENTARIOS DE LECTORES
Yo también me alegro de que Rubalcaba
destituyera a este director, pero no creo que haya que alegrarse
de que lo permitiera, pues no es quien, por muy ministro del
interior que sea para impedir una investigación judicial (te
recuerdo que la investigación la realizaron por orden de
Grande-Marlaska, y los policías judiciales dependen de las
órdenes del juez, no d las dell ministro del interior). Es
más,la fiscalía, que si que depende jerárquicamente del
gobierno (en concreto del fiscal jefe nombrado por el gobierno)
está desde el principio intentando parar la investigación,
diciendo que no hay nada que investigar, y es ahora que lo tiene
Garzón cuando parece tomar fuerza esa posibilidad.(qué
casualidad, el que fue diputado del PSOE)
A cada cual lo suyo
El reportaje es de ABC. el que se crea que
Hidalgo no lo hace por orden de zp-eguiguren-rubalcaba es que
nunca querrá abrir los ojos. Otra cortina de humo sin llegar a
los verdaderos
zp al juzgado
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Los implicados montaron una cadena de mando paralela para ocultar el chivatazo
Varios mandos policiales empezaron a utilizar móviles de prepago al saber que eran investigados
DIARIO DE NAVARRA. M.S.P. COLPISA. MADRID Domingo, 24 de enero de 2010
Los investigadores del chivatazo a ETA llegan a la conclusión de que los implicados crearon una suerte de cadena de mando paralela basada en amistades personales y fidelidades al entonces director de la Policía, Víctor García Hidalgo, para dar el chivatazo y ocultar la delación.
En uno de los atestados, los investigadores diseccionan los perfiles de todos los implicados para probar las "relaciones funcionales, jerárquicas" y, sobre todo, "personales" entre los sospechosos. "Relaciones cordiales y de confianza", que incluyen "intercambio de informaciones de naturaleza antiterrorista sin que medie dependencia jerárquica que pudiera justificar dicho intercambio", bromas sobre superiores y subordinados o "intercambio de SMS con chistes de oportunidad política".
Pero sobre todo, los agentes destacan los estrechísimos vínculos entre los dos personajes principales de la investigación: Víctor García Hidalgo y Enrique Pamiés. Los agentes llegan a afirmar que el "nombramiento del jefe superior del País Vasco (en septiembre de 2005) es consecuencia directa de esa relación con el director, conforme acreditan diversas conversaciones telefónicas intervenidas".
El cese de García Hidalgo
Esos pinchazos a los implicados empezaron en agosto de 2006, tres meses después del chivatazo. Para aquel momento -apuntan los atestados- la cúpula policial ya sabía que estaba bajo investigación y empezó a tomar precauciones, como el uso de teléfonos con tarjeta de prepago y con llamadas desde cabinas telefónicas, unas medidas de seguridad que, de acuerdo con los propios investigadores, son prueba de su intención de ocultar su implicación con el chivatazo. Aún así, los cinco policías del caso lograron interceptar varias de las comunicaciones. En una de ellas, el 14 de septiembre, un comisario insta a Pamiés a que esté "tranquilo que con Garzón no hay problema".
Pamiés, a pesar de lo delicado de la situación, volvió a ser indiscreto al teléfono. Sus confesiones fueron claves para poner la guinda a la investigación. El jefe -desvela otro de los informes- confesó a un veterano periodista que lo del chivatazo había sido para "hacerle un favor a Gorka Aguirre".
Pamiés, en otra llamada, se hace eco de una conversación con García Hidalgo tras su cese el 8 de septiembre de 2006, en la que le pide que "diga la verdad, si su cese ha sido por esto (por el soplo a ETA)" y en la que el director, según el jefe superior, se queja de lo mal que se han portado con él en el Ministerio del Interior (Pérez Rubalcaba acababa de llegar). El jefe superior de Policía en el País Vasco, con el teléfono intervenido, lanzó entonces graves insultos contra los responsables políticos que habían destituido a García Hidalgo.
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QUIÉN ES QUIÉN EN LA TRAMA
DIARIO DE NAVARRA. MELCHOR SÁIZ-PARDO . COLPISA. MADRID Domingo, 24 de enero de 2010
GRANDE MARLASKA
Era el juez de la Audiencia Nacional sustituto de Baltasar Garzón en esta investigación y el que autorizó la redada contra el aparato de extorsión en mayo de 2006. Desde que los agentes del inspector jefe Carlos G. le informaron del chivatazo apostó por indagar hasta el fondo la responsabilidad de los policías y mandos supuestamente implicados en el soplo. Al mes de descubrirse el soplo, regresó Baltasar Garzón de su excedencia en Estados Unidos y, a su pesar, tuvo que abandonar el caso.
BALTASAR GARZÓN
Comenzó a investigar la trama del impuesto revolucionario en 1998. En 2003, tras la denuncia de un empresario de Irún, pasó a dirigir también las pesquisas sobre el bar Faisán como punto de cobro. Obtuvo un permiso de estudios en la Universidad de Nueva York en marzo de 2005 y Grande-Marlaska se hizo cargo del caso hasta su regreso en junio de 2006. Debe decidir si archiva el sumario por falta de autor conocido de la delación, como pidió en octubre la Fiscalía.
JOSEBA ELOSÚA
Dueño del bar Faisán, durante años supuesto lugar de pago del impuesto revolucionario. Detenido en 2006, imputado y a la espera de juicio fue excarcelado en 2007 porque, con 74 años, padece un grave problema cardíaco y un tumor prostático. Reconoció haber recibido el chivatazo, pero en las ruedas de reconocimiento no pudo identificar a la persona que le entregó el teléfono en su bar. La confesión a su yerno en el coche balizado destapó el escándalo.
GORKA AGUIRRE
Ex dirigente del PNV ya fallecido. Estuvo imputado en el caso. Según las investigaciones policiales, hizo de mediador en algunos pagos de empresarios a LA ETA. En 2008, declaró tajante ante Garzón que "jamás" había ejercido esa función. Desde 2004, apuntan los atestados, los agentes conocían conversaciones con Elosúa con palabras crípticas supuestamente referidas a estos pagos. Figuraba en la lista de personas a detener, aunque no fue detenido.
VÍCTOR GARCÍA HIDALGO
Director general de la Policía entre mayo de 2004 y septiembre de 2006, cuando fue cesado de forma fulminante por Alfredo Pérez Rubalcaba, quien se había hecho cargo de Interior el 11 de abril de 2006, sólo 24 días antes del chivatazo. Declaró como imputado en la causa y negó de manera reiterada ser la persona que ordenó la delación a sus subordinados. Mantiene una relación de amistad con el todavía jefe superior de Policía del País Vasco, al que él mismo nombró.
ENRIQUE PAMIÉS
Dedicado desde 1982 a la lucha contra la ETA. Jefe de la Unidad Provincial Antiterrorista de San Sebastián y jefe de la Sección Operativa de Guipúzcoa, ascendió a comisario en 2004. En julio de ese año, tres meses después de la llegada de García Hidalgo, fue promovido a jefe de la Comisaría Provincial de Vitoria y en septiembre 2005 el director le ascendió a jefe superior de Policía del País Vasco. Los investigadores del caso aseguran que fue quien dio el chivatazo a Elosúa a través del móvil de uno de sus subordinados.
EL INSPECTOR J.M.B.
Ingresó como policía de base en el cuerpo en 1980. Fue trasladado a Vitoria tras su ascenso a inspector en marzo de 2004. En octubre de 2004, fue nombrado por Pamiés jefe de Grupo de la Unidad Provincial de Información de Vitoria, en el área de terrorismo islámico. Según los investigadores, es enviado por Pamiés a Irún para localizar a Joseba Elosúa y entregar el móvil desde el que Enrique Pamiés da el soplo a ETA. Está imputado.