EUSEBIO de CESAREA (Cesarea de
Palestina, c 260-339) y el Evangelio según san
Marcos
Aunque fue un semiarriano enemigo de san Atanasio y cómplice de
sus perseguidores, el papa Benedicto XVI valora lo que tiene de
aprovechable.
Los semiarrianos se esforzaban por diferenciarse de los arrianos y no caer en sus errores, pero combatían a los católicos fieles como san Atanasio.
Es una posición parecida a la de los democristianos. Los dirigentes de la CEDA eran católicos, pero se oponían a los que combatían a la anticiristiana II República.
Eusebio de Cesarea BENEDICTO XVI AUDIENCIA GENERAL Miércoles 13 de junio de 2007
Queridos hermanos y hermanas:
En la historia del cristianismo antiguo es fundamental la distinción entre los primeros tres siglos y los que siguieron al concilio de Nicea del año 325, el primero ecuménico. Como "bisagra" entre los dos períodos están el así llamado "viraje constantiniano" y la paz de la Iglesia, así como la figura de Eusebio, obispo de Cesarea en Palestina, que fue el exponente más cualificado de la cultura cristiana de su tiempo en contextos tan variados como la teología, la exégesis, la historia y la erudición. Eusebio es conocido sobre todo como el primer historiador del cristianismo, pero también como el mayor filólogo de la Iglesia antigua.
En Cesarea, donde probablemente nació Eusebio alrededor del año 260, Orígenes se había refugiado procedente de Alejandría, y allí había fundado una escuela y una gran biblioteca. Precisamente con estos libros se habría formado, alguna década después, el joven Eusebio. En el año 325, como obispo de Cesarea, participó en el concilio de Nicea, desempeñando un papel de protagonista. Suscribió el Credo y la afirmación de la plena divinidad del Hijo de Dios, definido por eso "de la misma sustancia" del Padre (homooúsios tõ Patrí). Es prácticamente el mismo Credo que rezamos todos los domingos en la sagrada liturgia.
Eusebio, sincero admirador de Constantino, que había dado la paz a la Iglesia, sintió por él estima y consideración. Celebró al emperador, no sólo en sus obras, sino también con discursos oficiales, pronunciados en el vigésimo y en el 30° aniversario de su llegada al trono, y después de su muerte, acaecida en el año 337. Dos o tres años después murió también Eusebio.
Estudioso incansable, en sus numerosos escritos Eusebio trata de reflexionar y hacer un balance de tres siglos de cristianismo, tres siglos vividos bajo la persecución, recurriendo en gran parte a las fuentes cristianas y paganas conservadas sobre todo en la gran biblioteca de Cesarea. Así, a pesar de la importancia objetiva de sus obras apologéticas, exegéticas y doctrinales, la fama imperecedera de Eusebio sigue estando vinculada en primer lugar a los diez libros de su Historia eclesiástica. Fue el primero en escribir una historia de la Iglesia, que sigue siendo fundamental gracias a las fuentes que Eusebio pone a nuestra disposición para siempre. Con esta Historia logró salvar del olvido seguro numerosos acontecimientos, personajes y obras literarias de la Iglesia antigua. Se trata, por tanto, de una fuente fundamental para el conocimiento de los primeros siglos del cristianismo.
Nos podemos preguntar cómo estructuró y con qué intenciones redactó esta nueva obra. Al inicio del primer libro, el historiador presenta los temas que pretende afrontar en su obra: "Es mi propósito consignar las sucesiones de los santos apóstoles y los tiempos transcurridos desde nuestro Salvador hasta nosotros; el número y la magnitud de los hechos registrados por la historia eclesiástica y el número de los que en ella sobresalieron en el gobierno y en la presidencia de las iglesias más ilustres, así como el número de los que en cada generación, de viva voz o por escrito, fueron los embajadores de la palabra de Dios; y también quiénes, cuántos y cuándo, impulsados por el deseo de innovación hasta el error, se proclamaron públicamente a sí mismos introductores de una ciencia falsa y devoraron sin piedad, como lobos crueles, al rebaño de Cristo; (...) así como también el número, el modo y el tiempo de los ataques de los paganos contra la Palabra divina y la grandeza de cuantos, por defenderla afrontaron duras pruebas de sangre y torturas; y además los martirios de nuestros propios tiempos y la protección benévola y propicia de nuestro Salvador" (1, 1, 1-2).
De esta manera, Eusebio abarca diferentes aspectos: la sucesión de los Apóstoles, como estructura de la Iglesia, la difusión del Mensaje, los errores, las persecuciones por parte de los paganos y los grandes testimonios que constituyen la luz de esta "Historia". En todo esto, a través de él resplandecen la misericordia y la benevolencia del Salvador. Así Eusebio inaugura la historiografía eclesiástica, abarcando su narración hasta el año 324, cuando Constantino, después de la derrota de Licinio, fue aclamado como único emperador de Roma. Se trata del año precedente al gran concilio de Nicea, que después ofrece la "summa" de lo que la Iglesia había aprendido -doctrinal, moral e incluso jurídicamente- en esos trescientos años.
La cita que acabamos de referir del primer libro de la Historia eclesiástica contiene una repetición seguramente voluntaria. En pocas líneas repite el título cristológico de Salvador, y hace referencia explícita a "su misericordia" y a "su benevolencia". Así podemos descubrir la perspectiva fundamental de la historiografía de Eusebio: es una historia "cristocéntrica", en la que se revela progresivamente el misterio del amor de Dios a los hombres. Con genuina sorpresa, Eusebio reconoce que "de todos los hombres de su tiempo y de los que han existido hasta hoy en toda la tierra, sólo Jesús es llamado y confesado como Cristo (es decir Mesías y Salvador del mundo), y todos dan testimonio de él con este nombre, recordándolo así tanto los griegos como los bárbaros. Además, todavía hoy entre sus discípulos, en toda la tierra, es honrado como rey, es contemplado como superior a un profeta y es glorificado como el verdadero y único sumo sacerdote de Dios; y, por encima de todo esto, es adorado como Dios por ser el Logos preexistente, anterior a todos los siglos, y habiendo recibido del Padre el honor de ser digno de veneración. Y lo más singular de todo es que los que estamos consagrados a él no lo honramos solamente con la voz o con los sonidos de nuestras palabras, sino con una completa disposición del alma, llegando incluso a preferir el martirio por su causa a nuestra propia vida" (1, 3, 19-20).
Así se destaca otra característica que será una constante en la antigua historiografía eclesiástica: la "intención moral" que entraña la narración. El análisis histórico nunca es un fin en sí mismo; no sólo busca conocer el pasado; más bien, apunta con decisión a la conversión, y a un auténtico testimonio de vida cristiana por parte de los fieles. Es una guía para nosotros mismos.
De esta manera, Eusebio interpela encarecidamente a los creyentes de todos los tiempos sobre su manera de afrontar las vicisitudes de la historia, y de la Iglesia en particular. Nos interpela también a nosotros: ¿Cuál es nuestra actitud ante las vicisitudes de la Iglesia? ¿Es la actitud de quien se interesa de ellas por simple curiosidad, buscando quizá el sensacionalismo y el escándalo a toda costa? ¿O es más bien la actitud llena de amor, y abierta al misterio, de quien sabe por la fe que puede descubrir en la historia de la Iglesia los signos del amor de Dios y las grandes obras de la salvación por él realizadas? Si esta es nuestra actitud, no podemos menos de sentirnos impulsados a dar una respuesta más coherente y generosa, un testimonio de vida más cristiano, para comunicar los signos del amor de Dios también a las futuras generaciones.
"Hay un misterio", no se cansaba de repetir el cardenal Jean Daniélou, eminente estudioso de los Padres: "Hay un contenido oculto en la historia. (...) El misterio es el de las obras de Dios, que constituyen en el tiempo la realidad auténtica, oculta detrás de las apariencias. (...) Pero esta historia que Dios realiza en favor del hombre, no la realiza sin él. Quedarse en la contemplación de las "grandes hazañas" de Dios significaría ver sólo un aspecto de las cosas. Ante ellas está la respuesta de los hombres" (Saggio sul mistero della storia, Brescia 1963, p. 182).
También hoy, muchos siglos después, Eusebio de Cesarea nos invita a los creyentes a asombrarnos, a contemplar en la historia las grandes obras de Dios para la salvación de los hombres. Y con la misma fuerza nos invita a la conversión de vida. De hecho, no podemos quedar insensibles ante un Dios que nos ha amado así. El amor exige que toda la vida se oriente a la imitación del Amado. Hagamos todo lo que esté a nuestro alcance para dejar en nuestra vida una huella transparente del amor de Dios.
Saludos
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular al grupo de la Institución Teresiana, reunido estos días en Roma, a las Siervas de María Ministras de los Enfermos, a los colaboradores de las Obras misionales pontificias de México y al grupo del colegio San Agustín de Lima, así como a los demás grupos y personas venidas de España, México, Ecuador, Perú y de otros países de Latinoamérica. Invito a todos a ver en la historia y en la vida cotidiana el amor y la bondad de Dios.
Muchas gracias por vuestra visita.
(A los fieles de lengua portuguesa)
Que vuestra venida a Roma os confirme en la fe santa y segura que
en él ardía y lo iluminaba, haciendo aparecer a la Iglesia a
los ojos de vuestros familiares y amigos como vehículo de la
salvación de Cristo. Por él y en él os bendigo a todos.
(En esloveno: a los sacerdotes de la
diócesis de Capodistria)
En el día en que celebráis el "dies sanctificationis",
os imparto mi bendición paterna a vosotros, a vuestras
parroquias y a todos los peregrinos eslovenos aquí presentes,
encomendándoos al Sacratísimo Corazón de Jesús.
(En polaco)
Mientras nos acercamos a la solemnidad del Sacratísimo Corazón
de Jesús, os encomiendo a su amor a vosotros, a vuestras
familias, a las parroquias y a otras comunidades. Que del
Corazón de Jesús traspasado se derramen sobre todos los fieles
abundantes gracias.
(A los niños de primera Comunión de la
diócesis de Castellaneta)
Queridos pequeños amigos, que la Eucaristía sea vuestro
alimento espiritual para crecer en el conocimiento de Jesús y
avanzar por el camino de la santidad.
(A la Asociación de Voluntarios italianos
de sangre)
Queridos amigos, vuestra presencia en el territorio nacional ha
promovido en estos años los valores de la vida, de la gratuidad
y de la solidaridad. Seguid con este importante servicio al
prójimo, inspirándoos en el divino Maestro, que veneráis
especialmente en el templo de la "Preciosísima Sangre"
en Pianezze di Valdobbiadene.
Saludo por último a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Queridos jóvenes, para muchos de vuestros coetáneos han comenzado las vacaciones, mientras otros están en tiempo de exámenes. Que os ayude el Señor a vivir este período con serenidad y a experimentar su protección. A vosotros, queridos enfermos, os invito a hallar consuelo en el Señor, que ilumina vuestro sufrimiento con su amor redentor. A vosotros, queridos recién casados, os deseo que descubráis el misterio de Dios que se entrega por la salvación de todos, a fin de que vuestro amor sea cada vez más verdadero y duradero.
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Eusèbe de Césarée (Césarée en Palestine, vers 270-339)
Ecrivain et prélat grec, dit le Père de l'histoire ecclésiastique. Elève de Pamphile et disciple fervent d'Origène, il entreprit tout jeune de grands travaux historiques et fut nommé évêque de Césarée en 313, au lendemain de la paix constantinienne. Erudit universel mais théologien peu sûr, il montra très vite des sympathies pour l'arianisme, souscrivit cependant au symbole de Nicée (325), mais se rallia peu après aux adversaires les plus acharnés d'Athanase et participa au concile de Tyr (335), où fut condamné le défenseur de l'orthodoxie. Il fut l'ami et le favori de Constantin, qu'il a beaucoup flatté en écrivant sa "Vie". Son "Histoire ecclésiastique", en dix livres (vers 310-324), est un ouvrage capital pour l'histoire des origines chrétiennes jusqu'en 323.
Si Eusèbe de Césarée n'avait pas, avec une diligence sans égale, fouillé les bibliothèques palestiniennes où le docteur Origène et l'évêque Alexandre avaient recueilli toute la littérature chrétienne des temps anciens, nos connaissances sur les trois premiers siècles de l'Église se réduiraient à bien peu de chose. Grâce à lui, nous nous trouvons en mesure au moins de pouvoir apprécier cette littérature sur de notables débris.
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Eusèbe
de Césarée: Apologiste grec (en
Palestine, v. 265 id., v. 340), évêque de Césarée (313).
Partisan d'Arius,
il accepta cependant le symbole de Nicée (325), mais éprouva
toujours quelque sympathie pour l'arianisme; il s'opposa
souvent à saint Athanase. Ami et conseiller de l'empereur
Constantin, il a laissé de nombreux écrits exégétiques,
panégyriques. Il est surtout connu pour son Histoire
ecclésiastique, qui couvre les trois premiers siècles du
christianisme, et sa Chronique, qui évoque l'histoire du monde,
d'Abraham à Dioclétien
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Eusèbe de Césarée rapporte que Clément dAlexandrie qui a fréquenté la Didascalée, célèbre école catéchétique dAlexandrie, fondée sans doute au 1er siècle, a laissé le témoignage suivant. Marc, après le martyre de Pierre, se réfugie à Alexandrie et y fonde une communauté chrétienne: "On dit que Marc fut le premier envoyé en Egypte, quil prêcha lEvangile quil avait composé et quil établit des Eglises dabord à Alexandrie même" (Histoire Ecclésiastique, 2,16,1).
Cette tradition de Clément à propos de Marc est précieuse puisquelle est rapportée à peine un siècle après lévénement: il affirme que Marc a écrit daprès Pierre et, notation personnelle, de son vivant (Eusèbe, Histoire ecclésiastique, 2, 15, 2; 6, 14, 6).
EL EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS
"Celui (Evangile) selon Marc fut écrit dans les circonstances suivantes: Pierre ayant prêché da doctrine publiquement à Rome et ayant exposé lEvangile par lEsprit, ses auditeurs qui étaient nombreux, exhortent Marc, en tant quil lavait accompagné depuis longtemps et quil se souvenait de ses paroles, à transcrire ce quil avait dit: il le fit et transcrit lEvangile pour ceux qui le lui avaient demandé: ce que Pierre ayant appris, il ne fit rien par ses conseils, pour len empêcher ou pour ly pousser " (Histoire Ecclésiastique, 6, 14, 6-7).
Par Origène, successeur de Clément au Didascalée qui reprend cette tradition : "Le second (Evangile) est celui de Marc qui la fait comme Pierre le lui avait indiqué : celui-ci dailleurs, le déclara son fils dans son Epître catholique " (Eusèbe, Histoire Ecclésiastique, 6, 25, 5). Origène, né à Alexandrie à la fin du IIè siècle, a séjourné à Rome en 212: il voulait connaître lEglise des Romains. Il est ainsi témoin dune double tradition.
D'après Jean le Presbytre dont le témoignage rapporté par Papias (évêque d'Hiérapolis en Phrygie vers le premier quart du II° siècle) est cité par Eusèbe de Césarée dans un passage de son Histoire ecclésiastique (Livre III, chapitre XXXIX, 15) :
Voici ce que le presbytre disait: Marc, qui avait été l'interprète de Pierre, écrivit exactement tout ce dont il se souvint, mais non dans l'ordre de ce que le Seigneur avait dit ou fait, car il n'avait pas entendu le Seigneur et n'avait pas été son disciple, mais bien plus tard, comme je disais, celui de Pierre. Celui-ci donnait son enseignement selon les besoins, sans se proposer de mettre en ordre les discours du Seigneur. De sorte que Marc ne fut pas en faute, ayant écrit certaines choses selon qu'il se les rappelait. Il ne se souciait que d'une chose: ne rien omettre de ce qu'il avait entendu, et ne rien rapporter que de véritable.
Saint Justin (vers 150) cite comme appartenant aux Mémoires de Pierre un trait qui ne se trouve que dans l'évangile selon saint Marc (Saint Marc III 16-17): le surnom de Boarnergès (fils du tonnerre) donné à Jacques et Jean, fils de Zébédée (Dialogue avec Tryphon, n°106).
Saint Irénée (vers 180) dit qu'après la mort de Pierre et de Paul, Marc, disciple et interprète de Pierre, nous transmit lui aussi par écrit ce qui avait été prêché par Pierre (Contra haereses, Livre III, chapitre I, 1).