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Confesionalidad católica desactivada, inconsecuente e inoperante en la España del XIX y del XX

Sólo un Estado confesional católico consecuente acatará lo que proclama el Concilio Vaticano II en su decreto sobre la libertad religiosa:

El poder civil debe asumir con eficacia, mediante leyes justas y otros procedimientos adecuados, la tutela de la libertad religiosa de todos los ciudadanos y crear condiciones propicias para fomentar la vida religiosa, para que los ciudadanos puedan realmente ejercer los derechos y cumplir las obligaciones de su religión y la sociedad goce de los bienes de justicia y de paz que dimanan de la fidelidad de los hombres a Dios y a su santa voluntad” (Dignitatis humanae, nº 6).

Sólo en un Estado confesional católico que actúe en consecuencia pueden ejercer plenamente su derecho a la libertad religiosa los ciudadanos de todas las confesiones religiosas. La tolerancia es una virtud y las virtudes sólo con la gracia, de la que es dispensadora la Iglesia, es posible que arraiguen y se desarrollen socialmente de forma permanente.

Esto no es posible en el liberalismo, y tampoco es posible en el liberalismo la democracia, que no es lo mismo que la democracia liberal, sino lo contrario, y menos aún es democracia la versión socialista de la democracia liberal.

La democracia liberal es contraria a la tradición cristiana y a la libertad. El liberalismo ha descristianizado progresivamente a las naciones de occidente. Occidente es la versión desconfesionalizada y progresivamente descristianizada de la Cristiandad. La transición hacia la democracia liberal, hacia la antidemocracia, empieza en el régimen de Franco, que se dejaba proclamar por sus aduladores Centinela de Occidente. La democracia liberal no sólo corta la conexión con las raíces católicas de España y de Europa, sino que excluye hasta la mención de esas raíces cristianas.

El Estado no se define como aconfesional para poder garantizar la libertad de todos los ciudadanos. Y menos en una sociedad católica como España. La libertad de todos los ciudadanos sólo se puede garantizar en un Estado católico. No en un Estado aconfesional, digan lo que digan sus leyes.

Lo que dice el Concilio Vaticano II de la laicidad sólo lo acatará un estado confesional católico.

"Con frecuencia se invoca el principio de laicidad, en sí legítimo si se concibe como distinción entre la comunidad política y las religiones" (Gaudium et spes, 36).

En lo técnico de cada asunto, los técnicos son los competentes, incluidos los políticos. En lo moral, la autoridad infalible es la de la Iglesia. Las leyes y los políticos deben atenerse a la moral.

El problema es que no se concibe la laicidad "como distinción entre la comunidad política y las religiones" (Gaudium et spes, 36), sino que los eclesiásticos desconfesionalizadores de España en los años 70 conciben la laicidad como separación y además definitiva entre la comunidad política y la autoridad de la iglesia en lo moral, no como distinción, que es lo que enseña ahí el Concilio Vaticano II.

El Concilio Vaticano II proclamó con seguridad:

"La Iglesia, juntamente con los profetas y con el mismo Apóstol, espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con voz unánime y le servirán hombro con hombro" (Nostra aetate, 4).

Lo que es proclamar con toda seguridad la confesionalidad de todos los pueblos y que obrarán en consecuencia en el futuro, obedeciendo a Dios y a la Iglesia y al Papa cuando enseñan en nombre de Dios, empleando la autoridad de Dios en materias de fe y de moral.

El Papa Benedicto XVI lo reafirmó el 4.01.2006:

"La historia se dirige hacia una humanidad unida en Cristo".

La Iglesia aporta la esperanza cierta e imborrable de que con toda seguridad se llegará en el mundo a un modo de vida humano en plenitud de justicia y de paz como resultado de llegar a "conformar —en la verdad, en la justicia, en la libertad y en el amor— la historia humana con el orden divino"; se llegará a la paz que es "resultado de un orden diseñado y querido por el amor de Dios", como proclamó Benedicto XVI en su mensaje para la jornada por la paz de 2006, precisando que "es un don celestial y una gracia divina".

Varios dirigentes de la izquierda nos hacen el honor a los católicos de considerarnos sospechosos de no ser de su misma ideología, porque no nos ven aplaudir su política.

Podemos confirmarles sus sospechas, algunos. En vez de caer en la tentación de intentar convencerles de que nosotros también... Eso es el pecado de pretender demostrar que se tiene en común con esos dirigentes de la izquierda nada menos que la democracia.

Nosotros también, no. Nosotros sí y ellos no. La democracia liberal no es democracia y la versión socialista menos todavía.

Nosotros podemos ser demócratas, porque no somos liberales, ni demócratacristianos, ni mucho menos socialistas.

Y que no les dé pena que no les llamen progresistas esos dirigentes de la izquierda. Que el progresismo es regresivo. Deberían recordar que ellos retroceden cuando creen avanzar. Porque ya lo decía Pío XII

"Alardeaban de progreso en todos los campos, siendo así que retrocedían a cosas peores".
(
Humani Generis de Pío XII de 1950, nº 24).

El papa Benedicto XVI explicó lo que es en realidad el progreso en el mismo mensaje del 4.01.2006:

"Sí, hay progreso en la historia, ...hay una evolución de la historia. Progreso es todo lo que nos acerca a Cristo y así nos acerca a la humanidad unida, al verdadero humanismo".

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En 1975, varios dirigentes de la izquierda dijeron: "no nos vamos a pasar otros cuarenta años hablando de los cuarenta años de franquismo".

Han pasado aún más años y ahora nos hablan más que nunca de los cuarenta años de "franquismo" los de izquierda y los que demuestran ser de derechas al decir que son de centro. Los que son derechistas al modo liberal, pseudodemócratas del tipo de esos dirigentes de la izquierda.

Toda la historia para ellos empieza y termina en la guerra civil. En reescribirla. La causa es que fueron personajes políticos del régimen dictatorial de Franco los que hicieron la transición al régimen de la pseudodemocracia actual. La hicieron con el apoyo de eclesiásticos desconfesionalizadores que trataban además de desvincularse de la Iglesia perseguida durante la Guerra de España de 1936 en la zona roja. Todos ellos hicieron esa transición a base de hacer concesiones a los izquierdistas y a los separatistas para demostrar que no son franquistas sino demócratas de toda la vida.

Los que han ido recibiendo esas concesiones han seguido hablando del franquismo, para seguirles chantajeando, con el fin de obtener de ellos nuevas concesiones y progresar en el revanchismo. Unos hacia 1931, como preludio del Frente Popular de 1936, para sustituir España por la República y después por la zona roja. Mientras otros tratan también de eliminar a España a base de desmembrarla.

Hoy ya no tienen nada que ceder para hacer concesiones. Hoy ellos propugnan la sana laicidad como un ideal definitivo, no como un mal menor. Lógicamente, el PSOE propugna el laicismo persecutorio, porque no se puede pretender que coincida con esos eclesiásticos. A los eclesiásticos sólo les harían caso los gobernantes de un Estado confesional.

Y el Partido Popular que es conservador y derechista, como lo demuestra que se proclama de centro, y los izquierdistas no se proclaman centristas, se declara laico; y teniendo la mayoría absoluta entre el 2000 y el 2004 y entre el 2011 y el 2015 no deroga la ley que despenaliza la matanza de niños en el vientre de sus propias madres.

Y como los dos últimos dirigentes del PP, Aznar y Rajoy se declaran admiradores de Azaña uno detrás del otro, al pobre Zapatero, para ubicarse a su izquierda, no le dejaron otra opción que declararse rojo y laicista. Y a los sucesores de Zp radicalizar el laicismo. [Aunque también propugna en 2015 suprimir la asignatura de religión hasta en los colegios confesionales católicos el antiguo Jefe de prensa de la Guardia de Franco, ahora a sueldo de Lara jr.].

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Don Juan de Borbón, cuando pretendía ocupar el trono de España contra Franco, le escribió el 9 de julio de 1947 una carta al papa Pío XII en la que le daba cuenta de que él no quería la separación entre la Iglesia y el Estado como los políticos laicos, y que en la monarquía por el propugnada tenía el propósito de mantener "la confesionalidad del Estado con todas sus consecuencias".

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La Constitución de Cádiz de 1812, tan admirada por los liberales de hoy, proclamaba la confesionalidad del Estado; y lo hacía de una forma triplemente intensificada, sospechosamente chillona, reduciendo lo confesional a lo inquisitorial, como para ponerlo en el disparadero:

"La religión de la Nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera. La Nación la protege por leyes sabias y justas y prohíbe el ejercicio de cualquiera otra" (a. 12).

Era una confesionalidad inconsecuente. La última palabra incluso en materia moral la dejaba en el parlamento. Como ahora. Se proclamaba legítima toda disposición que fuese aprobada legalmente por el parlamento en nombre del Pueblo al que se llamaba soberano, aunque también se había proclamado la confesionalidad del Estado. Ahora ya no.

La proclamación de la confesionalidad católica del Estado en constituciones liberales, como la Constitución de Cádiz de 1812 y como la que se establece en 1876, quedaba desactivada, inconsecuente e inoperante, porque es dentro del parlamentarismo, que proclama al Parlamento como la autoridad suprema y última y no reconoce la autoridad de la Iglesia sobre la moralidad de las leyes. Esto es lo que diferencia a los carlistas y a los liberales, siendo confesionales y monárquicos. Si no, no se entiende la diferencia entre ellos. Siendo así que liberales y carlistas consideraban mutuamente diametral esa diferencia hasta enfrentarse en la guerra que por tercera vez les había opuesto. Y estas diferencias explican los planteamientos críticos acerca de esta Constitución de 1876 por parte de Vázquez de Mella, el principal formulador del carlismo. Vázquez de Mella es precisamente el que especifica que en la Costitución de 1876, la supremacía de las Cortes hacía estéril la confesionalidad que exhibía.

Los políticos de la Restauración establecían la confesionalidad no como el cumplimiento del deber de los pueblos y Estados de honrar y obedecer a Dios y a su Iglesia, sino como imponiendo a los súbditos la obligación de respetar la "religión del Estado", como dice esa Constitución de 1876 en el artículo 11.

Confesionalidad desactivada, inconsecuente e inoperante: la religión católica era proclamada como religión oficial del Estado, según la letra de la Costitución de 1876, pero las leyes y la política, es decir la vida pública, no recibían su forma ética del espíritu católico. Así lo expresaron los arzobispos españoles en una carta dirigida al Papa Pío XI en 1931 tras la caída del régimen de la Restauración, basado en esta Constitución de 1876:

«El oficialismo de la religión durante el pasado régimen, favorecía ciertamente la apariencia externa de la España católica; pero, a través del estado legal, se notaba generalmente menos... El espíritu católico no informaba de verdad y con constancia la vida pública»
(Carta de 4 de diciembre de 1931dirigida por los arzobispos metropolitanos de España a Pío XI
en Arxiu Vidal y Barraquer, ed. Batllori-Arbeloa, Montserrat, 1971, vol II/1, p.207).

Parecida inconsecuencia e inoperancia desactivó la confesionalidad exhibida en el régimen del general Franco.

En España, en la época de Franco el Estado es confesional, pero inconsecuente con su proclamada confesionalidad católica: los políticos franquistas se encaminan al aperturismo hacia Occidente, porque Franco considera que así le conviene para mantenerse en el poder, y los eclesiásticos no ejercen su autoridad para supervisar que la enseñanza universitaria sea conforme a la doctrina de la Iglesia, aunque el concordato de 1953 les reconoce esa autoridad, al igual que sobre la enseñanza primaria y la secundaria, en las que sí se produce el ejercicio de autoridad, la supervisión y la conformidad ...más o menos.

Las víctimas de la transición a la democracia absoluta

La despenalización del aborto fue establecida en 1983 y aceptada por el Tribunal Constitucional en 1985 pese a que la Constitución dice que "todos tienen derecho a la vida", invalidando así este derecho base de todos los demás. El parlamento legalizó la matanza de inocentes, el holocausto de cientos de miles de niños en el vientre de sus madres. Más víctimas cada mes que las del terrorismo en 50 años. Más víctimas que la guerra de 1936. Los dirigentes de la izquierda lo establecieron y los de la derecha lo mantuvieron cuando tenían mayoría absoluta en el parlamento entre los años 2000 y 2004 y entre el 2011 y el 2015. Esto es la democracia liberal y socialista, la antidemocracia, que ha causado así ya siete veces más víctimas que la guerra de 1936. En 2014 se llega en España a 2 millones de abortos quirúrgicos legales desde 1985, aparte de los de la píldora del día después

Firmado: José Manuel Zubicoa Bayón

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Caducidad de la sana laicidad

Será también cuando todos crean que Jesucristo es Dios y obren en consecuencia, también en la vida política, lo cual se producirá con toda seguridad tal como fue anunciado por el Concilio Vaticano II:

"La Iglesia, juntamente con los profetas y con el mismo Apóstol, espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con voz unánime y le servirán hombro con hombro" (Nostra aetate, 4).

Lo que es proclamar la esperanza cierta y segura de la futura confesionalidad consecuente de todos los pueblos, con los judíos a la cabeza de los creyentes en Jesucristo; la futura unidad católica mundial, no por exclusión legal de la libertad religiosa, sino cimentada en la aceptación voluntaria del reinado del Sagrado Corazón de Jesús en todos los corazones movidos por Su gracia divina, la extraordinaria efusión de gracia que Jesús, el Verbo hecho carne, iniciará con Su Parusía, Su segunda venida gloriosa con la que, al evidenciar Su existencia, eliminará el poder anticristiano que, cada vez más, impone vivir como si Dios no existiera.

Bien entendido que es Dios el que concede a todos invocarle y servirle:

«Volveré puro el labio de los pueblos, para que invoquen todos el nombre de Yahveh, y le sirvan bajo un mismo yugo».
(So 3,9).

Mientras tanto:

Reivindicar la sana laicidad es pedir que las propuestas y aportaciones de los católicos sean tenidas en cuenta. Frente al laicismo, que excluye toda presencia de lo católico en la vida pública. Ya sería mucho. Porque algo es más que nada. Pero, cuando se permite que se presenten las propuestas católicas y luego se imponen normas anticristianas y antihumanas como las que legalizan la muerte de niños en el vientre manterno, ¿acaso alguien puede pretender que nos sea lícito a los católicos acatar normas anticristianas y antihumanas? La respuesta establecida por Dios es el non possumus. Ni se obedecen, ni se cumplen. Como decía Canals, no se puede aceptar deportivamente el resultado.

Es una característica de Occidente diferenciadora de la Cristiandad que la sana laicidad, un mal menor frente al laicismo, se presenta como un ideal definitivo, como algo incluso obligatorio de profesar por los católicos. Se presenta así para renunciar a aquella síntesis de la religión y de la vida y a aquella esperanza cierta que proclama con seguridad el Concilio Vaticano II.

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Eclesiásticos nostálgicos de la transición iniciada entre 1962 y 1975

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4.04.2007 Un nuevo obstáculo para la paz es el manifiesto de los eclesiásticos colaboracionistas con el proceso de rendición llamado "proceso de paz"
Repite lo que dice la ETA
Convierte la "paz" y la "democracia" en supersticiones sin darse cuenta de que son las capuchas blancas de la ETA

El complejo de inferioridad tan typical spanish, que no hispánico y el error de Messori
17 de mayo de 2008
Se equivoca Messori, el complejo de inferioridad
tan typical spanish, que no hispánico, no es porque España, como Rusia, esté en la periferia espacial, que no esencial a la Europa de la Cristiandad. Como Messori sabe muy bien, el origen de Europa se produce por la cristianización de la civilización clásica grecolatina y la entrada de los pueblos bárbaros en esta civilización. Esta es la originaria y genuina Europa, los reinos de la Cristiandad. Y la civilización de la europeidad de la Cristiandad está arraigada constitutivamente en los pueblos de España (Hispania) con mucha mayor intensidad y extensión por la militancia y combatividad de España en su defensa en la Reconquista, en la resistencia frente al Imperio Islámico turco y frente a la revolución protestante, mientras la extendía por las Indias de América, Asia, África y Oceanía.
El europeísmo, en cambio, es contrario a la Europa de la Cristiandad por estar cimentado en el laicismo liberal y socialista. "Occidente" es la suplantación de la Cristiandad por la implantación en ella del liberalismo. A este europeísmo sí que somos los últimos en llegar, en la Europa del europeísmo sí que somos unos advenedizos. En esto sí que hay que hacerlo todo por puntillo, por aparentar que somos más europeos europeístas que nadie. Al europeísmo contrario a la Europa de la Cristiandad sí que hemos llegado tarde, mal y nunca; España más que nadie en Europa.
El contraste más que paradójico entre el afán por demostrar que se es europeo y la pertenencia de España a Europa desde sus orígenes en la cristianización de los pueblos romanizados, se resuelve en el hecho histórico de que la Europa a la que pertenece España desde su origen es la Europa de la Cristiandad, y no la Europa del europeísmo.
La Hispanidad es la extensión por España (Hispania) y las Indias de esta europeidad de la Cristiandad, que en España es mucho más intensa por su militancia y combatividad. Triplemente potenciada en intensidad la pertenencia de España a la Europa de la Cristiandad en las Navas, en Mühlberg y en Lepanto, y exponencialmente aumentada al extenderla ecuménicamente por las Indias de Oriente y de Occidente. Y prolongada a ultranza en las guerras antiliberales del XIX y en la Cruzada de 1936. Y la que triunfará en el futuro.
Tras la ruina del europeísmo y de todo laicismo radical y moderado vendrá la Cristiandad futura y la Hispanidad futura.
Vittorio Messori dijo en La Razón y en Religión en Libertad (17.05.2008): "Yo en el zapaterismo veo mucho provincianismo. Aparece un complejo de inferioridad hispánico. España, junto a Rusia, son los extremos de Europa, han sido la periferia geográfica e históricamente. Por ello España siempre ha tratado de ser más Europea que los europeos. Así, lo políticamente correcto, que es la ideología de Occidente, aquí se radicaliza porque se quiere ser más europeo que en Europa. Zapatero, pobrecito, ha oído ciertas cosas de la cultura europea, y en ese complejo de inferioridad, quiere ser superior a los maestros. Se inspira en el laicismo francés del XIX y lo radicaliza. Y hoy es un anacronismo. Los inventores del laicismo francés se avergonzarían de lo que está haciendo Zapatero". (Vittorio Messori).