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11 SER Y OPERACIÓN

Francisco Canals Vidal

Entre los obstáculos que impiden, en muchos casos, la presencia, en la mente de nuestros contemporáneos, de la síntesis doctrinal de Santo Tomás de Aquino ocupan un lugar central los malentendidos terminológicos de las falsas perspectivas que, o bien empobrecen el contenido de conceptos fundamentales de la misma, o son ocasión de pretendidas incompatibilidades y antítesis entre dimensiones de la realidad que en Santo Tomás son pensadas en una síntesis muy coherente y viva.

La cuestión terminológica se quiere remediar muchas veces con propuestas de abandono de términos que suenan arcaicos y anquilosados para pensar, desde una actitud pretenciosamente imaginativa, en nuevas expresiones con las que se quiere decir lo mismo de un modo adaptado a la mente de nuestros contemporáneos. A veces, se cree que se quiere decir lo mismo pero surge el problema decisivo, que es el del desconocimiento del riquísimo sentido de la terminología tradicional.

¿Quién no pensará que hay que abandonar palabras como "entelequia" o "especie inteligible"? Pero si la primera palabra parece significar ahora algo artificioso y anquilosado, esto no obedece sino a que la ignorancia del lenguaje y la ausencia de reflexión sobre los textos originales nos ha alejado del originario y admirable significado griego por el que se define la "forma substancial", lo que es acto en la línea de la substancia corpórea, el alma del hombre, como "aquello por lo que algo tiene la perfección que le corresponde por su ser".

En cuanto a "especie", término latino que sugiere la faz y el rostro de algo como "aquello que revela lo que es" -así como hablamos, en lengua catalana, de algo coherente como de algo que "té cara i ulls", que muestra, en su rostro y en su mirada, su intención y el sentido de sus actos- no tendría por qué haber sido arrinconada y empobrecida; en cuanto al adjetivo de "inteligible", califica esta misma esencia de algo en cuanto presente en la conciencia intencional, algo donde el hombre cognoscente se hace lo conocido, es uno con el universo de los objetos que entiende.

Grandes pensadores como Joseph Maréchal han afirmado sin reservas la superioridad de la terminología escolástica de Santo Tomás sobre la terminología vigente en la modernidad empirista y racionalista. De los empobrecimientos resultantes en el pensar filosófico tomarían origen las escisiones de la realidad y el pensamiento que no conseguiría superar plenamente el incomparable y genial esfuerzo kantiano, realizado en el descubrimiento de la trascendentalidad del sujeto.

En cuanto a las escisiones antitéticas o faltas de síntesis que han obstaculizado la presencia, en la cultura moderna, de la síntesis doctrinal de Santo Tomás de Aquino, vamos a apuntar ahora la que se da entre lo entitativo -comprendido siempre como estático- y lo operativo -a lo que quedaría reservada toda efectividad, dinamismo y fecundidad. Para mi intento de dar a conocer aquella "desconocida" síntesis, me voy a ocupar ahora de algunas precisiones sobre el ser -esse- y el obrar y actuar -operari, agere.

"El obrar sigue al ser. Operari sequitur esse. Que este aforismo haya sido pensado casi diríamos como si el orden del ser, en sí mismo, fuese estático e inoperante puede verse incluso en argumentaciones teológicas de que la unión hypostática entre el Verbo y la naturaleza humana de Cristo se da en el orden del ser se deducen argumentaciones como esta: "Pues la unión con el Verbo es de orden estático ... y deja el querer de Cristo en el plano de lo creado, no le confiere, por sí misma, la impecabilidad". El gran teólogo Bartolomé María Xiberta O.C. polemizaba así con tales interpretaciones:

"Tal razonamiento presupone aquella manera de entender la jerarquía de los seres según la cual el ser, simplemente dicho, el ser metafísico, sería de orden estático, mientras que el orden dinámico sobrevendría como ulterior determinación de algunos seres particulares" (Xiberta, B.Mª El Yo de Jesucristo Barcelona, Herder, 1954, p. 110). Con la mentalidad aquí denunciada se enlaza la limitación a la acción predicamental de la eficacia productiva del término. En cuanto a la acción inmanente u operación espiritual, carecería de aquella productividad, por lo que tendría que concebirse predicamentalmente como cualidad. Recordemos que decía Suárez que "las cualidades intencionales no son, de suyo, productivas".

Puesto que en tales perspectivas la producción de un término va ligada al "movimiento" visto como paso de la potencia al acto -ya no como "acto de lo que es en potencia en cuanto que es en potencia"- está claro que todo lo "dinámico", eficiente y causativo no se da sino en la entidad finita y móvil. La eternidad vendría a ser una permanente quietud, en contra de la definición verdaderamente tradicional, que habla de "la posesión plena de la vida sin término".

En esta etapa, quiero sólo llamar la atención del estudioso sobre tres textos de Santo Tomás, ilegibles desde los prejuicios aludidos, pero cuya lectura bastaría para despertar en quien los lea el deseo de penetrar, en la forma adecuada, en el sentido de la síntesis doctrinal de Santo Tomás de Aquino.

He aquí cómo demuestra Santo Tomás el carácter eterno de la vida divina:

"En cualquier operación, el operante permanece, aunque a veces la operación sea transitoria sucesivamente: por lo cual, también en el movimiento, lo móvil permanece el mismo en el curso de todo el movimiento ... pero donde la acción es el mismo agente, es necesario que allí nada sea transitorio sucesivamente, sino simultáneo y permanente. Pero el entender y el vivir de Dios es Dios mismo ... así, pues, en su vida no hay sucesión, sino que es toda simultánea, y por ello es eterna" (I C.G. cap. 99).

Si algún lector de Santo Tomás, pensando ser "tradicional", vacilase sobre la identidad entre el entender divino y Dios mismo, y le costase admitir lo que insignes tomistas afirmaron: la identidad formal entre el ser subsistente y la subsistente intelección de Sí mismo, no podría encontrar sentido a esta argumentación por la que Santo Tomás demuestra que la suma asimilación del hombre a Dios no puede consistir sino en una "operación":

"Por ser la substancia de Dios su acción, la suma asimilación del hombre a Dios es según una operación. Por lo cual, la felicidad por la que el hombre se conforma máximamente a Dios, y que es el fin de la vida humana, consiste en una operación" (S.Th.Iª Sec. Qu. 55, artº 2, ad tertium).

Esta argumentación exige, para respetar su sublime sentido e intención, aquella admisión de que el ser de Dios se identifica formalísimamente con aquel entenderse a sí mismo que el propio Aristóteles decía ser la vida eterna y Dios mismo.

No estamos ante concesiones a un "actualismo" desconocedor del ente en su ser y del ser del ente como el acto perfectísimo y actualidad de las mismas esencias o formas. Por lo mismo, también nos encontraremos con que, en la perfección del acto, en el ser en cuanto acto, encontraremos la razón de toda dinamicidad, operatividad, efectividad y fecundidad.

He aquí, finalmente, el texto de Santo Tomás que aporta las certezas filosóficas que serán instrumento del carácter engendrador de la actividad intelectual divina, por la que nace eternamente el Verbo e Hijo de Dios, y del carácter donador, por Amor efusivo, de la eterna voluntad amorosa de Dios, por la que procede el Espíritu Santo de Dios Padre y de Su Hijo:

"La naturaleza de cualquier acto es que se comunique a sí mismo en cuanto le es posible; porque todo agente opera en cuanto que es en acto, y el obrar no es otra cosa sino comunicar aquello por lo que el operante es en acto. La naturaleza divina es máximamente acto" (De Pot. Dei, Qu. 2).

El obrar sigue al ser, no como un añadido predicamental en algunos entes finitos y móviles, sino en virtud de la naturaleza comunicativa del acto en cuanto tal, que tiene su primer analogado, del que procede proporcionalmente toda generación vital y toda causación física en el universo creado. En el acto infinito y subsistente de ser, que es Dios, subsistente intelección de Sí mismo, Amor eterno subsistente, Viviente eterno.

La síntesis de Santo Tomás no es síntesis de opuestos, ni superación de la insalvable oposición de la afirmación y la negación referente al mismo ente. Se elabora por la actitud de "poner junto" en los juicios conceptuales y en el lenguaje humano que los expresa lo que, en el ente en cuanto tal, ha sido puesto junto.

El enfrentamiento al monismo estático de Parménides no obliga a nadie al asentimiento al universal devenir de Heráclito. Precisamente, el aristotelismo introduce la potencia como capacidad de acto para poder afirmar, sin contradicción, que se dé "el acto de lo que es en potencia en cuanto que es en potencia", es decir, el movimiento. Que algunos llamen "movimiento" a las operaciones del espíritu, lo que Santo Tomás sabe y contra lo que no polemiza excesivamente, no significa que él piense el acto del entendimiento y el amor como constitutivamente no permanentes, sino como cambios.

Siendo fieles a Santo Tomás, nunca podremos decir que "el ser es operación" y que las cosas, más que seres, son "algo que se realiza". Tampoco podremos confundir la negación del cambio o movimiento con la inercia y la quietud, que son modos de ser del ente móvil. Así, no tenemos por qué confundir la perseverancia en las convicciones y en la afirmación de la verdad con la obstinación o la testarudez del que no quiere pensar. La reflexión sobre el ser y el obrar que lleve a comprender, en la naturaleza comunicativa del acto, el fundamento y raíz de toda eficiencia y de toda fecundidad vital, respetará la verdadera doctrina sobre el ser y el obrar que atraviesa la totalidad de la obra del Angélico.

Francisco Canals Vidal

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