Robert Louis Stevenson en defensa del padre Damián
Enmanuele Michela / Tempi.it ReL 6.11.2013¿Qué empuja una pluma fina como la del
presbiteriano Robert Louis Stevenson a escribir en defensa del
«vulgar, sucio, tozudo, beato» y católico Padre Damián?
La pregunta es legítima cuando se tiene entre las manos el
volumen que acaba de ser publicado por la editorial Medusa (R. L.
Stevenson, En defensa del Padre Damián), que recoge la
apología escrita por el autor de La isla del tesoro del
sacerdote flamenco Jozef de Veuster, llamado Damián, misionero
de la Congregación de los Sagrados Corazones, fallecido en 1889
a causa de la lepra y proclamado Santo por
Benedicto XVI en 2009.
En la isla por los leprosos
Ellos no se conocían, si bien la fecha de nacimiento
era similar y sus vidas se hubieran podido cruzar en la otra
parte del mundo, en Hawái, donde ambos vivieron;
pero Stevenson llegó a la isla de Molokai un
mes después de la muerte de Padre Damián.
En ella había un gueto para leprosos, que vivían alejados del
centro principal de Honolulu, abandonados a vivir con lo que la
naturaleza les pudiera ofrecer: el misionero había conseguido
que le mandaran entre los enfermos 17 años antes como capellán,
y dedicó toda su vida a los necesitados, hasta el punto de
contraer el mal que le llevó a la muerte.
Stevenson pasó entre los leprosos ocho días, acompañado por
dos religiosas misioneras. Y su desconfianza hacia la obra de
Padre Damián, y hacía todo el mundo católico, dejará espacio
a un gran asombro y a una profunda admiración hacia el misionero
belga, que llevará al autor de la Flecha negra a escribir a su
amigo Colvin: «Nunca he admirado mi pobre raza tanto como ahora,
y tampoco he amado la vida como lo he hecho en esa leprosería (
).
Una de las hermanas llama a ese lugar la taquilla para el
paraíso».
Las acusaciones de los puritanos
Y sin embargo, el juicio que circulaba dentro de la
Iglesia presbiteriana sobre Jozef de Veuster no
era el mismo. Su celo estaba considerado fanatismo; su mezclarse
con los enfermos era una decadencia impensable para la cultura
puritana, cuyo objetivo era llegar a los hawaianos para
civilizarlos.
En cuanto a la lepra, las acusaciones eran muy graves: se decía
que el Padre Damián la había contraído al tener relaciones
sexuales con algunas mujeres de la isla. De esto hablaba,
maliciosamente, el intercambio epistolar entre dos ministros
presbiterianos, los reverendos Gage y Hyde, publicada por
éste último en el Sydney Presbiterian, con
el fin de desmontar la fama que en poco tiempo se había
construido sobre el misionero belga.
"Santo con toda la suciedad del hombre"
Y es contra ellos y en defensa del Padre Damián que
Stevenson aferra la pluma, para escribir un texto
que nunca conseguirá publicar, a no ser que lo haga a su cargo.
A las argumentaciones de Gage y Hyde opuso su experiencia directa,
vivida en los días que estuvo en la isla, donde el perfume de la
grandeza del sacerdote no se había aún atenuado tras su muerte.
Utiliza más de una vez la palabra santo para indicar
a ese hombre «con toda la suciedad y la mezquindad de la
humanidad, pero precisamente por esto aún más santo y héroe».
Y concluye: «El hombre que intentó hacer lo que ha hecho Padre
Damián es mi Padre, es el Padre de todos aquellos que
aman el bien y habría sido también vuestro Padre, si
Dios os hubiera dado la gracia de entenderlo».