HISTORIA UNIVERSAL

Rusia despide a Solzhenitsyn

COLPISA/AFP. MOSCÚ. Martes, 5 de agosto de 2008

El escritor ruso y disidente Alexander Solzhenitsyn, célebre por haber destapado al mundo las atrocidades de los campos de concentración de la era estalinista, fallecido el domingo, 3.08.2008, a los 89 años, recibió ayer lunes, 4.08.2008, el homenaje de personalidades rusas y del mundo entero. Solzhenitsyn murió en la tarde del domingo de una insuficiencia cardíaca aguda en su casa en Moscú, dijo su hijo Stepan, citado por la agencia de noticias Itar-Tass.

Los restos de Solzhenitsyn serán inhumados mañana martes, 6.08.2008, en el cementerio del monasterio Donskoi de Moscú, tal como había pedido en vida el escritor, anunció ayer un portavoz de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Durante la jornada de hoy, sus restos serán expuestos en la Academia de Ciencias de Moscú, donde se llevará a cabo una ceremonia de despedida, anunció la Fundación Solzhenitsyn.

Solzhenitsyn, cuyo aspecto ascético se acentuó en estos últimos años por su larga barba blanca, obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1970 después de denunciar los campos de trabajos forzados soviéticos, los gulags, donde estuvo prisionero durante ocho años, a partir de 1945. Se esforzó por revelar los secretos más siniestros del régimen estalinista y su obra asestó un golpe mortal a la autoridad de la Unión Soviética. En 1974 fue expulsado de la URSS por sus opiniones antisoviéticas. Su viuda, Natalia, a cargo de la publicación de su obra completa, declaró a la radio Eco de Moscú que el escritor tuvo una vida "difícil pero feliz".

Solzhenitsyn nació en 1918 en Kislovodsk, en el Cáucaso, después de la sangrienta Revolución Rusa. En los primeros años de su vida fue un comunista convencido. Pero en 1945 fue condenado a ocho años de encierro en un gulag por criticar a Josef Stalin en una carta a un amigo. Luego sobrevivió a un cáncer y a un intento de asesinato del KGB el temible servicio de inteligencia soviético. Fue liberado del gulag en febrero de 1953, semanas antes de la muerte de Stalin. Pasó tres años más en exilio interno en la entonces República Soviética de Kazajistán, antes de volver a Rusia, donde trabajó como maestro. En el mundo literario irrumpió en 1962 con Un día en la vida de Iván Denisovich. Este libro, publicado con la autorización oficial de Nikita Jrushev, describía el mundo de los campos de trabajos forzados. Después de su publicación en la revista Novy Mir, dos ediciones posteriores de un total de 850.000 ejemplares se agotaron inmediatamente. El pabellón del cáncer y El primer círculo fueron publicados en 1968. Durante la ola de represión lanzada por Leonid Brezhnev, sus obras fueron proscritas. Cuando fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1970, aceptó el premio pero se negó a asistir a su entrega por miedo a no ser autorizado a regresar a Rusia. En esa época, Solzhenitsyn lo sacrificaba todo para dedicarse exclusivamente a El archipiélago gulag, elaborado en base a la información obtenida de 227 ex prisioneros. Las autoridades descubrieron manuscritos del libro y en 1974 Solzhenitsyn fue expulsado por el jefe del KGB. Tras vivir un tiempo en Suiza se instaló en Estados Unidos, donde se dedicó a escribir la tetralogía La rueda roja, una historia ficticia del período anterior a la Revolución. Regresó a Rusia en 1994.

Solzhenitsyn en 1975
Solzhenitsyn en 1975.AFP

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Fallece el escritor Alexandr Solzhenitsin, uno de los mayores críticos del comunismo

LD (EFE), lunes, 4-08-2008

Este domingo falleció a los 89 años uno de los mayores opositores al régimen de la URSS, Alexander Solzhenitsin, Premio Nobel de Literatura. El escritor fue muy crítico con Stalin, por lo que fue condenado a ocho años de prisión en Siberia. En 1974 fue privado de la nacionalidad rusa al denunciar en Archipiélago Gulag el sistema de campos de concentración soviéticos. En 1994 volvió y mantuvo sus criticas al asegurar en Moscú que "en Rusia no hay democracia".

El escritor ruso y Premio Nobel de Literatura en 1970, Alexander Solzhenitsin, murió este domingo, 3.08.2008, en su casa de Moscú a consecuencia de un ataque cardíaco a los 89 años de edad. Fue uno de los mayores críticos del antiguo régimen de la Unión Soviética, cuyo sistema de campos de concentración denunció en su Archipiélago Gulag. Por sus críticas a Stalin fue condenado en 1945 a ocho años de prisión en un campo de trabajo en Siberia.  

En 1974, durante el régimen de Leonidas Breznev, Solzhenitsin fue privado de la nacionalidad soviética y expulsado de la URSS, acusado de traición a la patria tras haber escrito esta obra y Carta abierta a los dirigentes soviéticos.  

Nació el 11 de diciembre de 1918 en Kislovodsk, ciudad en el Cáucaso Norte, en el seno de una familia de intelectuales cosacos. Se crió en la zona del Don, en Rostov, y estudió Matemáticas y Física en la Universidad de esa ciudad, donde obtuvo la licenciatura en 1941, el mismo año en que la Alemania nazi atacó a la Unión Sovietica.   Solzhenitsin se incorporó al Ejército y combatió como oficial de artillería en el frente de Leningrado. Sus acciones en la guerra le valieron dos medallas, que no fueron obstáculo para que en 1945 fuera condenado a ocho años en un campo de trabajo por criticar al dictador soviético Stalin en una carta dirigida a un amigo.  

En marzo de 1953 fue puesto en libertad, aunque todavía siguió varios años desterrado en Siberia. Allí empezó a escribir y en ese período fue curado de un cáncer, experiencia que dejó plasmada en Pabellón de Cancerosos (1965). Durante el "deshielo" de Nikita Jruschov, en 1957, logró una plaza de profesor de Matemáticas en la ciudad de Riazán.  

En 1967 Solzhenitsin escribió envió una carta a la Unión de Escritores, en la que denunciaba la censura ejercida contra él y acusaba al organismo de indiferencia ante la supresión de la libertad de expresión. La respuesta de la Unión de Escritores de la Unión Soviética no se hizo esperar: lo expulsó de sus filas.  

En 1974, durante el régimen de Leonid Brézhnev, Solzhenitsin fue privado de la ciudadanía soviética y expulsado de la URSS bajo la acusación de "traición a patria" por su libro Archipiélago Gulag. Recuperaría la ciudadanía soviética en 1990, durante la "perestroika" de Mijaíl Gorbachov, pero su regreso a Rusia se produciría sólo cuatro años más tarde, cuando la Unión Soviética ya no existía.  

"En Rusia no hay democracia", dijo el escritor, un gran crítico del desaparecido presidente ruso Borís Yeltsin, nada más llegar a Moscú, desatando una fuerte polémica. Su regreso a Rusia comenzó en Vladivostok ydesde allí inicio un recorrido en tren de 55 días que le llevó a la capital rusa.  

Pese a que Yeltsin le había elogiado y expresado su intención de recibirlo en el Kremlin, Solzhenitsin se refirió con sorna al sistema político diseñado por el presidente ruso al comentar que "los juegos de los partidos políticos no son democracia" y que "el pueblo no es material para campañas electorales".

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Solzhenitsin y Benet

Pío Moa, Libertad Digital, 4 de agosto de 2008

Cuando Solzhenitsin vino a España, todavía en el franquismo aunque ya muerto Franco, dijo unas cuantas verdades comparando la dictadura española con la soviética: "Los españoles son absolutamente libres para residir en cualquier parte y de trasladarse a cualquier lugar de España. Nosotros, los soviéticos, no podemos hacerlo en nuestro país. Estamos amarrados a nuestro lugar de residencia por la propiska (registro policial). Las autoridades deciden si tengo derecho a marcharme a tal o cual población (...) Los españoles pueden salir libremente de su país para ir al extranjero (...) En nuestro país estamos como encarcelados. Paseando por Madrid y otras ciudades (...) más de una docena, he podido ver en los kioscos los principales periódicos extranjeros. ¡Me pareció increíble! Si en la Unión Soviética se vendiesen libremente periódicos extranjeros se verían inmediatamente docenas y docenas de manos tendidas y luchando por procurárselos (...) También he observado que en España uno puede utilizar libremente las fotocopiadoras (...) Ningún ciudadano de la Unión Soviética podría hacer una cosa así en nuestro país". Etcétera.

Estas declaraciones, plenamente veraces, solo podían causar, y solo causaron, una furibunda reacción en nuestra izquierda, de tendencias siempre tiránicas y violentas. La prensa y los periodistas comunistoides, ya abundantes, pusieron el grito en el cielo, cosa previsible. Lo realmente significativo es que fueron aventajados en furia por otros no comunistas, los célebres "compañeros de viaje" o "tontos útiles". El más ofensivo y gritón de ellos resultó Juan Benet, que llegaría a ser el intelectual típico de El País, con todo el sectarismo, la simpleza y el esnobismo intelectuales característicos de esa corriente. Benet, muy influyente por entonces, escribió: "Yo creo firmemente que, mientras existan personas como Alexandr Solzhenitsin, los campos de concentración subsistirán y deben subsistir. Tal vez deberían estar un poco mejor guardados, a fin de que personas como Alexandr Solzhenitsin no puedan salir de ellos."

Me escribió J. P. Quiñonero que no debiera insistir sobre estas palabras, porque Benet se arrepintió de ellas y realmente no las sentía. No sé si se arrepintió, ni, si lo hizo, por qué razón; pero la gente tipo El País ha sido siempre muy dada a recordar frases dichas en mala hora por sus adversarios, o a tergiversarlas y sacarlas de su contexto, incluso inventarlas. En las frases citadas de Benet no hay tergiversación ni manipulación alguna, y su contexto abundaba ampliamente en la misma tónica. Pero no las recuerdo por eso sino porque formaban parte de un coro de insultos canallescos ("mentiroso", "paranoico", "bandido", etc., etc.) en que aquella intelectualidad "progresista" mostraba una vez más, en plenitud, su tradicional canallería y estupidez, que diría Gregorio Marañón, su total carencia de ideas y sentimientos democráticos.

No menos significativo fue el órgano donde exponía Benet sus brillantes ideas: Cuadernos para el diálogo, una publicación cristiana, o cristiano-demócrata. Diálogo, bonita palabra, piensan los ingenuos, pero, ¿diálogo con quién? Pues con los comunistas, con los constructores del Gulag, para quienes reservaban la más tierna comprensión aquellos fariseos. Para Solzhenitsin, nada de comprensión; para él el Gulag, precisamente. Caído el muro de Berlín, los "diálogos" se han trasladado a los asesinos de la ETA. La vieja querencia, en fin.

Por eso viene bien recordar un episodio tan revelador ahora, en la muerte de Solzhenitsin, uno de los grandes testigos, víctimas y denunciadores de la barbarie totalitaria. El sistema soviético se hundió, mientras que la obra del premio Nobel ruso permanece. Y los detestables mindundis literarios e intelectuales que aquí se retrataron abucheándole en los términos más repulsivos, han pasado –salvo alguno como Cela, de quien también hablaré– a un muy merecido olvido. El gran autor ruso queda como un símbolo. También Benet, a su torpe manera.

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Un autorretrato del antifranquismo en marzo de 1976
Cuando la visita de Soljenitsin a España

Por Pío Moa

Que la democracia actual no proviene del antifranquismo es obvio para cualquiera que conozca su debilidad material, moral y política, y conserve la memoria. Esa debilidad, por así llamarla, se reveló en plenitud cuando la visita de Soljenitsin a España, en marzo de 1976.

Hace unas semanas, con motivo de una reimpresión de Archipiélago gulag el diario El Mundo publicó un reportaje donde hablaba José María Iñigo, entrevistador del escritor ruso en TVE en aquel ya lejano año. Los comentarios, tanto del reportero como de Iñigo, eran perfectamente banales. El segundo aseguró que la entrevista había gustado tanto a Franco que había llamado a TVE y la había hecho repetir… cuando el dictador llevaba cuatro meses muerto.

Soljenitsin dijo: “Sus progresistas llaman dictadura al régimen vigente en España. Hace diez días que yo viajo por España y me he quedado asombrado. ¿Saben ustedes lo que es una dictadura? He aquí algunos ejemplos de lo que he visto. Los españoles son absolutamente libres de residir en cualquier parte y de trasladarse a cualquier parte de España. Nosotros, los soviéticos, no podemos hacerlo. Estamos amarrados a nuestro lugar de residencia por la propiska (registro policial). Las autoridades deciden si tengo derecho a marcharme de tal o cual población. También he podido comprobar que los españoles pueden salir libremente de su país para ir al extranjero. Sin duda saben ustedes que, debido a las fuertes presiones ejercidas por la opinión mundial y por los Estados Unidos, se ha dejado salir de la Unión Soviética, con no pocas dificultades, a cierto número de judíos. Pero los judíos restantes y las personas de otras nacionalidades no pueden marchar al extranjero. En nuestro país estamos como encarcelados.

“Paseando por Madrid y otras ciudades, he podido ver que se venden en los kioscos los principales periódicos extranjeros. ¡Me pareció increíble! Si en la Unión Soviética se vendiesen libremente periódicos extranjeros, se verían inmediatamente decenas y decenas de manos tendidas y luchando por procurárselos. También he observado que en España uno puede utilizar libremente las máquinas fotocopiadoras. Cualquier individuo puede hacer fotocopiar cualquier documento, depositando cinco pesetas por copia en el aparato. Ningún ciudadano de la Unión Soviética podría hacer una cosa así. Cualquiera que emplee máquinas fotocopiadoras, salvo por necesidades de servicio y por orden superior, es acusado de actividades contrarrevolucionarias.

“En su país –dentro de ciertos límites, es cierto– se toleran las huelgas. En el nuestro, y en los sesenta años de existencia del socialismo, jamás se autorizó una sola huelga. Los que participaron en los movimientos huelguísticos de los primeros años de poder soviético fueron acribillados por ráfagas de ametralladoras, pese a que sólo reclamaban mejores condiciones de trabajo. Si nosotros gozásemos de la libertad de que ustedes disfrutan aquí, nos quedaríamos boquiabiertos. Hace poco han tenido ustedes una amnistía. La califican de “limitada”. Se ha rebajado la mitad de la pena a los combatientes políticos que habían luchado con armas en la mano (alude a los terroristas). ¡Ojalá a nosotros nos hubiesen concedido, una sola vez en veinte años, una amnistía limitada como la suya! Entramos en la cárcel para morir en ella. Muy pocos hemos salido de ella para contarlo”.

Estas palabras despertaron en los antifranquistas una furia increíble. Juan Benet, en Cuadernos para el diálogo (excelente título) escribió: “Todo esto, ¿por qué? ¿Porque ha escrito cuatro novelas, las más insípidas, las más fósiles, literariamente decadentes y pueriles de estos últimos años? ¿Porque ha sido galardonado con el premio Nobel? ¿Porque ha sufrido en su propia carne –y buen partido ha sacado de ello– los horrores del campo de concentración? Yo creo firmemente que, mientras existan personas como Alexandr Soljenitsin, los campos de concentración subsistirán y deben subsistir. Tal vez deberían estar un poco mejor guardados, a fin de que personas como Alexandr Soljenitsin no puedan salir de ellos. Nada más higiénico que el hecho de que las autoridades soviéticas –cuyos gustos y criterios sobre los escritores rusos subversivos comparto a menudo– busquen la manera de librarse de semejante peste”.

Benet, escritor medianillo, esnob y superficial, pero muy promocionado, ejercía una “resistencia” cómoda y remuneradora a la limitada dictadura de entonces, y venía a actuar como altavoz de la oposición antifranquista, que pocas veces quedó tan al desnudo. El subdirector de Cuadernos para el diálogo, Eduardo Barrenechea, también arremetía contra el “hombrecillo Soljenitsin”, que según él, había hecho “enrojecer … de vergüenza” a muchos telespectadores. La procomunista Triunfo, una de las revistas de mayor tirada entonces, denunciaba el “escándalo” de la “operación Soljenitsin”, organizada para “acometernos por medio de una disertación fanática y apasionada. El señor Soljenitsin llega con retraso de una guerra fría, y la Televisión Española, de una guerra civil renovada”. Denunciar la situación en la URSS y compararla con la de España significaba, pues, renovar la guerra civil y atacar “la democracia española” en ciernes. En la revista Por Favor, Soledad Balaguer cantaba las excelencias del sistema soviético, y denostaba al “premio Nobel barbudo” que daba “gato por liebre diciéndonos que los rusos eran muy malos porque eran comunistas, sin conseguir que nadie le creyese”. El semanario izquierdista Personas informaba: “Soljenitsin es un paranoico clínicamente puro. La voz del viejo patriarca zarista penetró en los campos y ciudades españolas como un viento glacial. Fue una vergüenza”.

En la revista Posible, Arturo Rubial clamaba: “Ese Soljenitsin es un Nobel por nada. Miente a cada instante. Habrían debido hacer de manera que Soljenitsin contase todo esto al estilo de music-hall, rodeado de lindas muchachas del ballet Set 96; este caballero tiene pasta de showman”. Montserrat Roig, en Mundo, no le cedía en agudeza: “La barba de Soljenitsin parece la de un cómico de pueblo, la de un cómico ambulante pagado por una alianza de señores feudales. El escritor hace reír al gallinero. Un día le arrancarán las barbas postizas”. Hasta en una publicación de Soria podía leerse: “Soljenitsin, turista privilegiado, multimillonario a costa de los sufrimientos de sus compatriotas, vive bien, muy bien, de sus discursos”. Y es que la simpatía hacia el totalitarismo soviético, incluidos sus campos de concentración, era una de las señas de identidad más íntimas de la oposición izquierdista.

Y no menos reveladora fue la reacción del antifranquismo de derechas. Cela, en vena progre, escribió: “Soljenitsin no está solamente contra España, nuestro pequeño y amado país, lo cual no sería nada. Está contra Europa. Heraldo de la tristeza. No tenemos necesidad de pájaros de mal agüero”. Para Jiménez de Parga, “uno pierde la calma delante de quien, sirviéndose de las pantallas de TV, pretende tomarnos por imbéciles, permitiéndose explicar precisamente en España lo que es una dictadura”.

Los diversos comentaristas trataban a uno de los grandes escritores del siglo XX, a uno de los grandes testigos de la barbarie totalitaria, de “chorizo”, “enclenque”, “mendigo desvergonzado”, “espantajo”, “bandido”, “hipócrita”, “mercenario”, etc. Ciertamente, tales dicterios rebotaban como flechas de goma sobre el así agredido, pero ¿sería exagerado considerarlos perfectamente aplicables a aquella oposición antifranquista trivial, mediocre e hinchada de ruindad, fuente de los mayores peligros que ha sufrido y sigue sufriendo nuestra democracia? Pues el antifranquismo no fue malo, obviamente, por oponerse a Franco, sino por su enorme carga de mentira. Hoy estamos reaccionando contra el fraude del nacionalismo vasco, en sus versiones terrorista y cómplice, pero no es ése el único fraude, y va siendo hora, por higiene intelectual y moral, de someter a todos ellos a los rigores de la crítica.

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Benet no tenía mala conciencia

5 de Agosto de 2008 - 09:20:12 - Pío Moa

Nótese el estilo tan  elpaís, trivialón y como si no pasara nada, simpaticote, vamos, hacia el guarda vocacional del GULAG:

"Me ratifico en lo que dije sobre Solzhenitsyn" Juan Benet

ANGEL S. HARGUINDEY 05/05/1976, El País

"Juan Benet ha conseguido lo que casi nadie podría imaginarse: escandalizar. Unas opiniones sobre Alexander Solzhenitsyn adquirieron, a tenor de las airadas reacciones, connotaciones apocalípticas.Juan Benet, ingeniero de caminos y escritor, apenas si pudo leer los comentarios que despertaron sus opiniones, y lamentos, sobre los fallos de seguridad en los campos de concentración soviéticos: partió, invitado por el Gobierno, a la República Popular de China. Tras un mes de estancia en aquel país regresaron el pasado 4 de mayo.

"Bueno, la verdad es que creía que ya estaban solventadas las cosas -declaró a EL PAIS Juan Benet-, y me sorprende el que se escribiera sobre el asunto con tanta reiteración.Mi impresión, muy gruesa, sobre las reacciones del artículo de Cuadernos es que se podía detectar una mala conciencia en todos ellos. Aducir un movimiento de piedad hacia un tipo que no nos toca en nada, cuando no se han producido manifestaciones democráticas sobre nuestros problemas, denota una mala conciencia. Me ratifico absolutamente, no sólo me ratifico en lo dicho, sino que, a «la vista de las reacciones, creo que fui tímido".

El gobierno de la "República Popular China  solo invitaba a intelectuales que consideraba útiles y “comprensivos”.¿Nombararía a Benet vigilante honorario de  uno de sus muchos campos de concentración o de reeducación? Ningún problema, en todo caso.   Nuestra izquierda, una vez más.

****  Nótese también a Muñoz Molina, que no acaba de ver las cosas claras:

"Y no me olvido de la rechifla general con que recibimos las personas progresistas en los años setenta la visita a España de Alexandr Solzenitsyn, que ya mostraba síntomas de delirio religioso o místico, pero que había levantado a solas, durante muchos años, uno de los mayores y más rigurosos testimonios contra los crímenes del totalitarismo. Lo que en toda Europa estaba siendo el comienzo de un debate imprescindible sobre la responsabilidad política del intelectual, aquí se resolvió con unos cuantos chistes, con las habituales excomuniones o muecas de desdén. Hasta alguien tan lúcido como Juan Benet no se resistió a hacer la broma de que el peor delito
del régimen soviético era haber dejado en libertad a Solzenitsyn. Así nos va."

 “Rechifla”, “delirio”, “chistes”, “bromas”. ¡Esto,  Muñoz Molina, que parecía evolucionar  desde el mundo de la trola, y distanciarse de los más sectarios! Tal despliegue de hipocresía solo sugiere  un desanimado comentario: “siguen igual de miserables”.

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L´Osservatore Romano rinde homenaje a Solzhenitsin

ACI. Publicado el 5 de agosto 2008 en ReL

El diario oficioso del Vaticano, L'Osservatore Romano, rinde homenaje a uno de los intelectuales rusos más importantes y ganador del Premio Nobel de Literatura en 1970, Alexander Solzhenitsin, cristiano ortodoxo que falleciera el domingo a los 89 años de edad y que sobreviviera a la crueldad de los campos de concentración de Rusia o gulags en donde murieron millones de personas; hecho que denunció a través de varias de sus obras literarias."Un día en la vida de Iván Denisovich" y "Archipiélago Gulag" son dos de las obras más conocidas de este importante pensador cristiano.

El diario oficioso del Vaticano, L'Osservatore Romano, rinde homenaje a uno de los intelectuales rusos más importantes y ganador del Premio Nobel de Literatura en 1970, Alexander Solzhenitsin, cristiano ortodoxo que falleciera el domingo a los 89 años de edad y que sobreviviera a la crueldad de los campos de concentración de Rusia o gulags en donde murieron millones de personas; hecho que denunció a través de varias de sus obras literarias.

"Un día en la vida de Iván Denisovich" y "Archipiélago Gulag" son dos de las obras más conocidas de este importante pensador cristiano, con las que dio a conocer al mundo las barbaridades que se cometían en los gulags o campos de concentración en donde además de los presos políticos, murieron miles de sacerdotes y religiosos.

En el artículo de LOR, el autor del mismo, Claudio Toscani, recuerda que Solzhenitsin nació en Kislovodsk, en el Cáucaso, el 11 de diciembre de 1918, en la víspera de la Revolución Rusa. Pese a su preferencia por la literatura, se recibió en Física y Matemática.

Cuando entre 1942 y 1943 se encontraba en Ucrania se escribe con su amigo Vitkevic y en ellas critica a Stalin "La censura militar cumple su deber y el 9 de febrero de 1945, Alexander es arrestado y varios meses después es condenado a 8 años en los campos de concentración". Al terminar este durísimo periodo, explica Toscani, "una segunda vida se abrió ante él: la no menos ardua de la disidencia y la clandestinidad intelectual, que pasó por la expulsión de la patria".

Por aquellos años, Solzhenitsin escribiría: "éramos algunas decenas de cerrados y obstinados esparcidos por Rusia; y cada uno escribía, según lo que dictaban el honor y la conciencia, lo que sabía sobre nuestro tiempo, es decir lo que es la verdad esencial: no la constituyen únicamente las prisiones, las fusilamientos, las cárceles, la deportación. Llegado el momento emergeremos todos juntos de las profundidades marinas y así será reconstruida nuestra gran literatura que hemos expandido en el fondo del mar durante la Gran Revolución".

Toscani recuerda luego que entre 1973 y 1976 "Archipiélago Gulag" vería la luz. "Solzhenitsin colocó en dos mil quinientas páginas aquella forma de cárcel universal que era el sistema eliminativo de Stalian y sus afines en la primera mitad del último siglo. Prisiones de tránsito, cárceles de aislamiento político, campos de trabajo forzado, lugares de confinación y exilio interno, entre el círculo polar ártico, estepas del Caspio, Moldavia, Extremo Oriente y minas del oro siberiano: así era el Archipiélago real e invisible al mismo tiempo; habitado de millones de ciudadanos soviéticos: aquí la verdad revelada en un libro que es al mismo tiempo narrativa y documental, un implacable j'accuse (yo acuso) coral contra las teorías y la práctica del terrorismo de masa, un grito de dolor lanzado por todos los hombres de la tierra".

Toscani resalta también que en sus últimos años, Solzhenitsin publicó un Diario; y una serie de artículos escritos entre 1967 y 2003, bajo el título "Bocetos del exilio", en el que auspicia "un moderno humanismo cristiano que salve Rusia, occidente y el mundo entero".

"Debemos construir un mundo moral. La nueva explosión de materialismo, convertido en capitalista, constituye una amenaza para todas las religiones", escribía Solzhenitsin, quien "no olvida la fe en el Dios que lo ha salvado de la prisión, en cuerpo y alma, preservándolo en la fe en la historia y en el convencimiento de un designio superior, por el cual vale la pena estar en el mundo".

"Si una actualidad perdura en el nombre de Solzhenitsin, esa es una actualidad espiritual", finaliza Toscani.

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Solzhenitsin in memoriam. Ni socialista, ni liberal: cristiano

Juanjo Romero ReL 04.08.08

Triste reaparición la mía. Ayer murió Alexander Solzhenitsin (desconozco las normas de trascripción, en la prensa anglosajona aparece como Aleksandr Solzhenitsyn, me imagino que así será). Se me dan muy mal los obituarios. Y como en las próximas horas tendremos buenas semblanzas, comentarios literarios espléndidos y unas necrológicas que harán llorar, poco podré añadir.

Sin embargo no quería dejar pasar la oportunidad para comentar algunos aspectos que quizá no tengan el suficiente tratamiento informativo. Podremos leer sobre sus dos obras más conocidas: Archipiélago Gulag y Un día en la vida de Iván Denísovich. Obras sobre las que se pueden escribir incluso novelas —el primer manuscrito de Archipiélago Gulag se «perdió» en manos del KGB; su guardiana, la secretaria de Solzhenitsin, se «suicidó» después de ser torturada—. Pocos dirán (sobre todo en la prensa progre) que constituye la mejor denuncia del socialismo real. Su lectura es el antídoto ideal para cualquier tentación socialista. Una descripción perfecta de los métodos para conseguir la «igualdad»; concepción de la igualdad que sólo puede conseguirse cercenando la libertad. Por cierto, una concepción de la igualdad como la que tiene nuestro presidente; y unos métodos, que, aunque todavía no sangrientos, podemos reconocer en las 227 historias que dan lugar al libro. Os sentiréis identificados.

Pero la libertad de Solzhenitsin no es una deidad, es la libertad de los hijos de Dios. Creo —espero equivocarme— que no encontraremos muchas referencias a las críticas del ruso al liberalismo, tanto al político como al filosófico. Solzhenitsin no era un liberal, su amor por la libertad y la igualdad no es a la de Jean-François Revel. Su vivencia y lucha por la libertad le lleva a la conversión (en su juventud fue un modélico comunista, un «ateo científico»), a entender la igualdad como un medio, no como un fin; a entender la libertad también como un medio, no como un fin.

En octubre de 1993 se entrevistó con Juan Pablo IIuna conversación demasiado emocionante para resumirla en pocas palabras, según su testimonio—. Admiraba al papa polaco y compartían el análisis de la situación, aunque Solzhenitsin, quizá por ruso, era pesimista en su solución. Irina Alberti nos cuenta de la entrevista:

Para ambos, como quedó claro en el diálogo, la historia de la humanidad existe sólo en cuanto realización del plan salvífico de Dios, de modo que si se aleja de este plan, las raíces de la vida se secan y mueren. Pero para Solzhenitsin, el proceso de alejamiento está en marcha, y la obra titánica de este Papa, que él venera y admira desde hace quince años, consiste en frenar este proceso. Para Juan Pablo II, por el contrario, el empeño del hombre en la colaboración con Dios es sobre todo obra de la juventud, «esperanza del mundo». Solzhenitsin habla de su tristeza al ver las iglesias de Occidente «llenas de turistas pero con pocos fieles». El Papa le replica con afecto que la situación está cambiando…

Sinceramente creo que para tener una visión completa del pensamiento de Solzhenitsin no basta con leer Archipiélago Gulag, y me parecería una indecencia la apropiación de la figura por parte del liberalismo. Mi recomendación para completar su obra sería el discurso Un mundo dividido en pedazos pronunciado en la Universidad de Harvard en junio del 78 (la traducción aquí), un excelente resumen de su pensamiento. La línea y el esquema argumentativo son muy similares a los de Juan Pablo II. Se notan que son eslavos, una idea desarrollada en «espiral».

Es una maravilla. Tan actual, que parece que también está escrito para esta España nuestra.

Comienza con una acusación sobre el declive de la valentía en Occidente y una advertencia: ¿Habrá que señalar que, desde la más remota antigüedad, la pérdida de coraje ha sido considerada siempre como el principio del fin?

Después desarrolla algunas causas:

Legalismo —como pérdida del sentido de la ley natural, con el sangrante ejemplo de que en la URSS también había legalidad—.

Disociación de la responsabilidad como componente intrínseco de la libertad, que tiene como consecuencia una sociedad moralmente mediocre:

Es hora, en Occidente, de defender no tanto los derechos humanos sino las obligaciones humanas.

Por el otro lado, a la libertad destructiva e irresponsable se le ha concedido un espacio ilimitado. La sociedad ha demostrado tener escasas defensas contra el abismo de la decadencia humana; por ejemplo, contra el abuso de la libertad que conduce a la violencia moral contra los jóvenes bajo la forma de películas repletas de pornografía, crimen y horror. Todo esto es considerado como parte integrante de la libertad, y se asume que está teóricamente equilibrado por el derecho de los jóvenes a no mirar y a no aceptar. De este modo, la vida organizada en forma legalista demuestra su incapacidad para defenderse de la corrosión de lo perverso.

Papel de los medios de comunicación: Cuando se ha llevado a la opinión pública hacia carriles equivocados mediante información inexacta o conclusiones erradas ¿conocemos algún caso en que el mismo periodista o el mismo diario lo hayan reconocido pidiendo disculpas públicamente? No. Eso perjudicaría las ventas. Tenemos ejemplos temporalmente muy recientes.

La dictadura de la moda: Vuestros académicos son libres en un sentido legal, pero están acorralados por la moda del capricho predominante.

Relativismo: como origen también de la indolencia, causa y síntoma:

Pero la lucha por nuestro planeta, en lo físico y en lo espiritual, esa lucha de proporciones cósmicas no es una vaga cuestión del futuro. Ya ha comenzado. Las fuerzas del mal ya han lanzado su ofensiva decisiva. Podríais sentir su presión pero vuestros monitores y vuestras publicaciones todavía están llenas de las obligatorias sonrisas y de los brindis con los vasos en alto. ¿A qué viene tanta alegría?

Algunos representantes muy bien conocidos de su sociedad […], dicen: no podemos aplicar criterios morales a la política. Así mezclamos el bien y el mal, lo derecho y lo torcido y damos oportunidad para el triunfo absoluto del Mal en el mundo.

Me recuerda al discurso de Cameron de hace un mes, plenamente vigente y necesario.

Y antes de concluir un sugerente recorrido histórico por el concepto de humanismo y sus avatares, la denuncia de que todos los materialismos terminan siendo similares:

Hemos puesto demasiadas esperanzas en la política y en las reformas sociales, sólo para descubrir que terminamos despojados de nuestra posesión más preciada: nuestra vida espiritual, que está siendo pisoteada por la jauría partidaria en el Este y por la jauría comercial en Occidente. Esta es la esencia de la crisis: la escisión del mundo es menos aterradora que la similitud de la enfermedad que ataca a sus miembros principales.

Si, como pretende el humanismo, el ser humano naciese solamente para ser feliz, no nacería para morir. Desde el momento en que su cuerpo está condenado a muerte, su misión sobre la tierra evidentemente debe ser más espiritual y no sólo disfrutar incontrolablemente de la vida diaria; no la búsqueda de las mejores formas de obtener bienes materiales y su despreocupado consumo. Tiene que ser el cumplimiento de un serio y permanente deber, de modo tal que el paso de uno por la vida se convierta, por sobre todo, en una experiencia de crecimiento moral. Para dejar la vida siendo un ser humano mejor que el que entró en ella.

Ya no habla de izquierdas y derechas, de socialistas y liberales. El mundo dividido de Solzhenitsin, no es de bloques, es el de hombres y no-hombres:

Si el mundo no se ha acercado a su fin, al menos ha arribado a una importante divisoria de aguas en la Historia, igual en importancia al paso de la Edad Media al Renacimiento. […] La ascensión es similar a un escalamiento hacia la próxima etapa antropológica. Nadie, en todo el mundo, tiene más salida que hacia un solo lado: hacia arriba.

Gracias Alexander, ni derechas, ni izquierdas: arriba, como hijo de Dios, como hombre; allí estarás. Cuenta con mis oraciones.

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Juanjo Romero Acabo de leer un buen post sobre el tema en Embajador en el Infierno. De haberlo hecho antes me hubiese ahorrado este. Creo que el suyo es mejor y está en la misma línea.

La cobardía de Occidente en Alexander Solzhenitsyn

lunes, agosto 4 Embajador en el Infierno

La culturilla popular asigna a Alexander Solzhenitsyn sus 15 minutos de gloria a cuenta de su posición como disidente del comunismo. Lo que menos gente conoce es que el gran ruso era igualmente disidente del liberalismo, vamos un tradicionalista con todas las letras.

Andrew Cusack ha escrito un excelente obituario donde repasa con cierto detalle el pensamiento político de nuestro héroe, y que conviene leer entero (está en inglés).

De todo lo escrito extraigo y directamente traduzco un párrafo que me parece particularmente pertinente a la España de hoy. El lector atento sabrá poner nombres y apellidos identificando los protagonistas hispanos de un texto universal:


"El mundo occidental ha perdido el coraje social, tanto colectiva como individualmente, en cada país, gobierno, partido político y desde luego en las Naciones Unidas. La desaparición del coraje es particularmente significativo entre los grupos dirigentes y las élites intelectuales, y causa una impresión de pérdida de coraje por parte de la sociedad entera. Desde luego hay muchas personas valientes pero estas no tienen una influencia determinante en la vida pública. Los burócratas políticos e intelectuales muestran depresión, pasividad y perplejidad en sus acciones y sus declaraciones y mucho más en sus reflexiones teóricas dirigidas a explicar cuan realista, razonable e intelectutal y moralmente justificado es basar las políticas de estado en la debilidad y la cobardía. El declive del coraje es ironicamente enfatizado en las ocasionales explosiones de enfado e inflexibilidad por parte de los burócratas cuando deben tratar con gobiernos o paises débiles a los que nadie apoya, o con corrientes que no pueden ofrecer ninguna resistencia. Pero a estos mismos se les come la lengua el gato y se quedan paralizados cuando tienen que lidiar con gobiernos poderosos y fuerzas amenazantes, con agresores y terroristas internacionales. ¿Debería uno señalar que desde los tiempo antiguos el declive del coraje se ha considerado el principio del fin?.