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La época de la Restauración (1815-1848)

La derrota de Napoleón en 1814 y la restauración de Luis XVIII en Francia.

Tras la derrota de Napoleón se cierra el ciclo de la Revolución Francesa aparentemente derrotada también. Y se trata de restablecer los tronos y las fronteras tras las guerras iniciadas en 1792.

De momento, tras la primera derrota de Napoleón en 1814, los dignatarios de su Imperio, que procedían de todos los sectores y fases de la revolución reconvertidos en instrumentos napoleónicos, le convencen de que abdique para salvar a Francia, polarizando en él toda la culpabilidad, y pactan con el hermano del destronado y guillotinado Luis XVI el restablecimiento en Francia del trono de los Borbones que, efectivamente ocupará con el nombre de Luis XVIII, pero no como monarca absoluto, sino con una constitución pactada con esos dignatarios de la revolución y del Imperio, aunque figura que es el rey el que la establece y que no le es impuesta por la revolución en nombre del Pueblo Soberano, sino que él como rey la concede, por lo que se denominará la Carta Otorgada. El pacto también se concreta en que el rey tiene en su gobierno a personajes como Talleyrand y Fouché, procedentes del gobierno napoleónico y anteriormente de otras fases de la revolución; el ejército es el napoleónico y antes revolucionario. La Restauración en Francia es un régimen resultante de una transacción o pacto del Trono con la Revolución. El nombre le viene de que los Borbones vuelven a ser la dinastía reinante.

En la Historia Universal se generaliza este nombre de Restauración, porque también se trata de restablecer las fronteras y reponer en sus tronos absolutos a los monarcas legítimos. La Restauración no es la implantación de la monarquía tradicional, porque los gobiernos vencedores y los dirigentes sociales se basan en las ideas de la Ilustración y no quieren ir a un saneamiento social basado en el cristianismo aplicado de forma consecuente. Sólo pretenden eliminar los efectos para ellos negativos de la violencia revolucionaria, pero no la raíz. "No han olvidado nada y no han aprendido nada", como se dice de los aristócratas franceses que regresan ahora de la emigración.

Sólo apuntalarán la monarquía con la formulación del legitimismo, según la cual el poder les corresponde a los monarcas legítimos frente a usurpadores como Napoleón, lo cual es evidente; el problema es que según ellos basta con que sean legítimos de origen aunque carezcan de la legitimidad de ejercicio, que consiste en gobernar como Dios manda, es decir, que gobiernen con honradez, para lo cual necesitan actuar según normas seguras de moralidad, y la implantación de la monarquía tradicional en vez de su distorsión absolutista y despótico-ilustrada requiere acatar la autoridad infalible de la Iglesia en materia de moralidad.

El legitimismo lo introduce Talleyrand para salvar a Francia de las consecuencias de la derrota, a base de presentar a Napoleón como culpable y a Francia, regida ya por Luis XVIII, que es el rey legítimo y una víctima de Napoleón y de la Revolución a la que no se puede castigar más, sino restaurarle en su trono por ser el rey legítimo. Estaba en los ilustrados del XVIIIl el origen insospechado del legitimismo.

El Congreso de Viena (1814-1815)

Es la reunión en la capital del nuevo Imperio de Austria de los representantes de todas las potencias europeas grandes y pequeñas con la doble finalidad de rehacer las fronteras y de restablecer a los monarcas legítimos en sus tronos absolutos, superado aparentemente en 1814 el ciclo revolucionario. En muchos casos, esos representantes son los máximos dirigentes de sus países, emperadores, reyes, jefes de gobierno.

No se establece el sistema tradicional, ni siquiera se reproduce exactamente la situación del Antiguo Régimen, que ya era no lo tradicional, sino el despotismo ilustrado.

El Imperio Romano, suprimido el 6 de agosto de 1806, no es restaurado

Hay excepciones significativas, como mantener la supresión del Sacro Imperio Romano de Nación Germánica impuesta por Napoleón en el tratado de Presburgo (Bratislava) de 25.12.1805, tras vencer en la batalla de Austerlitz. Él se había proclamado emperador en 1804 y obliga a Francisco II a firmar esa supresión del Imperio Romano, permitiéndole ser Emperador de Austria, como efectivamente accederá a serlo con el nombre de Francisco I. Se tendrá que someter hasta a cambiar su propio nombre. Y declarará suprimido el Imperio Romano Germánico el 6 de agosto de 1806.

Tampoco se restaura Polonia, que había quedado dividida entre las grandes potencias vecinas, Rusia, Prusia y Austria en los tres repartos de Polonia del siglo XVIII. Tampoco Napoleón la había restaurado. Ni se devuelven a la soberanía del Papa los territorios del Condado Venaisin y de la ciudad de Aviñón que la Francia de la Revolución había ocupado y ahora, pese a su derrota, se le permite Francia retenerlos.

Los Cien Días de Napoleón en 1815. Waterloo

Napoleón se evade de la isla de Elba, se presenta en Francia, donde el triste ambiente de la derrota no era bueno para hacer popular la Restauración de Luis XVIII, y con el apoyo del ejército se proclama de nuevo emperador.
La alarma despertada en los gobernantes reunidos en Viena les lleva a renovar la alianza y a enviar contra Napoleón sus tropas al mando de Wellington, que lo derrota en Waterloo el 18.06.1815. Tras el Imperio de los Cien Días (de marzo a junio de 1815), Napoleón es confinado ahora en la isla de Santa Helena, en mitad del Atlántico Sur, donde muere seis años después.

El Acta final del Congreso de Viena 9.06.1815
El mapa de
1815

Se mantiene la supresión del Sacro Imperio Romano de Nación Germánica impuesta por Napoleón en el tratado de Presburgo (Bratislava) de 25.12.1805, tras vencer en la batalla de Austerlitz. Él se había proclamado emperador en 1804 y obliga a Francisco II a firmar esa supresión del Imperio Romano, permitiéndole ser Emperador de Austria, como efectivamente accederá a serlo con el nombre de Francisco I. Se tendrá que someter hasta a cambiar su propio nombre. Y declarará suprimido el Imperio Romano Germánico el 6 de agosto de 1806.

Tampoco se restaura Polonia, que había quedado dividida entre las grandes potencias vecinas, Rusia, Prusia y Austria en los tres repartos de Polonia del siglo XVIII. Tampoco Napoleón la había restaurado. Y ahora sigue dividida entre esas grandes potencias vecinas, Rusia, Prusia y Austria

Ni se devuelven a la soberanía del Papa los territorios del Condado Venaisin y de la ciudad de Aviñón que la Francia de la Revolución había ocupado y ahora, pese a su derrota, se le permite Francia retenerlos, incluso después del Imperio de los 100 días de Napoleón, que convertía a Francia en reicidente..

Inglaterra, que es la gran vencedora de las guerras de la época revolucionaria y napoleónica, consigue todos sus objetivos.
Las otras grandes potencias son Austria, Prusia y Rusia.

Inglaterra ambicionaba controlar pequeñas islas y enclaves costeros estratégicos para dominar los mares y toda la economía y la política mundial. No tenía interés por hacerse con grandes masas continentales, ni grandes posesiones continentales europeas. Se hace reconocer la posesión de Heligoland, que había arrebatado a Dinamarca en 1807, ( y que excepcionalmente cederá a Alemania en 1890), y también se hace reconocer la posesión de Malta, Ceilán, El Cabo, el Noroeste de la Guayana Holandesa y Trinidad. Demuestra su supremacía en que justamente lo que ambicionaba eran esas pequeñas y extareuropeas pero muy estratégicas posesiones y en que algunas de ellas eran anteriormente administradas por gobiernos que fueron víctimas de Napoleón, como el de España, que pierde Trinidad en 1802, y ahora no la recupera; y el de Holanda, al que Inglaterra había arrebatado Ceilán, El Cabo y el Noroeste de la Guayana Holandesa, y tampoco se le devuelven en el Congreso de Viena.

Austria, además de conservar Milán, recibe Venecia, y los configura como Reino Lombardo Véneto, con el emperador de Austria como rey. Recibe también Dalmacia y sigue reteniendo la parte de Polonia que ocupaba desde los repartos de Polonia del XVIII, que era la Galitzia.

Prusia, además de retener su parte de Polonia, ocupada desde esos repartos anteriores, que era la Posnania, se hace reconocer por el Congreso de Viena la posesión de la Renania-Westfalia y obtiene una parte de Sajonia, que sale perjudicada por haber apoyado a Napoleón.

Rusia, sigue reteniendo la parte nuclear de Polonia, que incluía Varsovia, que ocupaba desde esos repartos anteriores, pero a la que configura nominalmente como Reino de Polonia, aunque con el zar Alejandro I como rey, y de hecho sin independencia, ni libertad. Y obtiene Finlandia, en detrimento de Suecia, y Besarabia.

Suecia sigue teniendo como rey a Bernadotte, mariscal de Napoleón que había sido tomado como hijo adoptivo por el anterior rey de Suecia y había luchado junto a los aliados contra Napoleón, en compensación por la cesión de Finlandia a Rusia, obtiene Noruega, que se le arrebata a Dinamarca.

Dinamarca pierde Noruega, aunque obtiene Holstein y Lauemburg y sigue administrando Islandia y Groenlandia. Véase copenhaguizar.

Holanda, con el nombre de Reino de los Países Bajos, integra Bélgica, que se le adjudica por una imposición de Inglaterra para evitar que acabe bajo el control de Francia, en cuya órbita se mueven los liberales valones. Porque es una consigna fundamental de la política exterior británica impedir que al otro lado del canal haya poderes fuertes y unidos.

Francia no es desmembrada por las maniobras de Talleyrand, manejando el argumento del legitimismo, y se le permite tener las froneras de 1792, que le mantienen incluso algunas ganancias. Pero tras el episodio de los Cien Días, se le hace devolverlas casi todas, volviendo a las fronteras de 1790 más del Condado Venisin y Aviñón, que no se le devuelven a los Estados Pontificios, lo cual es otro indicador de que no es lo mismo la restauración que la política tradicional porque se arremete contra el Papa.

En cuanto a Alemania, Napoleón había reemplazado el suprimido Imperio por la Confederación del Rhin. Ahora el Congreso de Viena le cambia el nombre por el de Confederación Germánica, integrada por 39 estados miembros, entre ellos Austria, que tiene categoría de Imperio; otros son reinos, como Prusia, Baviera, Sajonia, Hannover; otros son principados; y hay cuatro que son ciudades Estado. No tienen más lazos que la Dieta de la Confederación Germánica, con pocas competencias más que las relacionadas con las fronteras y la pertenencia o no de Estados a la Confederación; esta Dieta está presidida por Austria.
El Reino de Hannover está unido dinásticamente a la corona de Gran Bretaña, hasta que desemboca la dinastía en la sucesión femenina de la reina Victoria, que puede reinar en Inglaterra, pero no en Hannover y se bifurcan las dinastías y se deshace esa unión dinástica.

Italia sigue dividida: Génova (lo más italiano) es adjudicada a los Saboya, que ya poseen Piamonte (lo más industrializado), el Reino de Cerdeña (lo menos industrializado), que les da categoría de reyes, y la propia Saboya (lo menos italiano);
el ducado de Parma, con una dinastía borbónica; el ducado de Módena, de los Austria-Este; el Gran ducado de Toscana, de otra rama de los Austria; el Reino de las Dos Sicilias (Nápoles y Sicilia) con otra dinastía borbónica; los Estados Pontificios (Roma, el Lacio, Las Legaciones, La Romaña con Bolonia); y el Reino Lombardo-Véneto en manos del Emperador de Austria.

España y Portugal no obtienen nada, pese a que sus esfuerzos y padecimientos habían sido muy costosos y muy eficaces para derrotar a Napoleón. En el Congreso de Viena (1815) el gobierno español no supo aprovechar la victoria sobre Francia para recuperar la Baja Navarra, ni la Cataluña del Rosellón y la Cerdaña sometida a Francia en 1659. En la Paz de los Pirineos de 1659, por desgracia se había cedido a Francia de jure la Baja Navarra y la Cataluña desde entonces francesa.

La Santa Alianza y el Sistema Metternich

La Santa Alianza era una declaración en pro de la paz de los monarcas de la Restauración, pretendiendo basarla en una fraternidad pseudocristiana al margen de la Iglesia. Fue firmada en 1815 durante el Congreso de Viena inicialmente por el zar de Rusia Alejandro I, por el rey de Prusia y por el emperador de Austria, y, posteriormente por una serie de monarcas restaurados en sus tronos absolutos. El Papa se niega a firmarla.

Esta declaración de la Santa Alianza fue instrumentalizada por el canciller de Austria Metternich como un sistema de intervención, con tropas aportadas por los monarcas aliados, para cortar cualquier estallido revolucionario, sin esperar a que se propagase dando origen a guerras, como las que acababan de superar en Waterloo.

El sistema Metternich es la instrumentalización política y militar de la Santa Alianza, mediante los pactos entre los gobiernos de las monarquías restauradas para mantener a raya los estallidos revolucionarios con el intervencionismo militar.

Se daban cuenta de que no bastaba otra vez sólo con el absolutismo, ni siquiera con la nueva formulación de que los monarcas debían de ser los legítimos. Que les corresponde el poder absoluto a los monarcas legítimos y apuntalan el legitimismo con esa declaración de fraternidad pseudocristiana y con el intervencionismo militar para contrarrestar cualquier golpe revolucionario contra los poderes absolutos de los monarcas legítimos.

El Papa no firma esa declaración de la Santa Alianza, ni esos pactos que forman el sistema Metternich. No es miembro de la Santa Alianza, porque manifiesta que la misión de difundir el evangelio la tiene la Iglesia con él a la cabeza.

La emancipación de Hispanoamérica

Las oleadas revolucionarias de 1820, 1830 y 1848