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Hombres, mujeres y niños asesinados por la ETA: 361 civiles, 97 militares, 209 guardias civiles, 149 policías nacionales, 16 policías autonómicos y 25 policías municipales, más los asesinatos no reivindicados....21 niños.
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Asesinatos no reivindicados por la ETA, además del de Begoña Urroz Ibarrola

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La ETA asesina en Tolosa en 1981 a tres agentes comerciales a los que confunde con agentes de la Policía

La ETA secuestra y tortura hasta la muerte a tres jóvenes gallegos en Irún en 1973 y no reivindica su asesinato

La ETA secuestra y tortura hasta la muerte a dos policías y no reivindica su asesinato por estar relacionado con el de Pertur

 

La ETA secuestra y tortura hasta la muerte a tres jóvenes gallegos en Irún en 1973 y no reivindica su asesinato

24 de Marzo de 2011 - 09:10:01 - M.J. Grech http://blogs.libertaddigital.com/in-memoriam/secuestro-y-tortura-de-tres-jovenes-gallegos-y-dos-asesinatos-mas-9320/

El 24 de marzo de 1973 la banda terrorista ETA cometió uno de los asesinatos más execrables y siniestros de su ya, de por sí, execrable y siniestra historia. Un crimen que avergüenza a sus propios autores, la mayoría de ellos hoy reinsertados. Es uno de los secretos mejor guardados por la banda terrorista ETA, que todavía no se ha responsabilizado oficialmente de los tres asesinatos, ni ha emitido comunicado alguno en el que explique qué hizo con los tres muchachos.

El secuestro y tortura hasta la muerte de tres jóvenes gallegos residentes en Irún, que cruzaron la frontera para ver El último tango en París y desaparecieron para siempre en algún lugar del sur de Francia es, además, la historia de una ocultación y de demasiadas complicidades y silencios. Empezando por las autoridades francesas, que hicieron una farsa de investigación bajo la cual ocultaron los verdaderos hechos, y siguiendo por numerosos testigos y un sinfín de etarras y exetarras que conocieron la matanza, aún impune, y todavía la encubren.

La ETA de entonces tenía, por desgracia, muy buen cartel, y no podía manchar su nombre y su aura romántica de gudaris libertadores con un crimen tan atroz, en el que el tiro de gracia vino precedido de una auténtica orgía de torturas, en la que los etarras no se privaron de nada, para conseguir la confesión de unos chicos que jamás podrían confesar nada, porque nada sabían.

Aunque el crimen esté prescrito y, además, amnistiado, los familiares de José Humberto Fouz Escobero, Jorge Juan García Carneiro y Fernando Quiroga Veiga siguen sin saber dónde están los cuerpos de los tres jóvenes.

Una de las personas que más ha luchado por la resolución del caso es la sobrina y ahijada de José Humberto, Coral Rodríguez Fouz, concejal de Eibar, ex senadora socialista y parlamentaria vasca. La angustia y tristeza de su madre Isabel, hermana de Humberto, fue lo que le animó en 1998 a intentar reabrir el caso, y a que se reconociera a su tío y a sus dos amigos como víctimas del terrorismo. Algo que, por otra parte, el arrepentido Soares Gamboa ya escribió en su autobiografía Agur ETA, en la que dice que hay que unir, a la larga lista de víctimas de la ETA, los cadáveres de los gallegos "enterrados tal vez en un monte, donde los helechos crecen más altos que los otros".

Lo que sabemos de esta terrible historia es lo que sigue. El sábado 24 de marzo de 1973 los tres amigos comieron en casa de Isabel, la hermana de Humberto, casada con Cesáreo Rodríguez Ponte. Son los padres de Coral. Después de una partida de cartas en el Bar Castilla, en la calle Alhóndiga de Irún, dejaron a Cesáreo en la empresa Decoexsa, pues esa tarde tenía trabajo. Decidieron cruzar a San Juan de Luz para ver una película que entonces la censura franquista prohibía en España. Tras la película, fueron a tomar una copa al Lycorne, hoy Pakaloko.

El establecimiento queda a la salida de Bidart, al final de una larga cuesta. Ahí tuvieron la mala suerte de coincidir con un grupo de etarras, entre los que estaban Tomás Pérez Revilla, alias Tomás, acompañado por Ceferino Arévalo Imaz, alias El Ruso, Prudencio Sudupe Azkune, alias Pruden, Jesús de la Fuente Iruretagoyena, alias Basacarte, Manuel Murúa Alberdi, alias El Casero, y Sabino Atxalandabaso Barandika, alias Sabin. Pérez Revilla murió asesinado por los GAL en 1984 y se llevó a la tumba parte del secreto.

Los etarras, en su paranoia, confundieron a los tres muchachos gallegos con policías camuflados. De lo que ocurrió a partir de entonces, hay versiones confusas.

Una de ellas habla de que hubo un enfrentamiento dentro del bar y que uno de los etarras le partió una botella en la cabeza a José Humberto, dejándole en muy mal estado. Tras un forcejeo posterior, los tres jóvenes habrían sido introducidos en dos coches, uno de ellos propiedad de los agredidos. Según esta versión, José Humberto Fouz habría muerto a consecuencia del botellazo y habría sido tirado al mar por un acantilado. Jorge y Fernando habrían sido llevados a una granja propiedad de la banda, donde estuvieron secuestrados varios días. Tras ser torturados y asesinados, habrían sido enterrados en un monte cercano.

Otra versión habla de que, sobre la marcha, los etarras improvisaron secuestrarles e interrogarles. Y eso hicieron cuando Humberto, Jorge y Fernando abandonaron el local de copas para volver a España. Nadie vio ni oyó nada. En el momento en que iban a montarse en su Austin 1300, fueron abordados por los etarras a punta de pistola. Tras introducirlos en el maletero, los dos coches (el de los etarras y el de Fouz) enfilaron hacia Saint Palais, en el corazón del País Vasco francés, donde los etarras contaban entonces con la protección de la mayoría de la sociedad que veía con simpatía a esos valientes gudaris antifranquistas. En un barracón del vivero que los lugareños llaman La Serra, es donde los tres gallegos pasaron sus últimas horas. Ahí fueron torturados y les preguntaron una y otra vez sobre si eran policías españoles y sobre las razones de su estancia en San Juan de Luz.

Después de una larga noche de espeluznantes torturas, tras comprobar que los jóvenes no iban a poder confesar absolutamente nada, acaban llegando a la conclusión de que se habían equivocado. Pero Tomás Pérez Revilla, tras consultar por teléfono, decide no dejar rastro de su equivocación. Es él personalmente quien se encarga de rematarlos con un tiro en la nuca y sus compinches los que cavan una fosa para enterrar los cadáveres.

A partir de ahí, se impuso la ley del silencio. A partir de ahí, se inició la lucha de sus familias por saber qué pasó con los tres jóvenes. Si en principio pensaron que su coche podría haber caído al mar por algún acantilado de la Cornisa Cantábrica, en diciembre de ese año Alfredo Semprúm publica en el diario ABC un artículo estremecedor que, en lo esencial, daba en el clavo sobre lo que había pasado con los tres chicos y daba los nombres de los presuntos asesinos y torturadores. Antes, un mes después de la desaparición, el diario bilbaíno Hierro relataba que los tres jóvenes habían sido agredidos en San Juan de Luz por un grupo de etarras.

Mucho después, Mikel Lejarza, El Lobo, agente del Cesid que estuvo años infiltrado en la ETA, afirmó en sus memorias haber escuchado una conversación entre Pérez Revilla y José Manuel Pagoaga Gallastegui, Peixoto, en la que aludían a los tres jóvenes gallegos y a las terribles torturas a las que fueron sometidos.

Lo cierto es que, a medida que se fue afianzando la hipótesis de que la ETA era la autora de la desaparición de los jóvenes gallegos, menor era el interés de las autoridades francesas en investigar el caso.

Tampoco se hizo mucho en España, salvo interrogar al etarra José María Zabarte Arregui y a la novia de Jorge para confirmar que su prometido no tenía motivos para haber desaparecido de forma voluntaria. El desinterés fue total y absoluto. Ni siquiera llegó a aparecer el vehículo en el que viajaron los tres amigos. En 1975 el juzgado de Irún decidió archivar el caso, que sería reabierto en 2006 gracias, entre otras cosas, al empeño de Coral Rodríguez Fouz.

Entre medias, en 1997 las familias recibieron un rayo de esperanza a través de una llamada anónima que hablaba de unos restos mortales sin identificar en el cementerio de Biriatou y que podrían pertenecer a Eduardo Moreno Bergareche, Pertur, también desaparecido y sobre cuya muerte hay versiones contradictorias. Los primeros resultados determinaron que en la tumba había tres personas, lo que alimentó la esperanza de que fuesen los tres jóvenes. Pero finalmente se confirmó, tras hacerse pruebas de ADN solicitadas por las familias, que los huesos pertenecían a tres mujeres.

Sobre la posibilidad de perdonar este crimen atroz, Coral Rodríguez Fouz declaró en 2005 que "un crimen así no se puede perdonar, que no nos lo pidan".

José Humberto Fouz Escobero tenía 28 años. Había viajado mucho antes de recalar en Irún y encontrar un empleo en una empresa de transportes.

Fernando Quiroga Veiga tenía 25 años y había sido el segundo de los tres amigos en desplazarse al País Vasco. Trabajaba como agente de aduanas en Irún y se sentía muy arraigado a su tierra de acogida.

Jorge Juan García Carneiro tenía 23 años. Acababa de llegar de Galicia y era el único de los tres amigos que todavía no había encontrado trabajo.

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La ETA secuestra y tortura hasta la muerte a dos policías y no reivindica su asesinato por estar relacionado con el de Pertur

4 de Abril de 2011 - 09:10:01 - M.J. Grech http://blogs.libertaddigital.com/in-memoriam/eta-secuestra-y-tortura-a-dos-policias-y-asesina-a-dos-guardias-civiles-9389/

El 4 de abril de 1976 los inspectores de Policía Jesús María González Ituero y José Luís Martínez Martínez fueron secuestrados por la ETA en Hendaya (Francia).

Jesús María y José Luis llevaban sólo seis meses en la Policía. Destinados en una comisaría de San Sebastián, habían cruzado a pie la frontera, tras comer en una pizzería de Guipúzcoa. Dejaron sus armas en el puesto de control aduanero de Irún, y de ahí se dirigieron al cine Varietés en Hendaya. Aquí fue donde los vieron vivos por última vez.

Tras comprobarse que los dos amigos no habían recogido sus armas en la aduana, se dio la voz de alarma. Al día siguiente, el cónsul de España en Bayona presentaba una denuncia por secuestro de los dos inspectores ante las autoridades francesas. La Policía francesa realizó una gran operación para intentar localizarlos. Hubo cerca de cuarenta detenidos, pero todo fue en vano. Parecía que a José María y a José Luis se les hubiese tragado la tierra. El único resultado positivo logrado por las fuerzas de seguridad francesas fue el hallazgo de la documentación de ambos agentes en el domicilio de un miembro de ETA.

Un mes después de la desaparición de los dos policías se publicaba en la prensa la noticia de que varias personas afirmaban haber presenciado cómo dos jóvenes, cuya descripción concordaba con la de los desaparecidos, habían sido abordados a la entrada de un cine de Hendaya por un grupo de hombres armados que les habían obligado a introducirse en un coche.

Ante la falta de resultados, el asunto quedó prácticamente archivado. Semanas antes de la aparición de los cuerpos, el padre de Jesús María González dirigió una carta al Rey rogándole que hiciese todo lo posible por esclarecer el asunto. Algo más de un año después de la desaparición, el 18 de abril de 1977, sus cadáveres aparecieron torturados y con un tiro en la nuca en la playa vascofrancesa de La Chambre d'Amour, en el término municipal de Anglet, entre Biarritz y Bayona.

Los cadáveres, en avanzado estado de descomposición, fueron encontrados por cinco adolescentes en un antiguo búnker construido por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Los jóvenes estaban buscando con palas material bélico, que en dicha zona se encuentra con cierta facilidad debido a que los alemanes construyeron durante la Segunda Guerra Mundial varias fortificaciones en la costa. El grupo dio con una masa oscura que resultó ser un cadáver, a tan sólo quince centímetros de profundidad. A escasa distancia se encontraba el otro cuerpo. Inmediatamente dieron aviso a la Policía que procedió a levantar los cadáveres en presencia del juez. En sus ropas podían apreciarse restos de etiquetas españolas, primera pista de que podía tratarse de los policías españoles.

Aparecieron con los pies y las manos atadas, mutilaciones en los dedos y un tiro en la nuca. La autopsia revelaría que uno de ellos había muerto de dos disparos en la cabeza, efectuados a quemarropa, mientras su compañero presentaba un único impacto de bala.

La ETA nunca reivindicó su asesinato, igual que ocurrió con los tres jóvenes gallegos secuestrados y torturados hasta la muerte en marzo de 1973 y con todos aquellos casos que despertaban especial rechazo social. Tampoco se sabe nada sobre quiénes fueron los autores del crimen.

La banda terrorista, como hizo otras veces, llegó a señalar que se trataba de una operación montada desde el Ministerio de la Gobernación para desatar una campaña represiva en Francia contra los refugiados vascos.

Por otra parte, cierta información de prensa apuntó a las conexiones que podría haber entre el secuestro y asesinato de Jesús María y José Luis, y la desaparición del etarra Eduardo Moreno Bergaretxe, alias Pertur. Según esta versión, Pertur no habría sido asesinado por la banda terrorista ETA, sino por algún grupo de la extrema derecha en un contexto de colaboración entre organizaciones fascistas a escala internacional. En este caso, se trataría de neofascistas italianos. Estas informaciones, publicadas el 28 de julio de 1976 en el diario vespertino Unidad de la cadena del Movimiento, editado en San Sebastián, han sido de nuevo sacadas a la luz por el diario El País del 20 de marzo de 2011.

Según estas informaciones, en los días inmediatamente posteriores a la desaparición de Pertur, el comisario jefe de la Policía de Irún, Eduardo López Maturana, detuvo a su madre, Marta Bergaretxe, cuando trataba de cruzar la frontera en busca de noticias sobre su hijo. El comisario la retuvo ilegalmente tres días en su propio domicilio con la excusa de que quería protegerla de una amenaza que no precisó. Al mismo tiempo que el jefe de la Policía de Irún retenía a la madre de Pertur, dos gendarmes comunicaban a Pierre Larzabal, el cura de Sokoa, y al letrado Abeberry, conocidos nacionalistas vasco-franceses, la propuesta, trasladada expresamente desde la comisaría de Irún, de que si aparecían los policías José Luis Martínez Martínez y Jesús María González Ituero, la madre de Pertur recobraría su libertad. Esta versión, en todo caso, abundaría en la autoría etarra del secuestro y asesinato de Jesús María y José Luis, aunque añadiría nuevas dudas sobre la desaparición de Moreno Bergaretxe.

Jesús María González Ituero tenía de 25 años cuando fue secuestrado y asesinado por la ETA. Natural de Madrona (Segovia) era el segundo de los seis hijos del matrimonio González-Ituero. Se había incorporado al cuerpo de la Policía Nacional en septiembre de 1975, tras terminar el servicio militar.

José Luís Martínez Martínez, era natural de Calatayud (Zaragoza) y tenía 31 años. Su infancia la pasó en Almería, pues su padre fue trasladado ahí cuando José Luis era muy pequeño. Una vez que terminó su servicio militar, ingresó en la Academia General de Policía. De ahí salió destinado al servicio 091 de San Sebastián, en el que llevaba sólo seis días cuando fue secuestrado y asesinado por la banda terrorista ETA.

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La ETA asesina en Tolosa en 1981 a tres agentes comerciales a los que confunde con agentes de la Policía

http://blogs.libertaddigital.com/in-memoriam/eta-asesina-a-un-coronel-mutilado-a-dos-comerciales-vizcainos-y-a-un-marinero-9866/

El mismo día que fallecía el coronel Luis de la Parra, el 24 de junio de 1981 la banda terrorista ETA cometía uno de sus errores reconocidos, que le llevó a asesinar en Tolosa a tres agentes comerciales, a los que confundió con agentes de la Policía. Como consecuencia del atentado fallecieron en el acto Ignacio Ibarguchi Erostarbe y Juan Manuel Martínez Castaños. Un hermano de este último, Pedro Conrado Martínez Castaños, sobrevivió nueve meses al atentado, falleciendo finalmente el 28 de marzo de 1982.

Los tres jóvenes eran vizcaínos y trabajaban como vendedores a domicilio de libros, discos y material para el aprendizaje del euskera. Cuando pasaban por Tolosa, solían comer en el restaurante Beti Alai. El 24 de junio de 1981, en torno a las 16:30 horas, fueron acribillados por miembros del grupo Goierri de ETA cuando se disponían a entrar en su coche tras comer en el citado restaurante. Testigos presenciales confirmaron que los autores del atentado gritaron "¡Gora ETA militarra!" en el momento de disparar.

El vehículo quedó acribillado, especialmente en la parte derecha de la carrocería, y también podían observarse impactos en el cristal trasero. En el lugar del atentado, la Policía recogió quince casquillos de bala, de calibre 9 milímetros parabellum, marca Geco y SF, y una bala sin disparar. Los asesinos abandonaron el escenario del atentado a pie, confundiéndose con los viandantes, dándose posteriormente a la fuga en un coche por la autovía San Sebastián-Tolosa.

La noticia del atentado causó gran impresión en Tolosa, que estaba celebrando las fiestas de San Juan, conmoción que aumentó a medida que fue conociéndose la identidad de las víctimas. Con su habitual cobardía, la banda terrorista no quiso reconocer su error de matar a tres jóvenes vascos, uno del PNV y otro comunista. No sólo negó la autoría del atentado, sino que en un comunicado afirmaban, con enorme desfachatez, que los autores del mismo eran "mercenarios pagados". Santiago Brouard, por entonces presidente de HASI y miembro de la Mesa Nacional de Herri Batasuna, señaló que el ametrallamiento de los tres jóvenes era "una maniobra destinada a desprestigiar a ETA y, de paso, a la izquierda radical que apoya la alternativa KAS"

Sin embargo, las investigaciones posteriores determinaron que la banda terrorista fue la autora del atentado, aunque por el mismo sólo fue condenado como cómplice, en 1986, el policía municipal de Tolosa Juan Antonio Rezola San Vicente, que albergó a los terroristas conociendo sus intenciones. Según una nota difundida por el Ministerio del Interior, en el atentado participó presuntamente Pedro María Leguina Aurre, alias Txiki, Xepa y Kepatxu. Detenido en Francia en 1999, Leguina Aurre fue extraditado a España en diciembre de 2001. Está acusado de participar en más de 20 asesinatos entre los años 70 y 80.

Ignacio Ibarguchi Erostarbe, de 26 años, había nacido en la localidad vizcaína de Miravalles en una familia nacionalista. Su padre era un renombrado txistulari y militó en el PNV desde muy joven. Ignacio jugó un papel muy activo en la organización de la rama juvenil EGI y en la puesta en marcha del batzoki de su pueblo. Aunque seguía afiliado al partido, se había alejado de la actividad política a raíz del conflicto entre las tendencias oficial y "sabiniana", corriente con la que se identificaba la víctima. Tenía previsto casarse el 7 de septiembre con una chica de Amorebieta. El PNV hizo ondear la ikurriña a media asta en todas sus sedes en señal de duelo por el asesinato de su militante.

Juan Manuel Martínez Castaños era natural de Durango y tenía también 26 años. Estudió Ciencias Económicas en Bilbao pero, al no encontrar trabajo en su especialidad, se incorporó a la venta de libros, casetes y métodos para el estudio del euskera. Estaba casado y tenía dos hijos.

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PEDRO CONRADO MARTÍNEZ CASTAÑOS

http://blogs.libertaddigital.com/in-memoriam/tres-comerciales-confundidos-con-policias-y-el-asesinato-de-un-municipal-9343/

El 28 de marzo de 1982 fallece PEDRO CONRADO MARTÍNEZ CASTAÑOS a causa de las heridas sufridas en el atentado del 24 de junio de 1981 en Tolosa, en el que ETA asesinó también a Juan Manuel Martínez Castaños (hermano de Pedro) y a Ignacio Ibarguchi Erostarbe, que murieron en el acto.

La banda terrorista confundió a los tres jóvenes, agentes comerciales, con policías de paisano. Ibarguchi era militante del PNV y Pedro Conrado del PCE-EPK. Igual que ocurrió en 1973 con el secuestro y tortura hasta la muerte de tres inmigrantes gallegos en San Juan de Luz (Francia), ETA no quiso reconocer el error de matar a tres jóvenes vascos, uno del PNV y otro comunista, por lo que decidió negar la autoría.

Los tres jóvenes eran vizcaínos y trabajaban como vendedores a domicilio de libros, discos y material para el aprendizaje del euskera. Cuando pasaban por Tolosa, solían comer en el restaurante Beti Alai.

El 24 de junio de 1981, en torno a las 16:30 horas, y tras comer en el citado restaurante, los tres vendedores se disponían a entrar en su coche cuando miembros del grupo Goierri de ETA, armados con metralletas, los acribillaron a tiros. Ignacio y Juan Manuel murieron en el acto, mientras que Pedro quedó gravemente herido. Fue trasladado al Hospital de Nuestra Señora de Aránzazu de San Sebastián y falleció nueve meses después, el 28 de marzo de 1982.

Al ver que habían cometido un error, ETA no quiso reconocer la autoría del atentado, actuando con su habitual cobardía en estos casos y difundió un comunicado el 26 de junio en el que negó la evidencia. En el mismo la banda terrorista afirmaba no tener "nada que ver en el asesinato" de los tres jóvenes y, con enorme desfachatez, atribuyó la autoría a "mercenarios pagados". Incluso Santiago Brouard, por entonces presidente de HASI y miembro de la Mesa Nacional de Herri Batasuna, señaló que el asesinato de Ignacio, Juan Manuel y Pedro era "una maniobra destinada a desprestigiar a ETA y, de paso, a la izquierda radical que apoya la alternativa KAS".

Las investigaciones posteriores determinaron que la banda terrorista fue la autora del atentado. Por el mismo sólo ha sido condenado en 1986, como cómplice, el policía municipal de Tolosa Juan Antonio Rezola San Vicente, por albergar a los terroristas conociendo sus intenciones. Rezola San Vicente fue detenido en noviembre de 1984 como colaborador del grupo Goierri Costa de ETA que dirigía José Antonio López Ruiz, alias Kubati. Se da la circunstancia de que, cuando obtuvo el tercer grado en 1990, habiendo cumplido sólo 6 años en prisión, Rezola fue nuevamente contratado, esta vez como peón, por el Ayuntamiento de Tolosa, entonces en manos de Eusko Alkartasuna. Algunas informaciones también atribuyen a Juan Antonio Rezola el haber pasado la información, errónea de nuevo, que acabó con la vida de Patricia Llanillo Borbolla, mujer de un detective privado de Tolosa, el 12 de febrero de 1983.

Pedro Conrado Martínez Castaños, de 31 años, estaba casado y tenía un hijo de 6 años. Militaba en el Partido Comunista de Euskadi desde cinco años antes de su muerte. El PCE-EPK anunció, en una decisión sin precedentes, que sus abogados se personarían en el sumario sobre el atentado para ejercer la acción popular contra sus autores.

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La ETA asesina en 1979 al discapacitado Félix de Diego antiguo compañero de Pardines

31 de Enero de 2011 - 09:10:01 - M.J. Grech http://blogs.libertaddigital.com/in-memoriam/

A las 9:30 horas del miércoles 31 de enero de 1979, Félix de Diego Martínez se encontraba sentado en el Bar Herrería, propiedad de la familia de su esposa, en la localidad guipuzcoana de Irún. En ese momento dos pistoleros de la banda terrorista ETA entraron en el establecimiento y, sin mediar palabra, dispararon a quemarropa contra él, delante de su mujer, Dolores Echevarría. A continuación huyeron en un vehículo Renault 6 que había sido robado a punta de pistola tras secuestrar a su dueño. Félix fue trasladado al Hospital de la Cruz Roja de Irún, donde ingresó cadáver como consecuencia de las graves heridas causadas por los tres impactos de bala que recibió: uno en el corazón, otro en el vientre y otro en la pierna.

La explicación de la banda fue que era un chivato de la Guardia Civil. Pero Félix no podía ser chivato de la Guardia Civil puesto que él mismo era guardia civil.

El sacerdote Fernando Arburúa Iparraguirre, ATS y capuchino del barrio de Alza de San Sebastián, y los pistoleros que le acompañaban, no supieron que acababan de matar al compañero de Pardines, primer asesinado de forma intencionada por la banda terrorista.

En la tarde del viernes 7 de junio de 1968, Félix de Diego Martínez, guardia civil de la Agrupación de Tráfico de San Sebastián, regulaba el tráfico en una zona de obras de la carretera Madrid-Irún, a la altura de Villabona. Su compañero José Pardines Arcay, se encontraba a unos dos kilómetros, al final de la zona de obras. Un camionero que circulaba en sentido contrario dio la voz de alerta y le gritó "¡Han matado a su compañero!". Félix de Diego nunca superó la muerte de Pardines.

Posteriormente, el día 4 de julio de 1974, sufrió un accidente de circulación, en el alto de Etxegarate, cayendo desde una altura de unos sesenta metros. No perdió la vida, pero nunca volvió a recuperar la salud y fue dado de baja para el servicio activo en la Guardia Civil por pérdida de aptitudes psicofísicas. La mala suerte se cebó con el exagente, pues un cáncer de riñón lo mantenía prácticamente impedido.

En octubre de 1981 la Audiencia Nacional condenó por este asesinato al sacerdote capuchino Fernando Arburúa Iparraguirre y a Manuel María Ostolaza Alcocer, como autores del crimen. También fue condenado Luis María de Marcos Olaizola, por asesinato en grado de conspiración.

Félix de Diego Martínez tenía 46 años y era natural de Fuentecén (Burgos). Estaba casado y era padre de cinco niños entre cinco y once años.

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