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La medicina de santa Hildegarda.......

Santa Hildegarda protestaba respecto de los obispos y del Papa

23.04.10, Infocatólica, por Alberto Royo

El Papa Anastasio (reinante entre 1153 y 1154), a pesar del rechazo de su antecesor Eugenio III, había conferido el cargo de arzobispo de Magdeburgo –uno de los cargos más codiciados– al obispo Wichmann, protegido del emperador (quien había ejercido grandes presiones al respecto). Según acota Gouguenheim, era la primera vez desde Enrique V (1106-1125) que el papado cedía ante el poder político y dejaba en manos del emperador la composición del episcopado alemán, lo cual implicaba la violación del concordato de Worms (1122), que había terminado la famosa “Querella de las investiduras”. La actitud del Papa debilitaba el poder de la Iglesia, y de allí la reacción de Hildegarda, que ahora leemos en un fragmento de la carta que dirigiera al Sumo Pontífice:

“[…] Oh hombre, que en lo que se refiere al conocimiento lúcido y vigilante estás demasiado cansado como para refrenar la jactanciosa soberbia de los hombres puestos en tu seno, bajo tu protección: ¿por qué no rescatas a los náufragos que no pueden emerger de sus grandes dificultades a no ser que reciban ayuda? ¿Y por qué no cortas tú la raíz del mal que sofoca las hierbas buenas y útiles, las que tienen un gusto dulce y suavísimo aroma? Tú descuidas a la hija del rey, esto es a la Justicia –que vive en los abrazos celestiales y que te había sido confiada–, pues permites que esta hija del rey sea arrojada a tierra, y que su diadema y su hermosa túnica sean destrozadas por la grosería de las costumbres de aquellos hombres hostiles que a semejanza de los perros ladran y que, como las gallinas que en las noches a veces tratan de cantar, dejan escapar la necia exaltación de sus voces.
[…] Oye por tanto, oh hombre, a Aquel que mucho ama el claro y agudo discernimiento, de manera tal que Él mismo lo estableció como el más grande instrumento de rectitud para luchar contra el mal. Tú no haces esto, porque no erradicas el mal que desea sofocar al bien sino que permites que el mal se eleve soberbio, y lo haces porque temes a quienes traman los peores engaños en las asechanzas nocturnas, amantes más del dinero de la muerte que de la hermosa hija del rey, esto es, la Justicia.
[…] De donde tú, oh hombre que te sientas en la cátedra suprema, desprecias a Dios cuando abrazas el mal; y en verdad no lo rechazas sino que te besas con él cuando lo mantienes bajo silencio en los hombres malvados. Por esto toda la tierra se turba a causa de la gran mudanza que producen los extravíos, porque lo que Dios destruyó, eso es lo que el hombre ama. […]”

… "Pensemos en Hildegarda de Bingen, que con fuerza protestaba respecto de los obispos y del Papa" …, nos decía Benedicto XVI.

El 2 de marzo de 2006, en una conversación con los párrocos de Roma, el Papa Benedicto XVI declaró que “las mujeres hacen mucho, me atrevería a decir, por el gobierno de la Iglesia, comenzando por las hermanas de los grandes padres de la Iglesia, como san Ambrosio, hasta las grandes mujeres de la Edad Media –santa Hildegarda, santa Catalina de Siena–, y después santa Teresa de Ávila hasta llegar a la Madre Teresa”. Y a continuación añadió: “¿Cómo podría imaginarse el gobierno de la Iglesia sin esta contribución, que en ocasiones se hace muy visible, como cuando santa Hildegarda critica a los obispos, o como cuando santa Brígida y santa Catalina de Siena amonestan y logran que los Papas regresen a Roma?” No mucho tiempo después, en una entrevista concedida a los canales de televisión Bayerischer Rundfunk; ZDF; Deutsche Welle y a Radio Vaticano el 5 de agosto del mismo año 2006, reiteraba: “Pensemos en Hildegarda de Bingen, que con fuerza protestaba respecto de los obispos y del Papa […]”.