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Jesús, al mostrarnos su Corazón, nos pide y concede la caridad y no sólo el culto

Cuando se habla del culto al Sagrado Corazón de Jesús, está claro que se habla de la virtud de la religión. Y cuando se habla del Corazón de Jesús, se habla de la caridad que consiste en que´"Dios nos amó primero" (1Jn 4,19). y que le debemos corresponder con amor, con "el amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (Rom 5,5), con un amor verdadero, es decir amor con locura, como el que nos tiene Jesús. Pidiéndole su reinado en nuestro corazón, aceptándolo como nuestra liberación. Pidiéndole el Espíritu Santo, como Él nos enseñó (Lc 11,13). Pidiéndole que amemos al prójimo como Él nos ha amado. Pidiéndole como enseña santa Teresa del Niño Jesús que nos produzca alegría recibir sufrimientos y contrariedades, porque así tenemos algo para ofrecerle, ya que Él sufrió tanto por nosotros. Y pidiéndole, como Él nos enseñó, que venga el reino de Dios y que se haga en la tierra su voluntad como en el cielo. Que reine plenamente en la tierra el Sagrado Corazón de Jesús.

A este respecto dice Canals:

"El Evangelio del Reino, que anuncia la final sumisión de todas las cosas a Dios Padre, no cancela la religión: el deber de justicia, fundado en la dependencia del hombre como criatura respecto de su Creador y Señor.
Pero la religión no es virtud teologal; no tiene a Dios como objeto sino sólo como término de la relación debida por parte hombre. Obediencia a la ley, culto a la majestad divina, son relaciones de respeto que miran a Dios en su excelencia infinita y en su dominio omnipotente. Por esto la religión no deifica al hombre. El respeto y la justicia no superan la alteridad, y mantienen la distancia infinita entre Dios y su criatura.
--- El culto y la obediencia que integran la religión no consumarían, en cuanto orden debido de la criatura al Creador, de siervo al Señor, la plenitud a que nos destina la dispensación del don divino. Es en la fe y la esperanza teologales en que se ejercita el dinamismo intelectual y voluntario del corazón al que ha sido enviado el Espíritu de Dios hacia Dios mismo al que abraza desde ahora ya la caridad, amor de correspondencia al Amor que nos invita a la vida eterna, contemplación cara a cara de Dios que es Amor.
....La religión es exigida también por razón de correspondencia al amor...
«Si me amáis guardad mis mandamientos», y la caridad es debida a quien nos amó primero y nos dio a su Hijo, propiciación por nuestros pecados. El desamor es la máxima injusticia. El amor a Dios, y a nuestros hermanos desde el amor de Dios, que nos amó primero y nos exige que les amemos como Él nos ha amado, es el primer precepto de la ley.
... La caridad exige la religión. Y la religión exige la caridad.
.... Consagración y reparación, el doble elemento del culto al Corazón de Cristo conforme a la enseñanza del magisterio de la Iglesia, sintetizan amor y religión en unidad inseparable. La entrega al Amor es acatamiento a la soberanía de Dios; la reparación a la justicia es voluntad de «consolar» el Amor no correspondido.
(Francisco Canals Vidal,
El culto al Corazón de Cristo ante la problemática de hoy, CRISTIANDAD, Año XXVII, Núm. 467, enero de 1970 ).

No es la religión la más importante virtud, sino la caridad, el amor de Dios que ha sido infundido en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado (Rom 5,5). Porque Él nos amó primero (1Jn 4,19).

«No todo el que me diga: "Señor, Señor", entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial».
(Mt 7,21)

«Todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca:
cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena:
cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina».
(Mt 7,24-27)

«Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madr.
(Mc 3,31-35)

Llegan su madre y sus hermanos, y quedándose fuera, le envían a llamar.
Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: «¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan».
El les responde:
«¿Quién es mi madre y mis hermanos?»
Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice:
«Estos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre»
.
(Mc 3,31-35)

En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados.
(1Jn 4,10)

Lo importante es vivir según Dios. Vivir y obrar según la voluntad de Dios.

No sólo lo enseña Dios por medio de san Pablo (Gal 5,16-25; 6,7-8; 8,5-14. I Cor 3,3), según explica san Agustín (Civ. Dei, XIV, cap. 3 y 4), sino que Él mismo lo enseña con insistencia en el Evangelio, como se ve. Nos exhorta a convertirnos, porque viene el Reino de Dios. Convertirmos es orientarnos a Dios en vez de a nosotros mismos. Darle nuestro corazón a Jesús para que Dios reine en él y no tengamos más voluntad que hacer lo que Dios quiere. Suplicándole a Jesús que reine en nosotros y nos dé su Corazón, puesto que es lo que Él quiere.

El culto al Sagrado Corazón de Jesús, lleva a lo más importante, a su reinado universal y social, al reino de Dios en cada uno y en la sociedad entera.

Jesús no quiere sólo el culto a su Corazón, sino ante todo quiere darnos el reino de Dios, darnos el reinado de su Sagrado Corazón a cada uno y a toda la sociedad humana, porque ese es nuestro bien: que vivamos según la voluntad de Dios.

Obras son amores y no buenas razones. Y amor, con amor se paga. En este caso, la voz del pueblo coincide con la palabra de Dios.

Tarancón también tiene un libro sobre el Sagrado Corazón. Pero no basta con el culto o la invocación, sino que se requiere consecuentemente el reinado del Corazón divino de Jesús en cada uno de los miembros de la familia humana y consiguientemente en todas las naciones.

Sería extraña la omisión de que la devoción al Sagrado Corazón está enraizada en la fe, en la esperanza y en la caridad.

Y enseña san Juan Pablo II:

."Sólo quienes estén «arraigados y fundados en la caridad» (Ef 3, 17) saben oponerse a la civilización de la muerte y construir, sobre los escombros del odio, del desprecio y de la injusticia, una civilización que tiene su fuente en el Corazón del Salvador".
[San Juan Pablo II, Homilía en la Fiesta del Sagrado Corazón, 11.06.1999. Cristiandad, Barcelona, julio-agosto 1999. Pág. 9 (145)].

Una mirada contemplativa hacia la Realeza de Cristo
Dom Gérard Calvet
, Demain la Chrétienté, La Cristiandad mañana, Capítulo VII. Traducción de Schola Veritatis. 25.11.2017, InfoCatólica
http://infocatolica.com/blog/schola.php/1711250339-la-mirada-contemplativa-hacia#more34854

Jesús busca primeramente reinar en el secreto del alma. El kyrios Pantócrator -oh milagro incomprensible- cuya mano sostiene el universo, se acerca a su creatura y le murmura: “Hijo mío, dame tu corazón”. Perdonarán a un monje recordar incansablemente la búsqueda presente del reino de los cielos. La realeza del Señor Jesús es cosa dulce e interior, se dirige primero del alma al alma para introducirnos en la intimidad de las personas divinas. Cristo todopoderoso ejerce la realeza mendigando amorSi tú conocieras el don de Dios y quien es el que te habla, dice a la samaritana.

El signo de su realeza es el corazón con una cruz superpuesta. La devoción a Cristo Rey y la devoción al Sagrado Corazón son una misma cosa. Esta devoción nos quiere humildes, amantes y contemplativos, deseosos de ofrecer un corazón totalmente sometido al yugo suave del cual habla el Evangelio, para ser conducidos en la intimidad del Padre por la semejanza del Hijo.

Si es verdad que la realeza de Jesús nos invita primero a una aventura interior donde se hace oír la llamada del silencio y del amor, ¿se sigue acaso que haya que sustraer a la autoridad real del Hijo de Dios el ámbito del arte, de la cultura, el inmenso despliegue de la vida social, la administración, las leyes, los decretos de los Parlamentos? No podemos admitir esto sin pecar gravemente contra Dios y contra los hombres. Contra Dios primero, que merece infinitamente, por su propia excelencia, que todo le sea sometido y consagrado, y que sean reconocidos públicamente sus derechos soberanos sobre la vida de las sociedades. Luego contra los hombres. ¿Qué piden los cristianos a quienes los gobiernan sino que cada parte de su vida moral, de su vida cívica, esté explícitamente referida a la realeza de Aquél que ordena su destino? Los discípulos de Jesús, ¿harán menos bien en este ámbito que los antiguos paganos, para quienes la vida de la ciudad toda entera reposaba sobre la religión?
(Dom Gérard Calvet, Demain la Chrétienté, La Cristiandad mañana, Capítulo VII. Traducción de Schola Veritatis
http://infocatolica.com/blog/schola.php/1711250339-la-mirada-contemplativa-hacia#more34854 )


La mayor promesa del Sagrado Corazón de Jesús es la de su reinado..

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..Consagrarse al Corazón de Jesús

La fiesta solemne de Cristo Rey

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