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En el santuario de los Nuevos Mártires de Butovo se venera a los 200.000 eclesiásticos de la iglesia rusa martirizados por Stalin
Alfa y Omega ReL, sábado, 12.10.2012
Se llama Kirill Kaleda. Es el Rector del santuario
de los Nuevos Mártires de Butovo a 18 kilómetros de
Moscú, consagrado en 2007, y la noticia gozosa es que este
arcipreste de la Iglesia ortodoxa rusa, y el sacerdote Alexi
Dikarev, Oficial del Patriarcado de Moscú, han
confirmado su asistencia a la beatificación de los 522 mártires
del siglo XX en España, que tendrá lugar en Tarragona, mañana
domingo. Los mártires son grandes intercesores en el
camino ecuménico que recorren la Iglesia católica y la Iglesia
ortodoxa rusa, que fue precisamente la que sufrió, más que
ninguna otra, el martirio durante el siglo XX en Europa.
Deslumbrante muestra de ello es el santuario de Butovo, en el que
fue fusilado en 1937 Vladimir Ambartsumov, abuelo del Reverendo
Kaleda, y también sacerdote ortodoxo, y que es uno de los
mártires ya canonizados
Con razón sobrada, al santuario de los Nuevos Mártires de
Butovo le han llamado el Gólgota del siglo XX. Butovo va siendo
conocido. De lugar de sufrimiento y de muerte, ha pasado a ser un
santuario de la victoria y de la vida. Allí, en
medio de un bosque a 18 kilómetros de Moscú, fueron ejecutadas,
por orden de Stalin, millares de víctimas, sobre todo en los
años 1937 y 1938. En catorce meses fueron fusiladas
20.765 personas; entre ellas, y exclusivamente por su
condición de cristianos, 7 obispos ortodoxos (uno
de los cuales, el obispo Serafín, de Leningrado, octogenario,
fue canonizado en 1997) y unos 1.000 sacerdotes, monjes y
laicos. De éstos, 322 han sido canonizados por la
Iglesia ortodoxa rusa. Es un número significativo sobre el total
de los nuevos mártires rusos canonizados hasta ahora, que son 1.100.
Los obispos ortodoxos asesinados en la Rusia soviética rondan
los 250; y los sacerdotes, monjes y clérigos pasan de
los 200.000. Butovo puede, pues, considerarse con toda
razón un símbolo de aquella persecución sin igual en la
historia de la Iglesia.
Tras las alambradas de la KGB
En 1994, el vasto territorio, rodeado por una alta alambrada
construida por la KGB, fue entregado a la Iglesia. Por vez
primera se abrieron las puertas y se inició la investigación
documental y arqueológica oportuna. Fueron descubiertas 16
grandes fosas comunes, de unos 100 metros de largo cada una y 4
de profundidad, como puede verse en las fotos. Fue construida
allí una pequeña iglesia de madera, gracias a la comunidad de
fieles creada para el mantenimiento de Butovo. Fuera del recinto
cementerial, le fue entregado, también a la Iglesia, un amplio
terreno, en el que el Patriarca Alexis colocó, el 15 de mayo de
2004, la primera piedra del santuario dedicado a los Nuevos
Mártires, que él mismo consagró el 30 de octubre de
2007. Es obra del arquitecto Andrei Sergeevich Tutunov,
cuyos dos abuelos perecieron en aquel Gulag.
La iglesia se eleva hacia el cielo, con cinco agujas-cúpulas que
evocan la forma de la Cruz, símbolo de lo acontecido en aquel
lugar. En la cripta, se guardan recuerdos de los mártires, y la
planta alta, bañada por la luz y por los colores vivos de los
frescos en los que están representados los mártires, que cubren
todo el interior, simboliza su resurrección gloriosa.
Butovo hoy ha pasado a ser un lugar sagrado de veneración.
Afortunadamente, la época del Gran Terror ha pasado a la más
triste historia del pueblo ruso, y la presencia, en
Tarragona, el próximo domingo, de estos dos representantes de la
Iglesia hermana, tan ligados a los mártires, está cargada de
una hondísima significación.